El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Cuando informamos de hechos relevantes o estamos “con” o “contra” Trump. Es interesante que nos acusan de ambas cosas a la vez, lo cual nos consuela, aunque sea incoherente.
Nuestra experiencia como medio de comunicación nos hace ver las reacciones de quienes nos leen de una forma panorámica. Y de esa lectura amplia sacamos una conclusión clara: todos, y también los creyentes, suelen entender la vida sólo de dos formas: los míos y los enemigos.
Y en consecuencia, si un medio (por ejemplo nosotros) publica una noticia favorable a un punto de vista determinado es que estamos a favor, y al revés, si es negativo es porque lo atacamos.
Esto sin entrar en quienes confunden la opinión que expresan nuestros blogueros con la postura de Protestante Digital. Si bien es cierto que son elegidos por entender que representan de forma amplia la cosmovisión evangélica, tienen la libertad de opinar del tema que elijan y como bien crean. De hecho, no siempre coincidimos con su punto de vista.
Volviendo a las noticias, cuando informamos de hechos relevantes evidentes o estamos “con” o “contra” Trump, por poner el ejemplo más reciente.
Es interesante que nos acusan de ambas cosas a la vez, lo cual nos consuela, aunque sea incoherente.
No podemos asegurar que acertemos plenamente en la objetividad, pero sí que siempre ofrecemos rigor informativo, sin ocultar ni lo que puede verse como mérito ni los posibles deméritos.
Por ejemplo, por repetir las palabras de Trump en el Desayuno de Oración anual de EE.UU. nos acusaron de afirmar que defendemos su fe cristiana. Sólo reflejamos lo que dijo, de la misma forma que todos los años contamos este evento que suele ser recortado por los “medios seculares” que le quitan todo lo que lo relaciona con Dios.
Dicho sea de paso, cuando informamos de las intervenciones de Obama en este acto cuando fue presidente, nos acusaron de la misma forma de defender nosotros que era cristiano y de apoyar su figura.
Otro caso ha sido el Decreto de Trump sobre los refugiados. Cuando publicamos la declaración que expresó de manera oficial en contra de esta decisión la Alianza Evangélica de EEUU y líderes de ONGs evangélicas del mismo país se interpretó que atacábamos a Trump. O la evidente omisión al pueblo judío en el Día de la Memoria del Holocausto nazi.
Y cuando informamos de la postura y decisiones de Trump respecto a la financiación del aborto con fondos públicos, o la designación de un juez conservador en el Tribunal Supremo, otros nos acusaron de apoyarle.
Este conjunto se traduce en que, además de confundir información con opinión, muchos sólo quieren que informe y se publique aquello que apoya su idea personal, por ejemplo que Trump es “el Ciro de Dios” o que Trump es “el Anticristo”, poniéndonos en posturas extremas.
Creemos que es importante aclarar en cuanto a este tema dos ideas que defendemos en nuestro trabajo.
La primera, que todo ser humano, sea o no una “buena persona” se equivoca, y por lo tanto nadie puede ser valorado acríticamente (sea que veamos su figura como buena o mala). Y al revés, hay malas personas que a veces hacen cosas buenas, y no pasa nada porque se sepa, al revés, es lo justo.
La segunda. Lo que Dios hace, en su absoluta soberanía, lo realiza sin depender ni unirse al poder político de uno u otro signo. A veces vemos más pasión en defender los partidismos que la persona de Jesús, su Evangelio. O consideramos que va a ser determinado Gobierno, poder político o actuación social la que cambie un país. Podría ser que Dios quisiera así hacerlo, pero en la Historia vemos que Dios ha hecho lo que ha querido, como ha querido y cuando ha querido. La suerte para esta sociedad, este planeta y cada uno de nosotros, es que ese Dios que puede hacer y hace “lo que le da la gana” tiene “ganas” permanentes de amarnos de forma absoluta e inmerecida. Lo sabemos porque se hizo hombre y murió por cada uno de nosotros en una cruz, cuando éramos indiferentes o enemigos ante su persona.
Su vida muestra y supone que no hay bueno ni aún uno, sino el propio Jesús. Pero también que Él puede (por encima de Gobiernos, políticos, religiosos, jerarquías, lobbys, intereses, traidores, amigos infieles y seguidores cobardes) hacer su voluntad.
Jesús y su ideología, su mensaje y Reino, sí que deben y merecen ser defendidos con pasión y sin duda alguna. Y eso es lo que nosotros intentamos, y desde luego -en eso sí- estamos radicalmente con Él.
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