Nacida el 26 de agosto de 1910 en Uskub, Imperio otomano (actual Skopje, República de Macedonia), creció bajo el hombre de Agnes Gonxha Bojaxhiu hasta que hizo sus primeros votos de pobreza, castidad y obediencia como monja el 24 de mayo de 1931.
Más tarde se radicó en la India, donde fundó las Misioneras de la Caridad en 1950. Por más de 40 años sirvió a los pobres, a los enfermos, a los menesterosos, los huérfanos y las viudas, hasta pocos meses antes de su muerte ocurrida el 5 de septiembre de 1997. Tras su fallecimiento, el papa Juan Pablo II le atribuyó el título de Beata.
Con motivo del centenerario de su nacimiento, un significativo número de conmemoraciones tuvieron lugar el pasado en diversas partes del mundo. En la India se puso en marcha un tren que lleva el nombre de Mother Teresa Express; en Estados Unidos se iluminó un edificio en una de las barriadas más pobres de Nueva York, Brooklyn, donde ella misma fundó una congregación de las Misioneras de la Caridad. Igualmente, en el Bronx neoyorquino, el Hutchinson Metro Center, también tuvo una iluminación especial. Mientras que, para disgusto de sus seguidoras, el Empire State optó por apagarse para recordar de esa manera su ausencia. El argumento esgrimido para ello fue una frase, de la propia religiosa, en la cual expresó: “Si alguna vez llego a santa, seguramente seré una santa de la oscuridad.”
En diversas partes de la India y Pakistán también hubo conmemoraciones, las más con características religiosas, como también ocurrió en España. Aquí se celebraron tres misas en la Catedral de la Almudena, en Madrid, e igual número en la Iglesia de San Agustín, de Barcelona.
Se dice que, en sus inicios, eligió el nombre de Teresa en honor a Thérèse de Lsieux, la santa patrona de las misioneras; miembro de las Hermanas de nuestra Señora de Loreto, a la cual se integró después de varias etapas vividas en Viena, Berna, París, Londres y Dublín, se autodenominaba “Esposa de Cristo para toda la eternidad”.
LLAMADA A LOS POBRES
El 10 de septiembre de 1946, recibió lo que ella definiría más tarde como “la llamada de la llamada” de Dios y, después de sus retiros anuales y de haber adoptado la ciudadanía india en el ’48, abandonó el convento, bajo la autorización del papa Pío XII, para ayudar a los pobres, viviendo entre ellos por el resto de sus días.
Las penurias económicas de su orden nunca le llevaron a cejar en el empeño de hacer de las manos de ella y de la de sus hermanas, las manos de Cristo.
Uno de los logros más significativos de su vida es que la obra que comenzó con apenas 13 miembros y hoy cuenta con más de 4 mil monjas que laboran, de manera dedicada, en hospicios, orfanatos, hogares de ancianos, hospitales y centros para sidosos, además del cuidado con los refugiados en muchas partes del mundo. Igualmente reciben su caridad las personas con algún tipo de discapacidad, los alcohólicos, los pobres y las personas sin hogar o víctimas de inundaciones, epidemias y, sobre todo, la hambruna.
CRÍTICAS Y DEBATES
A pesar de ser muy criticada por quienes decían que daba solo asistencia en lugar de combatir la pobreza, dentro de la Iglesia se discutía su “actitud poco ortodoxa”, mientras otros le señalaban que no tuviera en cuenta los problemas estructurales de la India. También fue muy debatida su oposición al uso del preservativo y al aborto, como métodos anticonceptivos y de salud, contrastante con las altas tasas de sida en el mundo; mientras no pocos, también, especularon sobre el origen del dinero en el financiamiento de sus proyectos humanitarios.
Sin embargo, recibió innumerables reconocimientos de diversos países a su labor. El primero, otorgado en 1962, el Premio Ramón Magsaysay, “se destinaba a perpetuar su ejemplo de integridad en el gobierno, su valiente servicio a los seres humanos y el idealismo pragmático en una sociedad democrática”, en el cual se concretaba su trabajo realizado en el suroeste de Asia.
En 1970, Madre Teresa se había convertido en una celebridad internacional y, entre tantos galardones que le fueran entregados a lo largo de su generosa existencia, ya en 1971, el papa Pablo VI, quien estuvo a su cargo durante más de 15 años, le entregó el Premio de la Paz Juan XXIII, elogiando su visualización de la caridad cristiana y los esfuerzos de paz. Mientras que, en el ’79, se le entregaba el Premio Nobel de la Paz, consistente en 192 mil dólares que ella pidió se les repartieran a los pobres de la India.
Tras el otorgamiento, un periodista le preguntó: “¿Qué podemos hacer para promover la paz mundial?” Y ella respondió: “Vete a casa y ama a tu familia”. Luego, durante una conferencia que sobre el galardón ella dictó, dijo que lo aceptaba “para la gloria de Dios y de su pueblo, el más pobre entre los pobres.”
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