Sin embargo, en las declaraciones de este líder evangélico ultraconservador, felizmente ex candidato sin éxito a la Casa Blanca, hay unas lecciones que deben leerse entre líneas y que nadie ha tenido la ocurrencia de hacer, como si se tratase de un secreto encriptado –al estilo del Código Da Vinci- cuando más bien es tan sencillo como leer una partitura.
Al grano, que estará usted, querido lector, queriendo saber por dónde van los tiros; nunca mejor dicho tratándose de Pat Robertson, ya que en una ocasión solicitó a las autoridades norteamericanas que asesinasen al presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
Pues bien,
hablamos de las reacciones de otros dos conocidos líderes evangélicos de Estados Unidos –de carácter conservador- así como la misma Casa Blanca.
Como
pueden leer en este mismo medio, el pastor Robert Jeffress de la Primera Iglesia Bautista de Dallas, calificó a Robertson como arrogante. Del mismo modo, el Dr. R. Albert Mohler, Jr., presidente de la Southern Baptist Theological Seminary, opinó de las declaraciones de Robertson que son producto de una "arrogancia teológica enfatizada por la ignorancia". Hay muchos otros líderes protestantes que han opinado en la misma línea, pero hemos escogido a estos dos por ser de posturas conservadoras (aunque muy lejos y nunca comparables a la
ultra de Pat).
Por su parte La Casa Blanca, usando un portavoz y una exquisita y diplomática elegancia verbal llena de delicadeza política, expresó que esos comentarios "estúpidos" no tienen cabida en un momento como éste.
Hasta aquí lo que todos, más o menos- hemos leído y conocido sobre el tema. Nada que añadir a las opiniones acerca de las teorías de Pat Robertson, salvo recomendarles leer el artículo de nuestro colaborador Eugenio Orellana (chileno residente en Miami) que se titula
“¿Y qué de los diez justos, Pat Robertson?”.
¿Dónde –entonces- buscar la lección que esta situación nos da, y que comentábamos al inicio de este Editorial? Vamos a ello, resumiendo primero lo ocurrido, y que acabamos de contarles:
Un conocido líder religioso, con sus seguidores que le respetan, y con medios de comunicación e influencia bajo su dirección hace unas declaraciones tajantes. Conocidos líderes religiosos de su misma confesión, incluso los más cercanos, le llaman arrogante e ignorante. Es más, el Gobierno de su país tacha sus declaraciones de “comentarios estúpidos”.
Lo que habíamos leído antes con total naturalidad, probemos a pasarlo -contextualizarlo, dirían algunos- a nuestros propios países. Si son de cultura y mayoría católica, nos llevaremos grandes sorpresas. No así en los de cultura protestante, como es el caso de EEUU, porque allí lo referido no diremos que es normal, pero sí que no es extraordinario.
Por poner un ejemplo cercano al país desde el que escribimos, España, imaginemos a Rouco Varela expresando una de sus opiniones tajantes habituales, que fuese replicada por un arzobispo, obispo, o cardenal, diciendo que es un arrogante y un ignorante. A lo que se añadiese que el Gobierno de España (fuese cual fuese el color político) tachase esas declaraciones de “auténticas tonterías”.
Si esto ocurriese, es fácil visualizarlo, ardería algo más que Troya. Quizás algunos dirán que esto no pasa porque Rouco Varela (o alguien equivalente) no dice las tonterías de Pat Robertson, y es posible, pero estamos seguros que habría opiniones para todos los gustos sobre el tema.
También algunos dirán que esto es muestra del anarquismo protestante y de su falta de unidad. Pero nosotros decimos que el orden de la cultura católica jerárquica no es orden, sino una disciplina férrea que limita la libertad de sus propios fieles y líderes, y de los políticos y Gobiernos.
Mientras, ese país norteamericano fruto de "religiosos anárquicos" de cultura protestante –con sus indudables defectos- lidera nuestro planeta y es amigo anhelado de PP y PSOE, de Aznar y Zapatero.
El orden no es controlarlo todo, el orden es un equilibrio de libertades. Ojalá en esta línea camine cada vez más la convivencia de todos los seres humanos.
Si Pat Robertson y
ad lateres lo permiten, claro está.
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