¿Cómo deben actuar los evangélicos hoy en política? La mejor respuesta, dice Manuel Suárez, la encontramos preguntándonos ¿cómo debíamos haber actuado ayer en los momentos de la transición a la democracia?, ¿volveríamos a inhibirnos y callar como hicimos entonces? No es una elucubración teórica, dice Manuel Suárez, médico y político en activo, autor de estas preguntas: “estamos en medio de una transición, pero más sutil; asistimos a un cambio en los valores de nuestra sociedad, un cambio que no depende sólo del signo político del gobierno, y que se traduce en una pérdida de profundidad democrática”.
Se trata del contenido que dio en la ponencia sobre “La participación en la vida pública de los cristianos”, realizada en la última asamblea general de la Alianza Evangélica Española el pasado 24 de febrero. Esta participación supuso además la presentación oficial del Grupo de trabajo de la AEE “Participación en la vida pública”, que preside Jaume Llenas (Secretario general de la AEE) y del que es Vicepresidente el propio Manuel Suárez.
¿Tiene Dios algún objetivo para esta sociedad caída, un objetivo para cumplir aquí y ahora? Basándose en palabras de 1Ti 2 (“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.” Manuel Suárez dice un rotundo “sí”.
DIOS TIENE INTERÉS EN LA POLÍTICA
Dios no es indiferente a la presencia o ausencia de paz social y respeto a la dignidad de las personas (la palabra traducida como “honestidad” se refiere más a la respetabilidad ante los demás, al derecho al reconocimiento de la dignidad propia). Y Pablo no es ingenuo: sabe que el poder político es clave para que se den estas circunstancias deseables; ¿por qué, sino, pide que oremos por todos los hombres, pero señala específicamente a quienes gobiernan? Porque la actuación de ellos es clave para que se cumpla ese objetivo bueno y agradable delante de Dios. Una sociedad con estas características es tan importante a los ojos de Dios, que aparece junto al objetivo de que todos los hombres sean salvos; es importante a los ojos de Dios, ¿lo es a nuestros ojos?
Los evangélicos de este país tenemos ante nosotros la misma disyuntiva; durante mucho tiempo hemos optado por la segunda alternativa –“no merece la pena comprometernos con la vida política de nuestro país”–, y pido al Señor que asumamos un profundo compromiso con el país en medio del cual Dios nos ha puesto y nos afirmemos en la esperanza irreductible en llegar a ver un mundo nuevo y justo”.
CARENCIAS DE LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA
Los programas de nuestros partidos políticos actuales tienen, entre otras, una carencia grave, según Suárez, “no tienen un modelo final, una utopía clara que dé sentido a sus propuestas; éstas son con frecuencia coyunturales y muchas veces se redactan a pie de encuesta, para contentar a la mayoría de los electores; en el mejor de los casos, señalan algo tan difuso como “el estado del bienestar”; ésta es la razón por la que cada día los programas electorales son cada día más indistinguibles unos de otros”.
¿Cómo actuar hoy los cristianos españoles ante esta situación? La mejor respuesta, según Suárez, la encontramos preguntándonos “¿cómo debíamos haber actuado ayer en los momentos de la transición a la democracia?, ¿volveríamos a inhibirnos y callar como hicimos entonces? No es una elucubración teórica”. Y esta cuestión es , asegura, vital, ya que “estamos en medio de una transición, pero más sutil; asistimos a un cambio en los valores de nuestra sociedad, un cambio que no depende sólo del signo político del gobierno, y que se traduce en una pérdida de profundidad democrática”.
España “en la transición se contagió de democracia por un proceso de ósmosis, pero careció del proceso previo de sedimentación de los valores protestantes que abrieron el camino a la democracia; se liberó de la tutela del nacional-catolicismo, pero no de sus valores de intolerancia, que persisten en la actividad política, y ahora, cuando proclamó su adhesión a la tolerancia, lo hizo desde la aparente negación de valores”. Así, según Manuel Suárez España ha pasado “del dogmatismo católico al dogmatismo laicista, y en el camino no se ha liberado de la intolerancia; entretanto, la democracia sigue carente de profundidad”.
ÉTICA PROTESTANTE COMO SUSTENTO DE LA DEMOCRACIA
El sistema democrático no surge del siglo de las luces, sino de la Reforma del s. XVI; “no es éste el momento de profundizar en esta línea, pero los países que se adentraron en la democracia y las libertades personales desde la cultura protestante, han logrado una mayor riqueza de vida democrática, porque el talante democrático no surge de la nada, sino de los valores bíblicos sacados a la luz desde la Reforma”, dice Suárez, citando varios ejemplos básicos que no existen en la democracia española actual; como son la igualdad de todos los seres humanos (todas las personas son iguales ante Dios), las libertades personales (el diputado en países de cultura protestante recibe directamente las quejas, las sugerencias o las iniciativas de sus electores individuales; en contraste, aquí a los diputados los vemos a veces y por televisión, y su contacto con nosotros se limita a las campañas electorales; desde la transición, la clase política española es en cierto modo una clase sacerdotal, que se apropia imperceptiblemente del poder y sólo se siente obligada a responder cada cuatro años).
CLASE POLÍTICA “SACERDOTAL”
La clase política se convirtió en la transición española en una nueva casta sacerdotal, intermediaria del poder, que, al igual que el clero católico, nunca sintió excesiva necesidad de rendir cuentas ante sus representados. Desde la transición hasta ahora, la mayoría de los políticos de uno y otro signo han tenido un concepto patrimonialista del poder, concepto que debe ser denunciado y puesto en su sitio.
Los protestantes, conscientes de la corrupción integral del ser humano, insistieron en controlar a todo gobernante: si todas las personas son pecadoras, no se puede dejar el poder incontrolado en sus manos, porque podrían convertirse en tiranos implacables; por tanto, hay que diseñar mecanismos rigurosos de contrabalances, de control de los poderes públicos. Esta visión faltó y falta en la tradición española católica tanto como en la laicista, y vemos cómo hay déficits de equilibrio entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial; en cuanto a éste último, es descarada la forma en que ha sido dirigido por todos los ejecutivos de uno y otro signo.
PROPUESTAS PARA EL FUTURO
Suárez propone aportar los valores protestantes al debate político enriqueciendo el sistema democrático, a través del Grupo de trabajo de “Participación en la vida pública” de la AEE en tres áreas: 1. La potenciación de los derechos de la persona 2. La responsabilidad de quienes ejercen el poder político: debemos exigir que rindan cuentas ante los electores del cumplimiento de las funciones para las que fueron elegidos y del programa electoral con el que se presentaron; y esto no debe realizarse cada cuatro años, sino día a día. 3. El equilibrio e independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
Pueden escuchar la conferencia completa de Manuel Suárez en audio pulsando
AQUÍ (audio, 11 MB), o una exposición resumida en video pulsando
AQUÍ (video, 12MB).
Si quieres comentar o