Sin más, ahí está
la clínica suiza “Dignitas” para ofrecer su generosa y bien remunerada ayuda al suicidio (suicidio asistido) para todo aquel que quiera morir, ¡incluso aunque esté sano! Porque,
todos lo sabemos, es
absolutamente normal para una persona sana y en su juicio querer morir.
Y entrando en este mismo sano juicio, tenemos a la Iglesia. Albert Mohler, presidente del Seminario teológico de los Bautistas del Sur, ha publicado recientemente un artículo en el que da una visión representativa de lo que su denominación opina sobre las teologías protestantes liberales, y habla de este “suicidio de la iglesia”.
¿En qué consiste este suicidio? En parte en el abandono de la fe genuina en Dios por parte de pastores afines a la teología liberal, que a pesar de ello quieren seguir predicando, enseñando y aconsejando en base a un concepto teórico de Dios, y basados en una Biblia en la que no creen, o de la que creen que todo es relativo según su
sano juicio. Son –en moderno- como el cura del libro
San Manuel Bueno mártir de Unamuno ¡Ya Don Miguel denunciaba esta situación en la Iglesia católica española de su tiempo, quién nos iba a decir que la protestante llegaría a vivir inmersa en el mismo problema!
Pero sobre todo, el suicidio de la iglesia se debe, en palabras de Mohler, a
la pasividad de la iglesia, echando una especial carga de responsabilidad en sus denominaciones y líderes cuando no reaccionan ¿Por qué? Mohler es contundente:
“la cobardía de los burócratas de la iglesia abre una puerta a cualquier tipo de aberración teológica, y así se llega finalmente, claro, a tener a un ateo en el púlpito”.
Es decir, el servicio a Dios se convierte en un trabajo de empresa, en la que lo de menos es el ideal, léase doctrina, que es al fin y al cabo el ideal en palabras ¿o no es un ideal el Credo? Y al decir doctrina e ideal, entendemos amor y justicia, ética y misericordia, paz y verdad. En concreto, dice Mohler que
“la autodestrucción teológica de la iglesia no empieza con un pastor que no cree en Dios”, sino “con la negación de una doctrina aquí, y la negación de otra allá”.
Y volviendo a las empresas se mueven sólo:
1) Por resultados;
2) Por interés de mantener el propio empleo;
3) Por lograr el máximo beneficio;
4) Por la búsqueda de prestigio personal y profesional. Generalmente van unidos todos o gran parte de estos motivos.
Esa pendiente lleva, si se recorre hasta el final y en su máxima expresión, a la catástrofe mundial que estamos viviendo en el área económica. En el caso de la iglesia, habría que añadir la bancarrota espiritual, que no cotiza en bolsa, pero sí en el reino de los cielos. Y para algunos, como es el caso de Mohler, eso sigue teniendo un valor superior al de cualquiera otra de las cuestiones empresariales que hemos mencionado.
En el caso de la crisis económica global, ahora muchos se echan manos a la cabeza, quejándose por la falta de supervisión, de control, de que nadie alzase la voz para denunciar lo que estaba ocurriendo, participando por activa o por pasiva como cómplices de lo que estaba sucediendo.
Lo mismo ocurre u ocurrirá en la catástrofe espiritual de la iglesia. Podemos seguir al Señor cuya tumba está vacía, o participar en el suicidio asistido de la iglesia, y acompañarla en su propia sepultura.
Cada uno de nosotros somos responsables de elegir qué queremos vivir. Estar en los dos lugares a la vez es imposible, lo dice nuestro
sano juicio.
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