Hatfield murió el 7 de agosto de este año, en Oregón, estado del que fue gobernador entre 1959 y 1967, y al que representó en el Senado de los Estados Unidos en los siguientes treinta años.
Explica Samuel Escobar en un artículo sobre su persona que además de ser un político excepcional, Hatfield fue un cristiano evangélico que nunca ocultó sus convicciones y que fue progresista precisamente por la fuerza de dichas convicciones cristianas. Incluso casi en solitario disentía de los líderes de su partido republicano “en asuntos como el gasto público en programas sociales y las escaladas bélicas”.
Con motivo de su fallecimiento la conocida revista Christianity Today reprodujo el mismo 8 de agosto una entrevista que le habían hecho en 1982. El reportaje empezaba señalando con el New York Times que Hatfield rompía todos los moldes y resultaba por ello una figura enigmática: “es republicano pero se lo conoce como liberal en política, está contra la guerra nuclear pero no es un pacifista, apoya todo tipo de programa para ayudar a los pobres y al mismo tiempo es un conservador en materia fiscal, es amigo de Billy Graham y auspicia un proyecto legislativo con el senador Edward Kennedy (demócrata y católico)… es un evangélico devoto, miembro de la Iglesia Bautista de Georgetown, pero ninguna organización fundamentalista o evangélica se ha apropiado de él.”
En la entrevista Hatfield habla de su peregrinaje espiritual. Nacido
en Dallas, en Oregón, su familia era bautista. Cuando se mudaron a Salem conscientemente tuvo un encuentro con Cristo de manera personal y consciente a los trece años, en 1935.
Después su fe tuvo altibajos. Sin embargo, después de la segunda guerra mundial, cuando llegó a ser profesor de Ciencia Política en la Universidad de Willamette, fueron sus alumnos que tenían un grupo de activistas cristianos en la universidad quienes lo confrontaron con la necesidad de tomarse más en serio su fe cristiana. “Aprendí yo más de esos estudiantes cristianos que lo que ellos aprendieron de mí”, explica.
Ante la pregunta de si su entrega a Jesucristo tiene influencia significativa sobre su trabajo como Senador responde en la entrevista: “Ella guía mi vida. Ser senador es sólo una parte de mi experiencia cristiana en el sentido de construir mis valores, relacionarme con los demás, ser sensible y amar a otras personas, reflejar la verdad del evangelio encarnándolo. La gracia de Dios se ejercita continuamente hacia otras personas por medio de nuestras vidas, sea cuando estoy en el Senado o cuando converso con un periodista como usted, trato de vivir mi vida de manera consistente con el Evangelio.”
¿Ha encontrado a veces en su vida política situaciones en las cuales su deber como senador en una sociedad pluralista entra en conflicto con sus convicciones como cristiano? “Sí, la pregunta que enfrento es ¿hasta dónde puedo ir en la aplicación de mi fe cristiana en una sociedad donde no todos son cristianos? Por ejemplo en cuestiones como la guerra y la paz, yo puedo estar dispuesto a arriesgar mi propia vida ¿pero hasta dónde tengo derecho a arriesgar las vidas de los demás? Uno puede llegar a un punto en el cual hay que escoger entre lo que uno piensa personalmente y lo que piensa la mayoría de las personas a quienes uno representa. Sí, eso me sucede frecuentemente aunque no en relación con mis convicciones cristianas. Con más frecuencia son mis convicciones políticas las que están en conflicto con las de las personas que me han elegido.”
Hatfield se opuso a la guerra en Viet Nam y algunos lo han descrito como un pacifista. Ante la pregunta de si es pacifista responde: “Me considero un pacifista nuclear, no un pacifista en general. Tampoco soy una persona que apoye un desarme unilateral. Estoy dispuesto a que nos arriesguemos a tomar un paso en esa dirección. Pero tiene que haber una respuesta antes de que tomemos un segundo paso.”
Hatfield decía que hay muchos males sociales que existen porque la gente los tolera.“La pornografía existe porque la gente la tolera y no quiere cambiar las cosas… Hay males sociales que existen porque la gente los acepta y los tolera. Hasta gente que se consideran buenos miembros de iglesias esperan que las soluciones vengan desde arriba. Quieren una moralidad impuesta o una acción ética regulatoria. Pero los cambios efectivos vienen de dentro de las personas.
La sorprendente y paradójica carrera política de este evangélico se caracterizó por la lucidez, la eficiencia, la fuerte conciencia social, la firmeza aun en medio de la soledad, la integridad personal y un cristianismo desinhibido, concluye Samuel Escobar.
Terminamos con unas palabras que recoge Escobar de su obituario en El País: “En una época de movimientos radicales, grupos ultraconservadores y Tea Party, Mark Hatfield destacaba como el último de los senadores afiliados al partido republicano, que defendían en algunos aspectos, valores propios de la izquierda. Era una muestra de independencia política.”
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