A lo largo de la historia de la Iglesia, la comprensión de un Evangelio integral marcó a hombres y mujeres que se destacaron por sus aportes a la defensa de los derechos humanos y la justicia social.
Con motivo de conmemorarse el
10 de de diciembre el Día Internacional de los Derechos Humanos, coincidiendo con el aniversario de la Declaración Universal de 1948, recordamos a algunos de estos evangélicos o protestantes que ya forman parte
de la Historia Moderna.
HENRI DUNANT
Iniciamos la galería de defensores de los derechos humanos con Jean Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja, un hombre de profunda fe cristiana y ejemplar desprendimiento, cuya labor fue reconocida internacionalmente con el primer Premio Nobel de la Paz en 1901
Dunant impulsó la creación de la reconocida entidad en 1863 tras ver con sus propios ojos los efectos de la devastadora batalla de Solferino, en Italia, que acabó con 40.000 personas heridas o muertas. Comprobó con horror que nadie atendía a los heridos por temor a que fingieran estarlo y atacaran a los que acudieran a socorrerlos.
Dunant creció en un ambiente marcado por la fe cristiana protestante. Sus padres le dieron el ejemplo de un hondo amor por las enseñanzas de Jesús y en su adolescencia fue muy influenciado por los sermones de Louis Gaussen, un predicador que fundaría la Société Evangélique y la Facultad libre del oratorio. Gaussen insistía en vivir el Evangelio dotando de especial valor a la práctica de la caridad.
Cuando Dunant tenía veinte años, el deseo de expresar su fe cristiana de forma visible le llevó a formar parte del grupo fundador de la llamada Reunión de los jueves, unos encuentros en los que los jóvenes asumían tareas caritativas. La pasión de Dunant por desarrollar un trabajo efectivo le llevaría a mirar más allá de su propio espacio y contactar con otras organizaciones con fines similares. Construyó puentes con la YMCA (Young Men’s Christian Association). Más tarde, en 1855, reunió en París a varias organizaciones juveniles similares, para estrechar lazos.
En un artículo escrito
con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación 2012 a la Cruz Roja, el escritor, historiador, escritor y periodista César Vidal explica que “Dunant se encontraba de camino para entrevistarse con Napoleón III. Su propósito era lograr el permiso imperial para poder enviar misioneros protestantes a Argelia, a la sazón colonia francesa. Hasta ese momento, las autoridades galas se habían mostrado muy reticentes frente a la idea de que aquellos misioneros desarrollaran su actividad en territorio francés aunque también se ocuparan de tareas humanitarias”.
En este viaje fue donde pudo presenciar la devastación de Solferino, un impacto que le empujaría definitivamente a crear las bases de la actual Cruz Roja.La profunda fe cristiana y la necesidad que había visto, lo llevaron a convencer a otrospara sumarse a la iniciativa de crear una organización absolutamente neutral cuyas actividades humanitarias fueran aceptadas por todos los beligerantes. En octubre de 1863, se reunieron treinta y un delegados de dieciséis naciones para discutir su visión. Acababa de nacer la Cruz Roja, cuyo signo distintivo sería la cruz de la bandera suiza, pero con los colores invertidos.
En contraste por su enorme pasión por servir a otras personas, la realidad de su vida personal fue especialmente difícil. Con 39 años estaba totalmente arruinado y se vio obligado a abandonar Ginebra. Pero un periodista oyó de su historia y decidió sacarle del olvido. Tras cierta repercusión,
en 1901 Dunant recibiría el primer Premio Nobel de la Paz. Del premio en metálico no se quedó nada sino que entregó buena parte para la fundación de un hospital para pobres en Heiden y el resto lo distribuyó entre instituciones caritativas de Noruega y Suiza.
Dunant murió en 1910, sin dinero. Su vida reflejó su fe y ahora el fruto de su visión pionera es la entidad humanitaria más reconocida del mundo.
JOHN NEWTON Y WILLAM WILBERFORCE
Sublime gracia que salvó a un impío como yo reza uno de los himnos más conocidos en las iglesias evangélicas del mundo entero, una gracia que inspiró a un antiguo capitán de barco negrero, John Newton, tras una profunda experiencia de arrepentimiento y conversión a Jesús para componer una melodía y una letra que dos siglos después no ha perdido un ápice de su fuerza. Esta misma gracia también guió al principal artífice de la abolición de la esclavitud en el imperio británico, William Wilberforce.
