Cien años después de la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo 1910, la voz latina es escuchada en Edimburgo 2010. En 1910, los 1.200 delegados procedentes de Estados Unidos, Inglaterra y Europa continental definieron el «mapa misionero» del mundo, del que excluyeron a América Latina, así como también a España. No reconocieron entonces los congresistas a la comunidad de naciones de Iberoamérica a ambos lados del «charco» como «tierras de misión». Dieron por hecho que las naciones de habla española pertenecían al «mundo cristiano», pero lo cierto es que no hubo participación alguna de parte interesada en tal conclusión. Fue una decisión unilateral.
En esta ocasión, en cambio, líderes hispanos participan en cada sesión del programa de la Conferencia Edimburgo 2010, que se celebró en la capital escocesa del 2 al 6 de junio.
La plenaria sobre América Latina estuvo a cargo de Bertil Ekström, director ejecutivo de la Comisión de Misiones de la Alianza Evangélica Mundial. Empezó su alocución diciendo que «hay mucho que hablar del testimonio cristiano en América Latina». Se centró en algunos aspectos prácticos. Empezó por las estadísticas, que encuadran a la mayoría de la población latinoamericana dentro de las diferentes tradiciones cristianas, cuando la asistencia a los servicios en las iglesias no pasa del 30 por ciento de la población.
La plena libertad religiosa que existe hoy en día en el continente hace posible que broten en un suelo fértil todo tipo de creencias y expresiones, señaló. Sobre la proliferación de nuevos movimientos religiosos que se autodenominan cristianos, vino a reconocer que «es un problema para muchos de nosotros».
En la actualidad, América Latina registra uno de los índices mundiales más elevados de crecimiento de las iglesias de diferentes denominaciones y tradiciones. «Podríamos hablar de movimientos de avivamiento dentro de las iglesias católicas, protestantes históricas y tradicionales», dijo Ekström, «así como también dentro de los movimientos carismáticos y pentecostales, especialmente entre las clases medias y los pobres.»
En cuanto a la situación actual del testimonio cristiano en América Latina, Ekström destacó la unión que allí se da entre «kerygma» (la proclamación del Evangelio) y «diaconía» (el compromiso social). «La credibilidad ante la sociedad demanda un acercamiento integral a la gente», afirmó, «en el que las necesidades de orden espiritual, emocional, físico, de relación y social de la gente sean tomadas en serio y satisfechas».
EKSTRÖM: «IGLESIA GRANDE, IMPACTO DÉBIL»
Otra característica que citó fue la ausencia de una postura unida de los cristianos en muchos temas. Esta falta de unidad es «sin duda obstáculo para el impacto significativo tanto en la sociedad como ante nuestros gobiernos». Ekström puso «el dedo en la llaga» al señalar la dicotomía entre la vida en la iglesia los domingos y la vida en la comunidad el resto de la semana.
«La cuestión que nos planteamos», reconoció, es «¿cómo puede ser que la iglesia sea tan grande y nuestra influencia en la sociedad, incluyendo los distintos niveles de liderazgo, los medios y los gobiernos, tan débil?».
Por último, Ekström vino a reconocer que, a pesar de anteriores tensiones entre las diferentes tradiciones cristianas a la hora de trabajar juntos, «hay señales de mejora y pasos concretos para una colaboración más estrecha. Como ejemplo, puso la campaña de fraternidad centrada en las cuestiones de finanzas y administración responsable iniciada por la Conferencia de Obispos católica en Brasil este año y apoyada por otras iglesias cristianas.
Otro ejemplo fue el de las Alianzas Evangélicas nacionales que acogen indistintamente iglesias «ecuménicas» y «evangelicales». «Por cierto», puntualizó Ekström, se trata de «una distinción que no tiene mucho sentido para nosotros en América Latina.
«¿Es América Latina un continente cristiano?» «¿Ya no necesita el trabajo misionero?» Esta cuestión que se planteó en Edimburgo 1910, en el entendimiento de que no era necesaria más inversión misionera del exterior, fue contextualizada por Bertil Ekström en los crudos términos reales: «La voz latina no fue oída».
El diagnóstico de los líderes latinoamericanos reunidos en Panamá seis años después para analizar la situación en el Continente fue diametralmente distinta, recordó Ekström, de la conclusión de los congresistas de Edimburgo: «América Latina fue considerada aun un campo de misión necesitado de ayuda». A idéntica conclusión se llegó en dos conferencias ulteriores, en Uruguay en 1925 y en Cuba en 1929.
Finalizó su intervención con un recuerdo para los 200 grupos tribales, los inmigrantes de muchas naciones y unas clases medias en fase de creciente secularización «que necesitan oír un testimonio claro y vivo de Cristo».
No importan tanto los números del crecimiento de la Iglesia Cristiana, concluyó, como «un impacto que tenga consecuencias positivas en la sociedad, transformando individuos y comunidades, pero también participando en el coro multicultural que adora al Cordero y al Rey, según Apocalipsis, con la esperanza de una eternidad con Dios».
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