Diez horas de debate y 130 intervenciones. Así será el debate en la Cámara de los Lores que hoy dará el pistoletazo de salida formal a un debate que lleva meses dándose en la calle. La sociedad británica se plantea aceptar o no como normal la “muerte asistida” (en inglés: ‘assisted dying’). Evangélicos se oponen claramente a la iniciativa, y no sólo por motivos de fe.
Muchas han sido las voces que se han levantando conforme se acercaba este viernes, día en la que la
propuesta de Ley llegaba por primera vez a la Cámara de los Lores del Reino Unido, el lugar en el que germinan las ideas que acaban aprobándose como ley en la Cámara de los Comunes (el equivalente en España al Congreso de los Diputados). La propuesta de legalizar el suicidio asistido la impulsa
Lord Falconer.
Diarios de tirada nacional como The Guardian, The Times o el Daily Telegraph han recogido en estos días
decenas de artículos de opinión con títulos contrarios al anteproyecto. Títulos como “Un anteproyecto nada sano”, “Una ley con tantos defectos que no se sabe ni por dónde empezar” o “Personas discapacitadas como yo necesitan ayuda para vivir mejor, no para morir” llenaban páginas de los rotativos. Les contrarrestaban otros tantos artículos favorables a la eutanasia:
“No es la muerte lo que temo, sino la tortura del proceso de morir”, “Los activistas religiosos tienen demasiada voz sobre nuestro derecho a morir” o “Una muerte digna es nuestro derecho”.
PRIMER MINISTRO CAMERON: “ME PREOCUPA”
El Primer Ministro David Cameron, que en el futuro podría tener que marcar la línea de actuación dentro del Partido Conservador si el Anteproyecto de Ley avanza, mostraba estos días ha mostrado su “preocupación”.
Pese a que cree que es “necesario tener el debate”, argumentaba:
“Yo, personalmente, no estoy convencido que haya que tomar más pasos en esta dirección”. Y añadía: “Me preocuparía la legalización de la eutanasia, porque las personas podrían ser presionadas a hacer cosas que en realidad no querrían hacer por sí mismas”.
PRIMEROS COMPASES DEL DEBATE
En estos primeros días de debate más formal ya a nivel político (algunos comentaristas creen que será la discusión parlamentaria más acalorada de los últimos años), los
argumentos de los proeutanasia se han movido sobretodo alrededor de la dignidad de la persona que
tras años de sufrimiento no tiene más fuerzas para seguir luchando contra una enfermedad incurable y dolorosa.
En contra, se alega que decidir cuándo ha de terminar una vida es un paso muy peligroso,
“pondría a gente vulnerable en riesgo”, sobre todo cuando el dolor puede causar emociones negativas capaces de eliminar totalmente la capacidad de tomar decisiones de forma equilibrada.
LORD EXPLICA SU LUCHA PERSONAL
Uno de los que defiende esta posición
es Lord Lloyd-Webber, miembro de la Cámara de los Comunes. Explica: “Hace un año, estuve considerando irme a Dignitas [la clínica suiza que ofrece suicidios asistidos]”.
Estaba en una “profunda depresión”, causada por el dolor sufrido tras 14 operaciones médicas.
El político, que se ha recuperado considerablemente, cree ahora que la decisión de buscar ayuda para morir, “mirando hacia atrás,
habría sido estúpida y ridícula, pero en aquel momento no se me ocurría otra solución”. Votará hoy en contra del texto que propone la eutanasia porque se podrían “abrir compuertas” peligrosas, que podrán llevar, cree, “a una
cultura en la que las personas mayores [al final de sus vidas] son vistas como una carga”.
“DEVALUARÍA EL VALOR DE LA VIDA DE QUIENES SON VISTOS COMO UNA ‘CARGA’”
Otros políticos de primera línea, como el
Secretario de Sanidad Jeremy Hunt, opinan que la nueva “devaluaría la vida de las personas con discapacidades permanente y podría, inadvertidamente,
poner presión sobre personas enfermas que no quieren ser una ‘carga’ para sus familias”.
También el ex Fiscal General del Reino Unido
Dominic Grieve se opone claramente al texto, que permitiría a los médicos prescribir medicación que cause la muerte a personas a las que se les pronostica menos de 6 meses de vida. “Creo que el anteproyecto de muerte asistida tiene fallos e
intenta conseguir algo que podría llevar a un tipo de ejecución legalizada, por muy bien intencionada que sea”. Grieve considera que “esto no es lo que debería decidir una sociedad civilizada”.
