No es un titular escandaloso o que quiere ser llamativo. Es más, se queda pálido frente a la realidad de lo que ha sacado a la luz un reportaje del diario español El Mundo: “El sótano de los horrores en la Universidad Complutense (de Madrid)”. Avisamos que las imágenes son sumamente desagradables si ven el video del reportaje.
La historia es dantesca. Los cuerpos donados para la ciencia se acumulan en sótanos sin refrigeración, donde yacen troceados, putrefactos, abandonados, abrazados en muerte. Un ambiente nauseabundo y terrorífico que existe a pocos metros bajo las aulas donde se enseña sobre sanidad, higiene y cómo curar o salvar la vida.
Los estudiantes pasean, acuden a las clases, la Biblioteca y la cafetería, las parejas de enamorados se besan, y los profesores intercambian conocimientos y sonrisas con educación y la satisfacción de vivir en el templo del saber de la salud.
Es una mueca de sarcasmo y de horror encubierto que ilustra la sociedad actual.
Muchos de los cadáveres están allí porque es caro enterrar, y más fácil abandonarlos para la “ciencia”. De la misma forma que el cadáver económico de personas en paro, familias muertas en vida sin casa por una hipoteca impagada (mientras los bancos son reflotados unos metros más arriba). Jóvenes con un futuro sin vida laboral. Ancianos enterrados bajo la arena de las preferentes con las que fueron estafados.
Los responsables siempre tienen disculpas, porque la culpa es de otro: los sindicatos, del rector, el rector de los sindicatos. Como este país donde uno mira y no ve en el sistema nadie en lugares destacados que asuma la responsabilidad, aunque sea la suya propia (no digamos ya la de otros). Hiede la calle, pero los ricos (muy culpables) siguen libres mientras los pobres (también culpables, pero menos porque menos han podido hacer) visitan la cárcel por un plato de lentejas. Los papeles de Bárcenas son problema exclusivo de de Bárcenas, el “caso Undargarín” nada tiene que ver ni de refilón con la Casa Real, los ERE de Andalucía corrieron como las habichuelas mágicas, que crecieron de la nada y nadie sabe cómo. Y todo sigue con los muertos descompuestos y que nadie quiere tocar ni por asomo.
Sólo faltaría que alguien dijese que es culpa de la prensa, que si se hubiese callado allí seguirían los cadáveres discretos, callados, oliendo mal pero sin que olor llegue a molestar a nadie porque no conviene acercarse a la realidad oculta. Incluso tal vez alguien aluda a la necesidad de salvaguardar una institución tan importante como la <facultad de Medicina y la Universidad Complutense, en vez de desprestigiarla. Quizás algún discreto Comité interno pueda estudiar el tema y fuese suficiente, quizás se encuentre una solución con el tiempo, quizás…¿Les suena? A la hora de la verdad, a nadie le interesa que se conozca lo que ocurre mientras cada cual siga teniendo su chiringuito en paz. ¿Es eso la democracia, es esto una nación honesta, íntegra, responsable?
Y muchos viven, como en la película Matrix, en un “mundo real” que es profundamente absurdo a la luz de lo que está ocurriendo bajo sus propios pies.
Y apliquemos esto a la fe.
¿Estamos actuando de forma que nos aferramos a lo que nos da dinero en vez de pagar el precio?
Quienes están en puestos de responsabilidad ¿asumen la suya, e incluso la de quien está a su lado si es preciso?
Los medios evangélicos, ¿estamos defendiendo la verdad en vez de taparla?
¿Somos una respuesta a la realidad que nos rodea o vivimos en medio de la Disneylandia y el hipermercado que la vida superficial nos ofrece?
Jesús lo dejó todo por amor y por cumplir la voluntad del Padre a cambio de nada. Asumió no sólo la responsabilidad, sino la culpa de los demás. Sacó a la luz las incongruencias y falsedades que le rodeaban.
Para este ejemplo viene al pelo su frase de los “sepulcros blanqueados”.
Claro que siempre podemos cerrar los ojos, taparnos la nariz, y seguir viviendo como si nada pasase (allí, unos metros más abajo).
Pero ¿a quién queremos seguir y parecernos? Jesús se definió a sí mismo como el camino que recorrer, la verdad que vivir, y la vida abundante que en Él encontraríamos. Demos los pasos necesarios. Nos tropezaremos, pero iremos en la dirección adecuada.
Si quieres comentar o