Era mediados de 1785, cuando un joven rico y miembro del Parlamento británico desde los 21 años, William Wilberforce, se debatía entre seguir o abandonar la vida política a causa de su reciente conversión al cristianismo de raíz evangélica. Compañeros políticos y, ahora también, de fe tenían que soportar las burlas de una clase acomodada británica que no veía con buenos ojos ningún tipo de fervor religioso, y eso era algo que este gran orador de Yorkshire conocía.
Después de consultar con su buen amigo de tiempos universitarios, y en esos momentos también primer ministro, William Pitt, y también con el líder cristiano John Newton, que había abrazado la fe cristiana después de largos años como capitán de un barco negrero, éstos le aconsejaron continuar con su vida política “con mayor diligencia y compromiso” de lo que había hecho hasta la fecha. Así, Wilberforce optó por trasladar su nueva fe a la vida política para transformar la sociedad desde los órganos de poder.
Realmente,
Wilberforce no fue el primer británico ni el primer protestante en clamar en contra del comercio de personas en Inglaterra. Un predicador tan influyente como el metodista John Wesley, pensadores de la talla de Adam Smith o grupos de cuáqueros ya habían abogado contra esta práctica que obligó a desplazar más de once millones de africanos a América, de los cuales un millón y medio perecieron durante el trayecto.
De hecho, el parlamentario Wilberforce conoció estas ideas entre los años 1783 y 1784, pero no tomó partido por esta causa hasta después de su conversión al cristianismo, un año después. Pasado el tiempo, los grupos de personas que ya trabajaban contra la esclavitud organizaron una cena con Wilberforce para proponerle, formalmente, que él llevara esta causa hasta el parlamento británico, entendiendo que la única manera que tenían de luchar contra este comercio era desde los propios órganos legislativos que amparaban la esclavitud.
Fue 1833 el año en que el Imperio Británico acabó con la esclavitud, y el propio Wilberforce “agradeció a Dios el haber vivido lo suficiente para, en sus propias palabras, ‘contemplar ese día".
VIZCARRONDO: EL “WILBERFORCE ESPAÑOL”
La historia de WIlberforce es conocida mundialmente, e incluso llegó a las grandes pantallas en “Amazing Grace” (2006), que explica su vida. Sin embargo, se conoce menos al “ Wilberforce español”, Julio Vizcarrondo Coronado, con toda una vida de lucha para defender dos causas: la abolición de la esclavitud y la libertad religiosa.
Vizcarrondo nació en Puerto Rico en 1829, de una familia propietaria de “haciendas”, en las que trabajaban muchos esclavos. Su familia estaba emparentada con sectores de la nobleza y el ejército español, así que recibió una buena educación no sólo en su Puerto Rico natal, sino también en Madrid y en París, donde hizo sus estudios superiores. “Desde muy joven, mostró una gran sensibilidad por la situación social de Puerto Rico. Pronto, hizo suya la causa abolicionista”, por lo que tuvo que exiliarse a Nueva York en 1850.
“Allí, conoció a la que sería su esposa, la formidable agitadora social Henriette Brewster y Cornell, de Filadelfia. A través de su mujer, conoció y profesó también la fe evangélica ”.
Vizcarrondo, como Wilberforce, también destacó por su iniciativa política . Fue elegido diputado por el distrito de Ponce en Puerto Rico y fue miembro fundador de la Sociedad Abolicionista Española. Esta entidad contó con el apoyo de “destacadas figuras políticos y sociales españolas del momento como Práxedes Mateo Sagasta, Emilio Castelar, Francisco Giner de los Ríos y Benito Pérez Galdós”.
Consiguió que su sueño se cumpliera en marzo de 1873, durante la primera República Española, cuando se abolió la esclavitud en Puerto Rico. Cuba seguiría el mismo camino en 1886.
