Por una parte, entendemos que pueda existir dolor o malestar por perder un personaje mediático y emblemático. Pero en ese malestar, las reacciones que surgen muestran la esencia de las contradicciones del catolicismo.
UNA ÉTICA INMORAL
Por otra parte,
la auténtica moral queda relegada a un muy segundo plano ante lo “terrible” de la afrenta al Vaticano. Se ha acusado al padre Alberto de inmoralidad por su traición a Roma, de ser un “segundo” Enrique VIII, de anteponer sus deseos sexuales a su fe y deber.
Parece preferible la vida en silencio y en la sombra de sacerdotes y obispos católicos que mantienen relaciones sexuales, sumando hijos no reconocidos (que luego salen a la luz, como el Presidente paraguayo Lugo),
antes que abandonar la “madre Iglesia” romana. Da la impresión de que se prefiere un “buen sacerdote amancebado” dentro de Roma, que uno que quiera normalizar y legalizar ante Dios y ante los hombres su situación con la mujer que ama fuera de la Iglesia católico-romana.
“LA” IGLESIA
Pero siendo llamativo lo anterior, más resalta aún el concepto de Iglesia que surge en los comentarios acerca de lo ocurrido. Alberto Cutié ha abandonado “la” Iglesia.
Como si “la” Iglesia fuese propiedad del Vaticano, y no de Jesús. Y como consecuencia (algo ya conocido) el resto de “iglesias” fuesen anécdotas, sucursales deterioradas, o caricaturas de la “verdadera Iglesia”.
Por eso se quiere relacionar lo ocurrido a Alberto Cutié con la escisión de Enrique VIII de Roma y el surgir de la Iglesia anglicana, para ridiculizar en forma de caricatura todo lo que no sea “la” Iglesia. Cuando la realidad es que la Iglesia anglicana actual es el resultado de la introducción de la Reforma protestante –mucho después de su escisión de Roma-. Podría recordarse además que muchos Papas de aquel tiempo gobernaban “la“ Iglesia con multitud de relaciones sexuales estables con diferentes mujeres (dejando empequeñecido a Enrique VIII), para lo que desde luego no pidieron ningún permiso a nadie.
Pero, y esta es la clave, la Iglesia es la que tiene a Jesús por cabeza, porque cristianos son los que tienen una relación personal y directa con el Jesús revelado en la Palabra como su Señor y Salvador. Sin intermediarios, sean obispos, santos, sacerdotes, pastores, apóstoles o seglares. Y esta relación no depende del
carnet eclesial que se tenga. Seguro que hay miembros de iglesias evangélicas que no son cristianos (a pesar de una correcta doctrina), y seguro que hay católicos que sí son cristianos (a pesar de su muy incorrecta doctrina).
Porque la auténtica Iglesia no tiene sede en Roma, ni en Jerusalén, sino en el trono que está a la derecha de Dios, en el que se sienta el Jesús resucitado vencedor del pecado y de la muerte. O, como ya dijo el propio apóstol Pedro en una de sus cartas, la Iglesia es el cuerpo vivo que está edificado sobre la piedra angular que es el propio Jesús.
COHERENCIA DEL PADRE ALBERTO
El padre Alberto no es ni más ni menos cristiano por haber cambiado de la Iglesia católica a la episcopal.
En cualquier caso, sí es más coherente con su visión de una vida en la que el celibato obligatorio para quien quiera ser sacerdote no es coherente con lo que la Biblia exige en palabras del apóstol Pablo:
que el obispo sea marido de una sola mujer. En este punto simplemente es fiel a lo que dice la Biblia. Y en el resto, el y Dios lo saben.
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