Felices vacaciones

No queremos estropear con esto las vacaciones de nadie, pero sí que deberíamos disfrutarlas valorando más que son realmente un periodo que se nos regala, y aprovecharlo, en vez de vivirlo como un derecho que tenemos que exigir y estrujar como el que exprime un limón.

Y sobre todo, deberíamos mantener la tensión entre las diferentes realidades que nos rodean. Dos de ellas afloran en las noticias de nuestras páginas de manera que debemos de mantenerlas presentes como una responsabilidad de todos, a la vez que en el otro lado de la balanza ponemos el relax del periodo estival.

La primera realidad es la necesidad de un acto de generosidad sencillo que puede salvar una vida: dar unas gotas de sangre para María Ghaferieh Boghossian, una mujer de 36 años que vive en Barcelona con su familia. Su problema vital y acuciante se llama leucemia, y su solución depende ahora mismo de un sólo factor: un donante de sangre compatible para poder recibir un trasplante de médula que le salve la vida. María es miembro de una iglesia de las Asambleas de Hermanos en Barcelona. La enfermedad no coge vacaciones.

La segunda es la situación en Chiapas, México. Allí los cristianos evangélicos no sólo no tienen vacaciones, sino que los caciques católicos desde hace muchos años les persiguen, les acechan, les amenazan, les provocan, les maltratan, y de vez en cuando les asesinan. Por si fuera poco, el arzobispo de León (México) echa un poco más de leña al fuego de esta pira de la inquisición -que pervive con permiso de las autoridades mexicanas- hablando del peligro de las “sectas protestantes”. Con “hermanos separados” así no hacen falta enemigos.

Para más INRI, esta preclara mente arzobispal explica que ante el “proselitismo” de las peligrosas "sectas evangélicas", los católicos deben “dar testimonio de tal forma que la conducta que manifiesten atraiga a más fieles”. Sin duda en Chiapas los católicos escuchan a su arzobispo y están consiguiendo atraer a sus conciudadanos.

Dicho sea de paso, es una auténtica vergüenza que el señor arzobispo –y todos sus colegas mexicanos con él- hagan la ley del silencio ante las barbaridades de Chiapas, cuando deberían denunciar públicamente lo que los líderes católicos allí están realizando, y si hablen para atacar a los protestantes.

Lo dicho. Les deseamos unas vacaciones llenas de un tiempo familiar entrañable. Pero no quiten de la maleta el peso de quienes sufren, de todos en general y especialmente si son hermanos en la fe. No para martirizarnos, pero si para equilibrar nuestra alma y nuestra vida.

Y sobre todo, para que si renovamos fuerzas sea para seguir luchando no sólo por las responsabilidades propias de cada uno, sino porque palabras tan usadas y a la vez tan desvirtuadas como amor, justicia, integridad y sobriedad tengan cabida en nuestra familia, nuestra iglesia (quien la tenga) y nuestra sociedad. Aplicando estos términos y valores -en su dimensión más real y práctica- a situaciones como la de María Ghaferieh, o la de Chiapas, y/o la que cada uno de nosotros tenga cerca: la de nuestro próximo.

Felices vacaciones.