Ante el debate, la semana pasada presentamos
“el caso de Jacob Bock”, que apuesta claramente por evangelizar a pleno pulmón en las zonas más concurridas de las ciudades. Esta semana hemos ampliado el marco y preguntamos a Jaime Fernández, Jaume Llenas, Esther Rodríguez y Dani Pujol. Sus puntos de vista reflejan su propia experiencia en el esfuerzo por compartir el evangelio en el siglo XXI.
“La evangelización en la calle es imprescindible”, sentencia para empezar
Jaime Fernández, director del programa de TVG ‘Nacer de Novo’.
Esther Rodríguez, directora de ‘Liga del Testamento de Bolsillo’ en España, está totalmente de acuerdo: “Tenemos que darnos cuenta que no es tan difícil, que estamos en un país democrático y todos podemos expresar lo que creemos libremente”. El problema con la evangelización en la calle lo tendrían más bien los propios creyentes. De su propia experiencia, Esther Rodríguez concluye que en las iglesias evangélicas, “en general” se ve la evangelización en la calle como algo “muy difícil y que nos expone”, porque puede llevar “a que las personas nos rechacen”. Preparar actividades públicas da “miedo y a veces vergüenza” a muchos creyentes, y por ello pocos se lanzan a ello.
Dani Pujol, miembro del grupo juvenil ‘VTR’, en Barcelona, está de acuerdo en buena medida con Rodríguez, y observa un hecho que considera curioso: “Una parte de las iglesias no sale a la calle por falta de costumbre, y valentía”, mientras que los que salen a la calle por costumbre “no han pensado en que muchos de sus métodos de comunicación han sido heredados también por costumbre”, y que por tanto podrían necesitar ser adaptados a una sociedad cambiante.
Por su parte,
Jaume Llenas, secretario general de la Alianza Evangélica Española, opina que en los últimos años, aunque “la iglesias no han dado por perdido el ámbito de la calle”, sí se ha cambiado la forma de evangelizar. Considera que se ha pasado de “métodos que han demostrado ser útiles por decenios, a otros métodos que sean percibidos favorablemente por la población a la que se dirigen”. Cree que el acercamiento a la gente ahora es diferente, “más suave”, menos confrontacional. Sin embargo, “una aproximación más clásica” tiene también su papel, admite, ya que en las ciudades hay “cosmovisiones diferentes”, no todo el mundo es posmoderno.
¿FORMAS AGOTADAS?
En cuanto a la evangelización en la calle, pues… ¿Se agotaron los modelos clásicos? Esther Rodríguez es quien lo niega con más contundencia: “Nuestro ministerio como LTB es el mismo durante los últimos 30 años”. Ella coordina la organización de actividades en “parques y plazas, hacemos un festival para niños y familias, películas o conciertos por las noches”. Con ello se congrega a “cientos de personas durante 10 o 15 días y predicamos el evangelio, sencilla pero claramente”. Y considera que el modelo funciona, porque crea puentes entre la gente y las iglesias de su barrio. De esta forma, algunos empiezan a visitar una iglesia.
Jaime Fernández tampoco considera que el evangelismo en la calle sea un formato agotado. De hecho, plantearlo así podría ser una excusa para “dejar de evangelizar, como algunos han hecho”. Cree que los eventos en los que se habla del evangelio en público (conferencias, conciertos, actos deportivos…) no deben desaparecer. Son válidos “siempre que se use como un medio para que las personas lleguen a conocer al Señor” y que “cada creyente se comprometa a compartir con los que tiene cerca”. Dicho de otra forma, no basta con montar actividades, es necesario que los creyentes tengan una relación de confianza e interés real por las personas concretas (amigos, vecinos, familia) a los que invitan a una actividad en la que se comparte el evangelio.
“No creo que el evangelismo masivo sea la mejor aproximación para una gran parte de nuestra sociedad urbana”, opina en cambio Jaume Llenas. “Sin poder sentar cátedra, ya que nadie tiene todas las respuestas de la evangelización en el contexto de la postmodernidad, pero pienso que las aproximaciones personales, que se producen a lo largo de una relación personal de amplio rango, es algo que el Señor está usando en nuestro tiempo, de la misma manera que ha sido usado en todos los tiempos”. Considera que al fin y al cabo, hablar de Dios uno a uno, a través de una relación, es “el método más clásico”. Ve interesante “volver a lo básico”, y destaca que compartir el evangelio de una forma más personal “no necesita de coordinación, ni de presupuestos costosos, sino que se trata de vivir como cristiano en el lugar en el que Dios nos ha puesto”.