ELISABETH EIDENBENZ, ´MADRE´ DE MULTITUDES
Otra personalidad destacada por su labor en defensa de los derechos humanos es Elisabeth Eidenbenz, enfermera y profesora de fe protestante, quien falleció en Zurich el 23 de mayo de 2011, a los 97 años. En 1939 fundó la Maternidad de Elna, donde salvó las vidas de 597 hijos de refugiados españoles de la Guerra Civil que se encontraban en el campo de refugiados de Argeles y a aproximadamente 200 judíos que huían del nazismo. Si añadimos a sus madres, unas 1200 personas.
Eidenbenz trabajó como maestra en diferentes colegios de Suiza y Dinamarca hasta que decidió integrarse en la
Asociación de Ayuda a los Niños de la Guerra. Llegó a España en 1937, en plena Guerra Civil, con una delegación suiza de ayuda humanitaria y material. Tras la derrota republicana, cientos de miles de españoles huyeron de las represalias cruzando los Pirineos. Cuando llegaban a Francia eran llevados a campos de concentración como el de Argeles. Lugares sin condiciones sanitarias, construidos en plena playa, donde no había lugar donde refugiarse.
Elisabeth se dio cuenta de que las mujeres embarazadas y los bebés se encontraban en grave peligro debido a las condiciones en las que vivían durante el embarazo y el parto.En los campos de concentración donde Elisabeth desempeñaba su labor humanitaria había una mortalidad infantil del 95%; a las mujeres, cuando tenían que dar a luz, se las llevaban a parir a unas caballerizas de Perpiñán.
Contra esta adversidad, se sublevó la "señorita Elisabeth" -así empezaron a llamarla las madres- quien decidió construir una maternidad en un palacete abandonado en la localidad cercana de Elna.
Al principio, la maternidad se mantuvo gracias a donaciones voluntarias que llegaban de Europa, pero
tras el comienzo de la II Guerra Mundial, los fondos disminuyeron y comenzaron a llegar refugiados de Francia y el resto de Europa. Principalmente eran mujeres judías que huían de la ocupación nazi. Por ello, la maternidad se vio obligada a asociarse con la Cruz Roja y acatar la política de esta sobre neutralidad. Esto le impedía acoger refugiados políticos, sobre todo judíos, y por ello se decidió falsear la identidad de gran parte de ellos con el fin de burlar estas leyes. Fueron muy hostigados por la Gestapo, llegando a ser detenida Elizabeth en una ocasión.
El reconocimiento por su extraordinaria solidaridad no le llegó hasta hace aproximadamente diez años.Retirada en la población de Rekawinkel, a 30 km de Viena Austria, empezó a recibir homenajes a partir de 2002, entre ellos la Creu de Sant Jordi del gobierno catalán en 2006, la Legión de Honor del gobierno francés, la Medalla de los Justos entre las Naciones de Israel o la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social del gobierno español.
HO, EL “SCHINDLER” CHINO
Ho Feng-shan, llamado “el Schindler chino”, es otro de los cristianos que hizo un gran aporte la defensa de los derechos humanos. Concretamente, brindó ayuda para que muchos judíos lograran escapar del Holocausto.
Documentos descubiertos por azar en 2010 muestran que la República de China, nombre oficial de Taiwán, fue uno de los pocos países del mundo que ayudó a los judíos a escapar del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial, concediendo visados a judíos en las zonas ocupadas por las tropas de Hitler, aunque muchos de los documentos se quedaron en China, cuando Chiang Kai-shek, su gobierno y sus tropas se refugiaron en Taiwán, tras ser derrotados en 1949 por Mao Zedong.
Los documentos hallados recientemente muestran que Ho, que fue cónsul en Viena de 1938 a 1940, concedió visados a todos los judíos que los pidieron para facilitar su traslado a Shanghái. La labor de Ho en favor de los judíos no se hizo pública hasta su muerte en 1997, fecha en que la organización judía Yad Vashem le concedió el título de “Justo entre las Naciones”.
En el momento cumbre de sus actividades Ho emitía entre 400 y 500 visados al mes. Posteriormente habría de decir: “Me pareció simplemente natural sentir compasión y desear ayudar. Desde el punto de vista de la humanidad, así debe ser”.
Ho nació el 10 de septiembre de 1901 en la localidad rural de Yiyang, provincia de Hunan. Su padre murió cuando él tenía siete años. Fue educado junto a sus tres hermanas en un asilo misionero para pobres. “Era un cristiano” reflexionaba su hija Manli Ho. “Y fundamentalmente creía que lo natural era actuar así”.
