El Fondo Monetario Internacional es una entidad nacida para favorecer la estabilidad económica y vigilar las balanzas de pagos de los distintos Estados asociados (188 países lo conforman) que propulsa medidas que puedan favorecer el crecimiento económico, el empleo, y combatan la pobreza.
Esta, al menos, es la teoría. Porque en la historia de la entidad se han reconocido sonoros fracasos. El último, el de las políticas de austeridad recomendadas a Grecia, que no han conseguido la recuperación del país europeo.
A España se le dan diez recomendaciones, las cuales no difieren demasiado de la política empleada en Grecia.
La primera ha sido la más contestada en este país, ya que propone favorecer la creación de empleo con un descenso de los sueldos en un 10 por ciento y un aumento del IVA. Estas medidas se recomiendan porque, según el FMI, la recuperación económica en España será lenta y no se conseguirá crear empleo hasta 2016, por lo que el ajuste para la mejora del PIB del país pasaría por esta rebaja salarial que se desarrollaría en los próximos dos años.
La entidad apuesta también por un aumento del Impuesto de Valor Añadido (IVA) que según el FMI ayudaría a reducir el déficit público.
Las previsiones de paro, en todo caso, son poco halagüeñas: un 27% en 2014, 26,9% en 2015, 26,6% en 2016, 26,0% en 2015, 25,3% en 2018. Por lo que antes del 2019 no bajará del 25%, lo que supone un notable empeoramiento respecto a sus proyecciones del pasado mes de abril.
HISTORIA DEL FMI
En un
artículo publicado en Protestante Digital, el teólogo peruano Samuel Escobar, afincado en España desde 2001, recuerda situaciones similares vividas con el FMI en Latinoamérica.
“Hace unas décadas (el FMI) despachaba sus recetas, que habíamos aprendido a temer porque casi siempre ellas significaban que habría que reducir camas y médicos en los hospitales públicos, abandonar los proyectos de construcción de nuevas escuelas, y aumentar los presupuestos para policías antidisturbios. Y así nuestros gobernantes, según su ideología, si eran de derechas ya tenían a quien echarle la culpa por el sufrimiento que causaban a la población esas recetas y si eran de izquierdas ya tenían una figura sobre la cual cargar la frustración de no poder cumplir las promesas de sus campañas electorales”.
Cada vez que se presentaba una crisis económica y financiera en algún país de Latinoamérica aparecía el FMI, algo que ahora sucede en España, consiguiendo “que actores sociales tan distintos como sindicatos, patronales, partidos de la izquierda y la derecha unan sus voces en criticar sus recetas de rebajas de salarios, y expresen su voluntad de resistencia”.
Dice Escobar que
los evangélicos “que seguimos el consejo apostólico de orar por nuestros gobernantes, podemos pedir a Dios que los arme de valor y sabiduría para resistir estas recetas que lo único que traerían sería mayor sufrimiento a una población que ya va sufriendo bastante”.
Para el columnista de Protestante Digital la población no debe caer en el pensamiento de que no se puede hacer nada. “Un periodismo mal concebido, o intencionalmente dirigido a manipular la mentalidad ciudadana, puede presentar a instituciones creadas por los propios seres humanos, como por ejemplo el FMI, como monstruos colosales frente a los cuales no se puede hacer nada más que aceptar sus recetas por muy crueles e injustas que evidentemente sean”, expone Escobar. Sin embargo
“los ciudadanos, cristianos y no-cristianos, podemos protestar, los economistas pueden elaborar alternativas, los gobiernos pueden resistir al monstruo y éste puede modificarse”.
¿CUÁL ES EL “ABSOLUTO” ECONÓMICO?
Escobar analiza además una ponencia del que fuese director del FMI desde 1987 al 2000, el economista católico francés
Michael Camdessus, que fue invitado por la Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresa a hablar sobre “El mercado y el Reino: la doble pertenencia”. Una ponencia en la que el economista apelaba como principio mayor al “rigor en el ajuste y generosidad en la solidaridad” y advertía que el mercado “al comienzo contiene mil formas de abuso; es la mafia, el triunfo de los astutos o de los traficantes de influencias”.
Avanzaba aún más, advirtiendo que
“debemos aprender con la misma mirada la eficacia del mercado (no es necesario demostrarla), y también su ineficacia congénita, que hace que abandonado a sí mismo se desentienda del único absoluto que reconocemos: la persona. Si no tenemos cuidado, allí están los gérmenes de su autodestrucción”. Unas palabras que resultan casi “proféticas” de la crisis generada en la actualidad y que, según Escobar, conviene recuperar ante las dificultades económicas que atraviesan los ciudadanos españoles en esta crisis cuyo final parece distanciarse.
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