En Estados Unidos se calcula que 58 millones de personas padecen algún tipo de sobrepeso y 3 millones, obesidad mórbida. No es extraño, por tanto, que sea en este país en donde proliferan este tipo de fórmulas para reducir talla. Las dietas religiosas para adelgazar, fundamentalmente cristianas, nacieron en Estados Unidos. La tendencia poco a poco va llegando a Europa, especialmente al Reino Unido.
UNA HISTORIA DE PESO
Adelgazar mediante la gracia divina comenzó en 1957, cuando el pastor presbiteriano Charles Shedd publicó “Aleja tu peso con oraciones” (Pray your weight away, en inglés), en el que su autor sostiene que la obesidad es un pecado y que la oración es el camino hacia la delgadez... y para alcanzar la salvación.
"Comencé el programa con 102 kilos en diciembre de 2001 y mis ojos se abrieron a la verdad absoluta. Aprendí que no puedes codiciar la comida y alcanzar el cielo", explica Blake Zanoni, que se inscribió al programa con sus padres. Nueve meses después de inscribirse al programa Weigh Down, según su testimonio, Blake pesaba 67 kilos. "A través de los talleres de Weigh Down desarrollé una relación con Dios como nunca antes. Cada vez que tengo hambre oro, leo la Biblia, escucho las cintas de los talleres de adelgazamiento o escribo", asegura Zanoni en la página web del programa.
La obra de Shedd impulsó a otros autores a publicar sus trabajos, con títulos tan variopintos como “Ayúdame, Dios mío, el demonio me quiere gordo”; o “Delgado para Él”.
First Place es otra organización que ofrece dietas divinas. Fundada en 1981 en Houston, dice tener registrados a medio millón de miembros en Estados Unidos. Thin Within tiene 100 grupos de trabajo en Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido.
TAMBIÉN SE PIERDE DINERO
Además de esta espesa literatura, las dietas del espíritu también ponen a disposición de sus feligreses productos para alejar la tentación del diablo, como vídeos para hacer ejercicio, vitaminas, joyas -para recordar que la gula es un pecado-, "productos para la alegría" y vitaminas para potenciar la memoria.
Los talleres que ofrece la agencia Weigh Down, creada por Gwen Shamblin, tienen un coste aproximado de 100 dólares (unos 80 euros) e incluyen 17 clases, así como libros y audiocintas. Quienes se inscriben no tienen restricciones en el tipo de alimentos que pueden consumir -azúcares, grasas- y tampoco deben hacer ejercicio. La devoción total a Dios y la eliminación de la codicia por la comida aseguran, según sus creadores, la pérdida de kilos. Weigh Down dice tener un millón de seguidores en los cerca de 30.000 centros que tiene en todo el mundo.
Los talleres suelen impartirse en iglesias o en residencias privadas. Sus adeptos se reúnen semanalmente para una terapia de grupo. Se sientan en círculo, en ocasiones frente a algún icono religioso, y allí comparten su problemática relación con la comida e intercambian consejos para superar la diabólica tentación. Las sesiones también se realizan cibernéticamente, mediante una cámara web.
POSICIÓN CIENTÍFICA
La posición de la comunidad científica frente a estas fórmulas milagrosas de adelgazamiento es de cierto escepticismo.
Aunque reconocen que la terapia en grupo y la fe son elementos que ayudan a alcanzar metas, estos programas "no integran los últimos avances en el campo de la nutrición y en general carecen de sustento científico", explicó el director del Centro de Trastornos Alimenticios de la Universidad de Yale (en Estados Unidos), Kelly Brownell.
Sin duda los efectos beneficiosos del ejercicio, un balance adecuado de nutrientes, y las dietas pobres en grasas animales son conceptos que en nada se oponen a la fe y que sin embargo son ignorados por estas "dietas espirituales". Bastaría con que los líderes religiosos que honestamente quieren luchar contra la plaga de la obesidad consulten antes a la comunidad médica, de manera que sin negar el valor de la fe no se de la espalda a la ciencia.
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