El autotitulado pastor evangélico boliviano
Josmar Flores Pereira, el pasado miércoles “secuestró” un avión que partió de Cancún con destino a la ciudad de México, para dar un mensaje de alerta de una catástrofe al presidente de la república mexicana, Felipe Calderón, dada la fecha: día nueve, del mes nueve, del año 2009 (09-09-09, 666 al revés).
Ha dado la cara la Asociación Ministerial Evangélica de Veracruz (AMEV) que deplora que Josmar Flores, un miembro de su organización, haya sido quien secuestró el avión. A la vez expuso que Flores Pereira, debido a sus actos, ha sido expulsado y ya no es parte del ministerio evangélico de la asociación. Es más, aclaró la AMEV que realmente que no era pastor evangélico, “fue alguien que se convirtió. Dios lo rescató de las drogas y el alcoholismo. Reconocemos que sí es nuestro hermano, pero se portó mal”.
Analizando esta respuesta, difícil sin duda ante la situación creada, hay que reconocer en primer lugar su decisión de llamar error al error. Josmar se equivocó. Dios puede mover a actuaciones extraordinarias en su nombre, pero –además de lo excepcional de esto- siempre debe existir una consecuencia real de lo anunciado. Jesús profetizó que resucitaría al tercer día de su muerte. La verdad de cumplimiento de su anuncio es lo único que legitima o no su mensaje, su persona y su anuncio. Por muy Jesús que fuese, de no ser cierta esta afirmación todo lo que hizo y dijo hubiese quedado en entredicho. O era un loco, o un mentiroso, o Dios mismo, como dice Josh Mc Dowell en su conocido libro “Razones que exigen un veredicto”.
Hacer o anunciar algo fuera de lo normal, que llama la atención, en el nombre de Dios no significa que sea cierto. No en vano en el Antiguo Testamento se condenaba a los falsos profetas que hablaban supuestamente en nombre de Dios, si sus predicciones no se cumplían. Se trata de una cuestión de la máxima seriedad, y nadie debe tomar el nombre de Dios en vano (es uno de los diez mandamientos), como es secuestrar un avión en el nombre de Dios. Nada de lo anunciado por Josmar se ha cumplido, y su actuación sólo ha servido para que la fe evangélica se caricaturice y parezca lo que no es: un fanatismo de iluminados.
En segundo lugar la nota de la AMEV no sólo se define, sino que toma decisiones. Los errores graves tienen siempre consecuencias, deben tenerlas. La cultura del todo vale, del haz lo que quieras que no pasa nada, no se corresponde con la responsabilidad que el Evangelio pide a los cristianos. Ser pastor evangélico no es algo que deba tomarse a la ligera, un cargo que permita cualquier capricho o locura teñida de Evangelio. Es un cargo de enorme responsabilidad.
Y por último, la AMEV no deja de expresar que le “reconocemos que sí es nuestro hermano”. Un hermano equivocado, confuso, excéntrico, alocado, que ha hecho daño al testimonio de quienes defienden su misma fe. Pero aún así, los pastores evangélicos de la AMV que consideran un error su actuación, que no entienden que realmente fuese un pastor evangélico, no dejan de tenderle la mano en señal de saludo fraternal. Un hombre que cayó en la bebida, las drogas, la delincuencia, y que es ahora una nueva persona gracias a su fe en Jesús. Y sinceramente, este acto conmueve, ya que lo habitual es hacer leña del árbol caído. Pocos tienden su mano, como el buen samaritano, al que está caído en el camino.
El excéntrico que se equivoca de manera clara y con consecuencias negativas para mi, sigue siendo mi hermano a pesar de todo, si lo era antes de equivocarse, por grande que haya sido su error.
No conocemos a la AMEV, pero sí podemos decir que en estas tres decisiones claras –en nuestra opinión- ha sabido estar a la altura de las circunstancias en todos los puntos reseñados.
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