A principios de 1947 tres pastores beduinos descubrieron unas tinajas grandes de barro que contenían pergaminos antiguos en una cueva cercana a las ruinas de un asentamiento abandonado en Khirbet Qumrán. Este hallazgo hizo que 150 años de la investigación científica bíblica se tuviesen que volver a examinar a la luz de lo que se encontró. En 1952, otra cueva fue encontrada con una serie de textos adicionales, y en 1956 se encontró la cueva 11.
Israel tuvo la suerte de comprar algunos de esos pergaminos y llevarlos a Jerusalén gracias a los esfuerzos del Prof. Eliezer Sukenik de la Universidad Hebrea y su hijo, Yigael Yadin. Durante los últimos 60 años, estos pergaminos de 2.000 años de antigüedad han sido estudiados por académicos, y han demostrado ser un tesoro histórico, filológico y religioso.
Fueron catalogados y fotografiados, y se convirtió en una valiosa guía para el estudio de tiempos del Segundo Templo judío - un testimonio original del pasado. Finalmente en 1991 una serie de fotografías que incluía la colección completa de todos los pergaminos puso fin a la lucha por acceder a su estudio.
Esto hace posible a que poco a poco se vayan conociendo quiénes eran esos judíos que vivían en el Qumran, que se llamaban a sí mismos «Yahad» (que quiere decir comuna).
Es probable que quienes habitaron en Qumrán fueran miembros del movimiento esenio, tal y como lo han descrito Josefo y Filón Alexandroni entre otros. El ingreso a este grupo era muy difícil ya que habían normas muy exigentes, además su vida era comunal y tenían normas muy estrictas relacionadas con el matrimonio, el divorcio y el celibato. Cumplían severas reglas de purificación todas ellas impuestas por su líder, Sadoc.
Este «maestro de la justicia» era un sacerdote que no aceptó las normas que se implantaron en el Segundo Templo. Sadoc junto a un grupo de alumnos huyó de Jerusalén a Damasco y luego se establecieron en Qumrán. Este grupo de esenios se dedicó a guardar la literatura sagrada, y tuvieron una preferencia por los libros de Ezequiel y Daniel. Además conservaban el Libro de Enoc, los Jubileos, y la Torá. Disponían de una liturgia propia y su estilo de vida era muy particular.
Según los profesores universitarios judíos Ben Zion Wacholder y Shemaryahu Talmon en la comunidad del Qumrán se nota la influencia de los círculos anti-sacerdotales del Segundo Templo - una revolución que surgió con la revuelta macabea. Según ellos, Sadoc escribió por sí mismo una Torá propia, instituyó su calendario y tenía previsto establecer su propio Templo.
El grupo creía en la predestinación, y percibían el mal como un antecedente a la realidad autónoma y a la capacidad del libre albedrío. Por ello ponían mucho énfasis en la pureza que tenía que ser preservada a cualquier precio.
Según el Profesor judío Gabriel Boccaccini en su estudio «Más allá de la Hipótesis de los Esenios» el judaísmo post-macabeo confrontó tres tendencias: el samaritanismo, el judaísmo sadoquita y el judaísmo henoquita.
El judaísmo sadoquita originó las corrientes de los saduceos y de los fariseos que a su vez desarrollaron el judaísmo rabínico, mientras que el judaísmo henoquita desarrolló el esenismo y el judaísmo del Qumrán.
Algunos estudiosos ven raíces esenias en el desarrollo del cristianismo en especial en la figura de Juan el Bautista. Estos estudiosos afirman que este grupo desafió el movimiento sacerdotal sadoquita y encontró un oasis de paz en Qumrán en contraposición a las presiones de la Jerusalén ocupada por los romanos. El «Maestro de Justicia» y su grupo de seguidores (que tenía que someterse a una prueba de tres años para poder ser aceptados) vivían como los primeros cristianos en comunidad, compartiendo sueños y esperanzas mesiánicas tratando de vivir una vida separada del mundo.
QUMRAM Y LOS ESENIOS, SEGÚN C. VIDAL
El especialista en historia César Vidal escribió en Protestante Digital acerca de este tema un artículo en el que explica las distintas posturas ante este grupo, inclinándose finalmente por «afirmar que el grupo de Qumran fue un movimiento que quizá, y sólo quizá, pueda identificarse con los esenios, aunque las diferencias existentes con éstos, hacen más prudente considerarlos sólo como un grupo parecido pero no idéntico de los varios que poblaban el desierto de Judea».
Pueden consultar el
artículo de César Vidal dentro de la serie «El contexto religioso de los evangelios».
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