Las iglesias deben ser “estructuras de credibilidad”, cree Marcos Zapata. El pastor evangélico y conferenciante opina que los cristianos en España deben entender el ritmo de cambio que se está dando en la sociedad y ser capaces de adelantarse en su respuesta al conjunto de la sociedad, con el objetivo de ofrecer soluciones auténticas.
Marcos Zapata ha defendido la iglesia como el mejor ejemplo de “estructura de credibilidad”, en su conferencia durante la Asamblea General de la AEE (Alianza Evangélica Española). El conferenciante ha destacado lo especial que es formar parte de la “primera generación que puede ver en directo como se derrumba un imperio”, como sucedió con la caída del Muro de Berlín, y que se repite ahora con la caída en cadena de regímenes en el mundo árabe.
“Somos espectadores de una revolución” en todos los ámbitos. Pero, ¿qué papel juega la iglesia en todos estos cambios sin precedentes? Cree Zapata que la realidad es que
“Muchas veces en el contexto en el que nos vemos [España], la iglesia, en vez de adelantarse, no reacciona a los tiempos y llega tarde”.
Zapata no ignora momentos significativos en las últimas décadas, áreas en las que se ha sido pionero a la hora de dar respuestas a problemas sociales. Cita por ejemplo la obra social de muchas iglesias en el terreno de la drogadicción, que además de ayudar a salir del caos a muchas personas ha llevado también a que “miles” de personas hayan empezado a creer en Dios y se hayan integrado en las iglesias evangélicas.
LA TENDENCIA DE IR A REMOLQUE
Pero la tendencia habitual, cree Zapata, es muchas veces la de ir a remolque. “Cuando la sociedad entra en cambios convulsos”, ante “el miedo de lo que viene o a lo que ya está presente, la iglesia, en lugar de tomar una postura de mirar a lo que está delante toma una postura de retraimiento”. Y con ello se cae en algo tan humano, cree Zapata, como es “demonizar lo que es nuevo, lo condenamos”.
El conferenciante pone como ejemplo el rechazo, en el pasado, a los avances tecnológicos: “el cine, las artes, que por falsas concepciones de la santidad las hemos dejado en manos de quienes no debíamos”.
Por ello, sería esencial que ahora “se levante una generación como los hijos de Isacar”, en el Antiguo Testamento. Personas, explica, que “no destacaron por ser valientes sino porque eran entendidos en los tiempos”. Una generación que sea capaz de ser la vanguardia, predecir lo que está por delante y adelantarse para ofrecer soluciones en lugar de caer en prejuicios.
CLAVES DE UNA SOCIEDAD EN CAMBIO
España vive en “un postmodernismo ya casi superado”, cree Zapata, que se destaca por algunas ideas nuevas. Una es el Relativismo en el campo del conocimiento (“no existen verdades absolutas”) y en el comportamiento (es decir, “el bien y el mal son simplemente construcciones sociales”).
Con esta premisa, el concepto de verdad absoluta queda destruido porque ya no se acepta que haya una verdad mejor que otras. Un ejemplo que propone Zapata son las polémicas en torno al aborto. En este debate, se contraponen dos “verdades”: la vida y la libertad, ninguna de las cuales parece tener derecho a pisar la otra. “Cada sector social tiene su verdad” y son verdades antagónicas”, que llevan a un relativismo basado en el “vive y deja vivir”.
Los grupos sociales en el siglo XXI, crean códigos éticos nuevos constantemente, que reciben el mismo valor que el que puede tener la fe basada en la Biblia. Las personas reafirman “su derecho” a escribir sus propias normas para la vida y no aceptan que otros pretendan plantearles dudas sobre ellas.
LOS “MONOPOLIOS” CAEN EN TODAS LAS ÁREAS
Otra marca clara de nuestro tiempo, según Zapata, es el pluralismo. “¿Hace 30 años, qué televisión veías? Una, sólo una”. En tres décadas se ha pasado a una expansión de los medios de comunicaciones, por lo que “lo que quieras está ahora a tu disposición”.
Igual que con los medios, muchas otras áreas también se han multiplicado: nuevos modelos de familia, nuevas expresiones de la sexualidad, la explosión de la competencia entre las empresas.
“La pluralidad es ahora lo importante”, y esta rotura del monopolio también se ha dado, lógicamente, en el ámbito de la fe. “La Iglesia Católica tenía antes el monopolio de la fe en este país, y ya se acabó”. “Hay gente que se declara atea y lo pone en los autobuses, hay gente que es muy oriental, el Islam, hay muchas variedades”. Y ante esta realidad, Zapata se permite añadir que, que mirándolo de modo simplista, “los cristianos ni siquiera somos los más atractivos” ante otras tendencias espirituales con más éxito entre los jóvenes.
UNA “NUEVA TOLERANCIA” QUE RETA A LOS CRISTIANOS
Del pluralismo y el relativismo unidos, argumenta Zapata, nace un concepto aún más moderno: “la nueva tolerancia”. Se ha pasado de una tolerancia que aceptaba la divergencia de opiniones a un nuevo modelo de sociedad en el que no se permite a un grupo social defender
su verdad si esto implica negar la posición de la verdad personal de otro grupo social. “Te van a decir: ¿cómo que yo estoy equivocado? No me insultes, ¿por qué tu verdad es mejor que mi verdad?”.
Tratar de convencer a alguien de algo es una acción que se ha ido reformulando con el tiempo hasta definirlo como “imposición de ideas o proselitismo”. Un ejemplo de esto son “universidades americanas de gran talla, como Stanford, que nacieron como seminarios para preparar a ministros de culto. Ahora han tomado la decisión de que está totalmente prohibido predicar el evangelio dentro de la universidad”. Una muestra de que toda idea expresada demasiado claramente se convierte en estos momento en material con posibilidades de ser considerado “ofensivo”.