PROTESTANTES: GRAN MAYORÍA ABOGA POR CLARO NO
Entre los cristianos protestantes, una mayoría casi absoluta de opiniones se han mostrado contra la propuesta. El arzobispo de Canterbury, el evangélico
Justin Welby, opinaba hace unos días que en caso de aprobarse la ley se pondría “una espada de Damocles sobre la cabeza de cada persona en este país que se vulnerable padeciendo una enfermedad terminal”.
De su propia experiencia como padre, el líder de la Iglesia de Inglaterra explicaba: “He estado
sentado al lado de la cama de uno de mis propios hijos, teniendo que aceptar que se terminara su tratamiento. Aun en medio de una agonía así, haría una súplica a que las profundas peticiones personales en una situación así no nos cieguen a las necesidades más amplias que tienen otros”.
También el obispo anglicano de Worchester,
John Inge, hablaba de su experiencia personal, t
ras perder este año a su esposa de 51 años por cáncer. Explicaba que no basaba su posición contra la eutanasia en argumentos religiosos, sino en el peligro de poner presión sobre “los más débiles y vulnerables de nuestra sociedad”. Inge explicaba que si la ley ya hubiera sido aprobada entonces, habría sido una tentación muy grande “poner punto y final a todo”, pero que le habría robado “los
preciosos meses juntos al final de su vida, cuando los efectos más debilitadores del proceso desaparecieron”.
22 LÍDERES RELIGIOSOS PIDEN EL ‘NO’
El propio Welby firmó esta semana un comunicado junto a otros
22 líderes religiosos británicos, un texto que unía para esta causa al Rabí jefe Ephraim Mirvis, al secretario general del Consejo Islámico del Reino Unido, Shuja Shafi y al cardenal católico Vincent Nichols.
Refiriéndose a personas con enfermedades graves, el comunicado dice: “Ser visto como una carga o una sangría económica es una terrible sufrimiento que soportar, que puede llevar e muchos casos a la pasividad, la depresión o la autoinculpación.
El deseo de alguien de terminar su vida puede ser provocado por una depresión o por presiones externas. Así que cualquier presunción que diga que una decisión así es ‘racional’ no hace justicia a los hechos”.
Los líderes firmantes se sienten preocupados ante una
sociedad “en la que la vida es entendida primordialmente en términos de utilidad, y las personas son evaluadas según ello”. El avance hacia la eutanasia legalizada tendría un “serio efecto nocivo” sobre la sociedad en su conjunto, concluye el texto.
DESMOND TUTU Y LORD CAREY, NOTAS DISCORDANTES
Aun así, una de las pocas voces cristianas que se ha levantado a favor de la eutanasia en el debate británico, ha sido la del sudafricano
Desmond Tutu. El arzobispo anglicano retirado de 82 años ha pedido a los cristianos “un cambio de mentalidad”, en un artículo en The Observer en el que se mostraba
“a favor de la muerte asistida”.
“He tenido el privilegio de de pasar mi vida trabajando para la dignidad de la vida. Ahora quiero aplicar mi mente al tema de la dignidad para los que mueren.
Reverencio la santidad de la vida, pero no a cualquier coste”. Tutu explicaba que en gran parte había influenciado en su cambio de opinión el ver cómo se alargaba artificialmente la vida de su amigo
Nelson Mandela.
Otra voz muy respetada había pedido también, justo antes, votar a favor de legalización de la “muerte asistida”. El
exarzobispo de Canterbury Lord Carey reconocía que había cambiado de opinión alegando que “las viejas certidumbres filosóficas se han derrumbado ante la
realidad del sufrimiento innecesario”.
Carey recibía una contundente respuesta del actual obispo de Rochester,
Michael Nazir-Ali, que se mostraba “sorprendido” por su posición “no cristiana”. “Especialmente la vida de los mayores” debe ser tratada con especial cuidado, cree Nazir-Ali, acompañando a las personas que están muriendo.
“Personas a las que se les ha pronosticado 6 meses o menos, a veces siguen viviendo por años.
¿Quién será responsable de esas muertes prematuras si el proyecto de Lord Falconer se convierte en ley?”. Y concluía: “Debemos defender el valor de la vida humana, trabajar para aliviar el sufrimiento y
honrar el papel de la profesión médica en su esfuerzo por preservar la vida, no destruirla”.
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