El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
En Guinea Ecuatorial, no hacer lo que es correcto cuando se sabe hacerlo, o incluso hacer lo contrario, tiene un nombre.
La ciudad de Bata, la más grande en la región continental de Guinea Ecuatorial, se despierta cada mañana llena de caos y de colores. Desde cerca, a pie de calle, el ruido de los coches que se cruzan entre ellos y las miradas de los peatones tratando de encontrar un hueco para cambiar de acera, hacen casi imposible percibir cualquier otra cosa. Sin embargo, si se tiene en cuenta otra panorámica, el paisaje cambia y entonces aparecen las casas de madera pintadas de diferentes colores y que se amontonan en los barrios periféricos al centro urbano, apareciendo a través de una vegetación densa y verde intenso.
Uno de esos puntos de vista privilegiados lo ofrece una pequeña ventana al final del pasillo que cruza el primer piso del edificio nuevo de la facultad de Medicina y Enfermería de la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial. Desde allí, Bata se convierte en cualquier otra ciudad del planeta en la que el viento pueda mecer altas palmeras repletas de cocos y la erosión salina desgaste el color de las casas de madera.
Una gran e inclinada aula magna en el interior del edificio sirve de escenario principal para el V Congreso de Ciencias Médicas y de la Salud de Guinea Ecuatorial, que organiza Más que Salud. La entidad, que tiene el objetivo de desarrollar proyectos de formación y atención sanitaria en el país africano y desde una motivación cristiana, ha consolidado el congreso como un evento de referencia nacional a nivel sanitario, en el que participan tanto alumnos como profesionales, y que este año ha contado con 27 voluntarios y voluntarias de diferentes lugares de España, que han realizado conferencias, talleres y atención médica.
BATAS BLANCAS A LA LUZ DE UN FLUORESCENTE
Si sólo fuese por la gravedad que cobra la irradiación de la luz de los fluorescentes del techo sobre el blanco neutro de las batas de los estudiantes, cualquiera podría pensar que se encuentra en un hospital. Pero al frente del aula, yace tendido y meditabundo uno de esos muñecos preparados para practicar la maniobra de reanimación cardiopulmonar. Es uno de los diferentes talleres incluido en el nutrido programa del congreso, a los que han precedido por la mañana conferencias sobre la prevalencia de la tuberculosis en el país o la necesidad de la investigación médica, por citar tan sólo dos.
Cerca de treinta estudiantes observan ahora a dos de las voluntarias, una doctora y una enfermera, que explican los pasos del proceso con detalle y paciencia. La interacción con el alumnado es una de las bases del congreso. Entre el equipo de cooperantes hay quiénes repiten por segunda o por tercera vez y se han comenzado a crear lazos con los jóvenes y con su evolución. “Cada año he conocido a diferentes personas y los he visto crecer. Volver a ver a los alumnos es una emoción muy fuerte”, explica la coordinadora de enfermería del congreso, Sílvia Regordosa. Una emoción que cobra fuerza gracias a la vocación sanitaria compartida y a los retos que plantea el escenario ecuatoguineano en este ámbito.
NECESIDAD DE ESPECIALIZACIÓN MÉDICA
Delante de los edificios de la facultad de Medicina y Enfermería se extiende un gran recinto poblado de muchos pabellones color crema y rodeados de tierra y hierba recortada. El Hospital General de Bata, la principal representación de la sanidad pública de Guinea Ecuatorial en el territorio continental y a la cual se accede a través de una gran puerta oxidada y de un guardia que la abre. La universidad se ubica al final de todo, por lo que el primer edificio que se encuentra bajando desde arriba es una cámara fúnebre. Cabe la posibilidad de que al pasar frente a él sorprenda, como aparecido de la nada, uno de los todoterrenos que hacen de coche fúnebre, con las ventanillas bajadas y un cuerpo tendido y descubierto en la parte trasera de su interior.
Otra de las imágenes que llaman la atención es ver los pijamas blancos y verdes del personal del hospital, tendidos al aire, en los patios de los diferentes pabellones, en unas estructuras de madera. No hay lluvia que los espante. Y menos con una brisa constante, que los hace sonar todo el rato, como las banderas. Todo un universo, el del hospital en sí, que parece vivir aparte de la ciudad y cuya extensión promete una buena caminata hasta volver a las calles de Bata.
Trayecto obligatorio para muchas de las personas que llevan a sus enfermos a urgencias, puesto que el hospital apenas dispone de medicamentos y el sistema, tal como explica un alumno en uno de los talleres, consiste en que el médico receta el medicamento y el familiar lo va a comprar a la farmacia. “¿Y qué pasa si no tiene dinero?”, preguntan todos. Aparece entonces la opción del escrito de beneficencia, por el cual el hospital paga el medicamento pero que requiere antes de la firma del director del centro. El sector privado ha ganado presencia en el país. Muchos alumnos se gradúan con el objetivo de encontrar su lugar en este mercado, inaccesible para muchos ecuatoguineanos, o bien salir del país.
Cerca del 6,5% de la población en el país tiene VIH y la tasa de incidencia de la tuberculosis alcanza a más del 5% de los ecuatoguineanos. La mortalidad infantil sobrepasa las 65 defunciones por cada mil menores y la esperanza de vida es de 57 años aproximadamente. La especialización médica es uno de los pilares en los que se basa la actuación formativa de Más que Salud en el país. En Guinea Ecuatorial no existen las especializaciones y sólo se cursan estudios de medicina general, por lo que el extranjero aparece como mucho más que un simple lugar donde hacer un erasmus, sino también labrarse un futuro profesional.
EN BUSCA DEL MIR
La meta a alcanzar, según remarcan desde la organización, es establecer en Guinea Ecuatorial un sistema como el del MIR en España, para introducir las especialidades médicas en el país. Las conferencias y los talleres del congreso son, más que un avance, una radiografía de la urgencia para llevarlo a cabo. “El congreso para mí es una gran oportunidad porque me permite tener una visión y plantear las cosas de una forma internacional, no sólo a nivel de Guinea”, dice Mirella, una estudiante de medicina que ha presentado un trabajo sobre prevención del alcoholismo en jóvenes.
Para José Antonio, otro de los alumnos que han expuesto un proyecto en el congreso, “es bueno porque nos ayuda a aumentar más conocimientos, integrarnos más en el ámbito sanitario y conocer más la actividad que estamos realizando”.
A la salida de una de las aulas de la facultad una mujer ndowe playera le explica una anécdota a un hombre fang sobre una madre que lavaba la ropa en el océano Atlántico pensando que era un río grande. “Ongongora”, responde el fang (si es que se escribe así). Ante el pasmo de la ndowe, le explica que se trata de la palabra que se utiliza para describir a quienes no hacen lo que se supone que deben hacer a pesar de saberlo. Precisamente, ese no es el carácter con el que ha transcurrido este congreso.
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