LA NECESIDAD DE CAMBIAR LA APOLOGÉTICA
Ante este panorama, la máxima “amo al pecador pero odio el pecado”, tan utilizada a la hora de hablar de Dios, pasa a quedar invalidada. Las personas ya no hacen una diferencia entre lo que creen y lo que hacen, por lo que no se puede distinguir entre la identidad de las personas y sus ideas. “Las personas están determinadas ahora por lo que hacen”, explica Zapata, así que criticar su comportamiento equivale a atacar su persona de forma integral.
Como consecuencia, la apologética que separa la persona de sus actos está “muerta” en el siglo XXI, considera.
Por tanto, “si intentar imponer tu verdad a otros es ser intolerante, si creer en una verdad absoluta por encima de las demás es ser intolerante… resulta que las personas más intolerantes que hay en el mundo occidental somos los cristianos”. Zapata considera que esta visión social está apoyada en que “no sólo creemos que tenemos una verdad absoluta sino que estamos llamados a predicarla”, lo cual es difícil de aceptar para la sociedad española en estos momentos. En otras palabras, “todas las condiciones sociales que hay van contra nosotros”
EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE VERDAD
Un último aspecto que ha variado, cree Zapata, es que “la forma de acceder a la verdad es diferente, la verdad se procesa de forma diferente”. Hace unos años todos hubieran coincidido que el conocimiento era la forma de conocer la verdad, aunque no lo practicases (“soy creyente aunque no practicante”, dicen muchos). Lo que contaba era el “proceso intelectual” por el que uno “se convencía de algo y lo asumía, aunque después se hiciera otra cosa completamente diferente”. En el siglo XXI, sin embargo, lo que autentifica algo no es el conocimiento, sino la experiencia.
“Es un punto muy importante, los jóvenes asumen un concepto de verdad porque viven esa verdad”. Zapata cita estudios sociológicos que apuntan a que en los años 80 la iglesia, la familia y la escuela eran importantes a la hora de tomar decisiones para un 30% de los jóvenes. “Cuando se repite la misma pregunta en los años 90 se pasa a un 3%”. En 1999 lo que se tenía en cuenta para tomar decisiones era la opinión del grupo de amigos. “Las presiones son muy fuertes, ser joven es mucho más difícil que antes, hay que tener las convicciones muy sentadas” para poder resistir al entorno social. La identidad está basada en la experiencia, no sólo en las ideas.
Ante esta centralidad de la experiencia, todo lo que no tiene una aplicación práctica real pierde valor. “Cuando hay un doble mensaje de gente que habla pero que no vive lo que habla, para ellos no tiene valor”.
“En medios de esta vorágine de cambio”, pues, los grupos sociales que van a sobrevivir “son aquellos que tienen estructuras de credibilidad”. Los sociólogos, explica Zapata, usan este concepto para referirse a “un grupo humano que vive los valores que defiende”.
LA GRAN OPORTUNIDAD DE VOLVER AL EVANGELIO
¿Tiene todo esto algo que ver con los cristianos? Zapata cree que sí, porque “aquí es donde entra la iglesia”. Cuando un grupo humano encarna los valores que defiende, sobrevive y sale exitoso. A nivel empresarial, por ejemplo, esto se ha traducido en “certificados de calidad que buscan garantizar que lo que se está vendiendo es real”. La confianza se convierte en una clave.
“La iglesia es la mayor estructura de credibilidad que hay en la tierra”, argumenta Zapata. Se Refiere a los cristianos como comunidad, no las estructuras religiosas. “No hemos de tener miedo a los cambios, sino que en medio de estos cambios nosotros podemos presentarnos como aquellos que lo que predican, lo viven”.
El ejemplo es Jesús, que “en todo el Sermón del Monte busca que la iglesia sea una estructura creíble”. Este enfoque en la credibilidad tiene todo el sentido, considera: “¿Por qué hay todo este nuevo ateísmo? Porque la gente dejó de creer en la estructura de la Iglesia Católica, se dejó de ser creíble, y la gente se fue a buscar otras cosas”.
CREDIBILIDAD ES IGUAL A VIDAS TRANSFORMADAS
“Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo, en todo el Sermón del Monte Jesús en realidad está desarrollando estos dos puntos”, apunta. La apologética de ahora debe estar basada en “las vidas transformadas”.
“La iglesia es una estructura de credibilidad cuando anticipa el reino”, cuando se avanza.
El problema que ve Zapata es que “a veces la iglesia ha perdido esa capacidad de decir ‘miradnos’”, ofrecer alternativas que funcionan. “El gran reto de la postmodernidad es abrirlas puertas y decirle a la sociedad: ‘míranos, mira nuestros jóvenes, mira nuestros matrimonios, mira nuestras vidas’”. Pero hay miedo a hacer esto, denuncia Zapata, “porque creemos lo correcto, pero muchas veces no vivimos lo correcto”.
“Para que la gente conozca la verdad, debe primero ver la verdad y por eso Jesús insistía ‘Así alumbre vuestra luz delante de los hombre separa que vean vuestras buenas obras’ (Mateo 5:16)”. La consecuencia será “que la gente glorificará a Dios”.
La iglesia está llamada a “encarnar los valores”, concluye. De esta forma “el ser humano será capaz de recibir el evangelio de cualquier forma”. Cuando la proclamación del mensaje se une a la vida experiencial (“las manos manchadas de servicio”), el resultado es una iglesia que es creíble y que está preparada para “transformar” a una sociedad expectante.
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