¡Siga esa estrella!

Pobreza, corrupción de la clase política que oprime al pueblo. Líderes religiosos que han perdido el sentido de la Palabra de Dios, viviendo una religión de costumbres, ritos, tradiciones y a los que sólo les interesa el negocio o mantenerse apegados al poder. Un país sometido en sus decisiones a lo que un imperio global decide por ellos, corrupción, impuestos abusivos...

Aunque les parezca mentira, no estamos hablando de nuestro tiempo, sino de la época en la que nació Jesús y de la nación de Israel.

Ahora aquella escena de Belén se recrea toda muy idílica con luces, guirnaldas, estrellas artificiales, figuritas de pastores y campanadas de año Nuevo (excepto en Canal Sur, claro).

Pero la realidad era oscura, pesimista, y sin atisbo de cambio.

De hecho, Jesús nació y nada ocurrió en treinta años (día más, día menos).

Pero la semilla estaba plantada. La fuerza del universo (no la de la Guerra de las Galaxias, sino la de quien creó las estrellas) caminaba derecha a la victoria… en una cruz.

Curioso mundo de contradicciones este que nos ha dado Dios. Siempre al límite y a la vez siempre superando todas las barreras.

Por eso el mensaje del carpintero de Galilea tuvo que ser tan claro. Para que en medio de tantas situaciones que no entendemos, que nos parecen tan alejadas de la bondad, del idealismo, de lo posible, creamos que una estrella puede surgir en nuestra vida y guiarnos.

No es un cuento de hadas. Una estrella puede tener muchas formas, algunas tan cotidianas como desapercibida fue para todos la luz que guio a los sabios de Oriente (ya sabemos que no fueron tres, ni reyes, ni magos).

Pobreza, corrupción de la clase política que oprime al pueblo. Líderes religiosos que han perdido el sentido de la Palabra de Dios, viviendo una religión de costumbres, ritos, tradiciones y a los que sólo les interesa mantenerse apegados al poder. Un país sometido en sus decisiones a lo que un imperio global decide por ellos, corrupción, impuestos abusivos...

Es cierto. Pero la forma de que todo esto cambie comienza simplemente en mirar al cielo en vez de al suelo (sin dejar de tener los pies en la tierra, eso sí).

No maldigamos la oscuridad, dejemos brillar en nuestra vida la luz. No la nuestra, nosotros somos parte del problema. Pero Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

¿Loco, mentiroso o realmente era Él esa estrella que todos, en el fondo de nuestro corazón, como niños, anhelamos que se encienda? Usted mismo.