DESMOND TUTU
Desmond Tutu, arzobispo emérito anglicano de Ciudad del Cabo, ha sido siempre un defensor incansable de los Derechos Humanos y representante también del movimiento por la no violencia desde mediados de los años setenta del pasado siglo.
En julio de 2010 anunció que se retiraría para dedicar más tiempo a su familia. “Ha llegado el momento de ir más despacio y de tomar té de roibos (infusión típica de África meridional) con mi mujer por las tardes”, dijo. Sin embargo, Tutu dejó abierta la puerta a esporádicas intervenciones futuras, al decir entre risas a los periodistas que, a partir de ahora, “no me llamen, ya les llamaré yo”, parafraseando al también Premio Nobel de la Paz y ex presidente de Sudáfrica Nelson Mandela, que se retiró de la vida pública en 2001.
Nacido en Klerksdorp, en las afueras de Johannesburgo, el 7 de octubre de 1931, completó su formación en Inglaterra, en el King´s College y la Universidad de Londres, antes de trabajar como maestro de escuela de 1954 a 1957 y de ser ordenado pastor de la Iglesia Anglicana en 1960.
En 1975 fue designado decano de la catedral anglicana de Johannesburgo, cargo al que por primera vez accedía un negro, y se instaló en Soweto, donde vivió la discriminación racial, la represión policial y las sangrientas revueltas de 1976, en las que aquel año resultaron muertas 600 personas, la mayoría jóvenes.
En 1977 fue nombrado obispo de Lesotho y mostró abiertamente su apoyo al Movimiento de la Conciencia Negra, dirigido por Steve Biko, que moriría en una cárcel sudafricana al año siguiente, y desde entonces su actividad contra el régimen racista establecido en 1960 por la minoría blanca no cesaría hasta su desaparición, en 1994.
Tutu recibió el Premio Nobel de la Paz en 1984 antes de ocupar el Arzobispado Anglicano de Ciudad del Cabo desde 1986 hasta 1996, coincidiendo con el periodo en que Sudáfrica salió del “apartheid” para convertirse en un estado democrático con la elección de Mandela como primer presidente negro del país en 1994.
Ya en el nuevo régimen, Tutu encabezó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica y, posteriormente, ha defendido diversas causas relacionadas con la promoción de los marginados, la defensa de los derechos humanos y la búsqueda de la paz en el mundo. En septiembre de 2005 encabezó junto al ex presidente de Irán Mohamed Jatami el Grupo de Sabios para promover la Alianza de las Civilizaciones, promovida por la ONU, y también forma parte de Los Ancianos, otro grupo de personalidades mundiales creado en torno a Mandela para la defensa de los Derechos Humanos.
LUTHER KING Y JIMMY CARTER
Es imposible nombrar a todos los cristianos comprometidos con la defensa de los Derechos Humanos a lo largo de la Historia reciente, pero no podemos cerrar este recuento sin mencionar a Martin Luther King, Jr. (1929-1968), pastor estadounidense de la iglesia bautista que desarrolló una labor crucial en Estados Unidos al frente del Movimiento por los derechos civiles para los afroamericanos.
Luther King, premio Nobel de la Paz, promovió la resistencia no violenta ante la discriminación racial. “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”, es una de sus frases célebres. “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”, refleja su estilo de vida. Es famoso
su discurso "Tengo un sueño", ante el monumento de Abraham Lincoln,
James “Jimmy” Carter, ex presidente de Estados Unidos ((1977-1981), es otro cristiano que recibió el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos “para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, impulsar la democracia y los derechos humanos y fomentar el desarrollo económico y social”.
Su mandato presidencial estuvo marcado por importantes éxitos en política exterior. Desde que abandonó la Casa Blanca, se ha dedicado a una labor de mediación en conflictos internacionales y a poner su prestigio al servicio de causas humanitarias, en 1982, fundó junto con su esposa Rosalynn, el Centro Carter, una organización no gubernamental que lucha por el avance de los derechos humanos, la mediación en conflictos internacionales y que ha estado presente como observador en distintos procesos electorales.
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