Dani Pujol, por su parte, pone el énfasis en las nuevas oportunidades, y se fija en el auge de internet. “Igual que existen formas innovadoras con las que difundir pornografía masiva”, dice, también las hay para enviar mensajes completamente diferentes. Una idea ahora “puede ser expuesta a 3.000 millones de personas a la vez, de forma inmediata y desde casa”. Hay que ser consciente de esto, y utilizar los nuevos canales disponibles para hablar de Dios: “Creo que la sociedad posmoderna es la sociedad más audiovisual, interactiva, impaciente y cómoda que ha existido en todas las épocas, habrá que aprovecharlo”.
RELACIONES PERSONALES VS. DISCURSO PÚBLICO
Entonces, ¿se pueden combinar las relaciones personales y la evangelización pública? Jaime Fernández cree que sí, y que antes de hablar de forma pública, es más importante hacer un primer paso, el “compartir la vida” con amigos, familiares y vecinos. Cree que el modelo que funciona es el de Jesús y su forma de contactar con la gente, así como el de las primeras comunidades cristianas de la Historia, el de “evangelizar en las casas y en los lugares donde la gente está”. Y eso incluye también “trabajo, ocio, el día a día”. Recuerda que Jesús “predicó a multitudes y habló a personas en solitario”.
Esther Rodríguez está de acuerdo en que “transmitir el evangelio por amistad es importante y una responsabilidad que Dios nos ha dado para que los que tenemos más cerca”, pero no excluye “en ninguna manera nuestra responsabilidad de llegar con el evangelio hasta lo último de la Tierra”. También mira a la iglesia del siglo primero, y reflexiona sobre “la persecución que Dios permitió para que los que iban huyendo predicaran en todas partes el evangelio”. Una cosa no quita la otra, pues. “La evangelización personal no significa que no tenemos responsabilidad de predicar el evangelio a los que están fuera de nuestra área de influencia”. Al final, la conversión de alguien a Dios “sólo es posible por la predicación del evangelio”, ya que “la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”.
Dani Pujol cree que no se trata de modelos de evangelización. “No hay modelo, ni libro, ni planning. El único modelo es Cristo”, opina. Considera que junto a Jesús, “algunos tuvieron la oportunidad de conocer los misterios del Reino a través de relaciones íntimas de amistad”, mientras que otros decidieron seguirle tras escucharle una “única vez que predicó desde un monte o en su paso por una de sus ciudades”. Así que se trata de compartir las buenas noticias de formas distintas, según la persona con la que hablemos. Hay que “caminar hacia Emaús con algunos y a otros, hablarles desde el Areópago”.
Jaume Llenas considera que el uso del espacio público de la sociedad debe enfocarse en “los medios de comunicación como la radio, la televisión, la prensa digital, las redes sociales, los blogs, etc”. Esto es lo que “nos hace llegar más lejos que el grupo de gente con el que pasamos un tiempo significativo a la semana”. Pero pone énfasis en que “la iglesia juega su partida en el tablero cultural en el que le ha tocado vivir”, y que este marco no lo deciden los creyentes. Así que es importante ver lo que piensa la sociedad, y reconocer que “los medios de aproximación [evangelísticos] masivos son contemplados por una parte de la sociedad como intrusivos”. Así que “aún cuando persistas en usarlos para alcanzar a esa gente que no sería alcanzada por medios personales, no se va a conseguir el objetivo”, opina, si estas personas son de un contexto posmoderno.
LA CLAVE: DEPENDER DE DIOS
“La clave, no sólo en la evangelización sino en toda la vida cristiana, es comenzar a orar y depender absolutamente de Dios”, dice Jaime Fernández. Sólo de esta forma las iglesias pueden ser “lo que Dios quiere que sean y no lo que nosotros pensamos que debe ser”. Una iglesia donde “la gente sea aceptada y amada como Dios nos acepta y nos ama a nosotros”. Para llegar a ello, hay tres elementos clave para compartir el evangelio con otros: “La oración, la compasión y el compromiso personal”. Y darse cuenta de que “cualquier creyente que ama y está entusiasmado con el Señor es imposible que esté callado”.
Para Esther Rodríguez, la base de todo es “ser valientes y transmitir el evangelio a los que no entran en nuestras iglesias, que por si se nos ha olvidado”, recuerda, “son más de 44 millones” en España. “Mi oración es que Dios nos dé un corazón compasivo con aquellos que están perdidos sin Cristo”.
Jaume Llenas reconoce que no tiene “ni siquiera muchas respuestas” sobre la evangelización en un contexto moderno, pero que lo que sí sabe es que “hay que hablar, que hay que ser explícitos” con el mensaje que se quiere comunicar, porque “Dios edifica sobre la palabra encarnada”.
Por último, Dani Pujol concluye que “es bueno recordar que, en última instancia, la evangelización jamás será plenamente una cuestión técnica, sino de poder y fe. Y eso, libera”.
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