Así,
amor se puede entender como dejar que cada cual haga lo que mejor le parezca sin cuestionarlo; o bien respetar al otro en su responsabilidad de decidir, pero manifestarle sin dudas lo que consideramos qué es lo mejor o ideal para su vida (de nuevo nos apuntamos a la segunda idea).
Siguiendo con este abecedario, consideramos que la
unidad cristiana no es la mezcla de vivir juntos en un patio de vecinos -con la disculpa de la pluralidad-; sino definir con claridad los principios para trabajar juntos; aunque luego el diálogo y la convivencia sean abiertos, pero con cada mochuelo en su olivo.
Dentro de estas ideas hay noticias diversas, como las opiniones en torno a la Semana de oración por la unidad de los cristianos, con declaraciones del director de esta revista al diario ABC, a las que nos sumamos; coincidiendo con la idea que se recoge al final de la misma, en palabras de José Grau: el problema de la Iglesia de nuestro tiempo no es la unidad sino la apostasía.
Y aunque aún no hemos publicado la noticia, les adelantamos dos propuestas de la
FEREDE (Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España), que representa a los evangélicos en el diálogo con el Estado.
En su próxima Comisión Plenaria a finales de febrero se propondrá
incluir una casilla en el IRPF de Hacienda para que el Estado destine una parte de la recaudación del dinero público a los evangélicos. Y por otra se planteará
incluir a la Iglesia Adventista como de pleno derecho en FEREDE (hasta ahora estaban a efectos de disfrutar de los derechos de los Acuerdos FEREDE-Estado y con voz y voto, pero sin poder ser elegidos para cargos de responsabilidad). Dos decisiones que si van adelante supondrían un claro cambio en la identidad evangélica como hasta ahora se ha entendido en España.
En cuanto a la casilla en el IRPF, según la
encuesta que tenemos abierta, un 50% de los votantes están claramente en contra (y el 27% lo consideraría “una vergüenza”). Sólo un 23% está a favor. Un 24% vota que sí por el hecho de “terminar con la discriminación”, es decir que no está a favor pero tampoco en contra, apoyando esta opción para evitar discriminación con los dineros que recibe la Iglesia católica. Una situación sin duda muy farragosa.
En cuanto a la admisión plena de la Iglesia Adventista, supone un enorme cambio en la FEREDE. De hecho, su inclusión estuvo llena de polémica, por pensar muchas iglesias que su doctrina no es compatible con la identidad evangélica. Por esta razón su incorporación fue con derechos limitados, algo que lógicamente los adventistas han peleado por cambiar, llegando incluso a pensar en denunciar la situación (así lo manifestaron).
Por lo tanto, su inclusión con pleno derecho cumple posiblemente la legalidad y lo políticamente correcto. Pero supone admitir que son plenamente evangélicos en lo que a la FEREDE corresponde.
Sin entrar a opinar ahora sobre la doctrina adventista, este hecho supone un giro en el concepto no ya sólo de la FEREDE, sino de la identidad evangélica. Giro que se añade a todo lo dicho con anterioridad en este Editorial.
Como decíamos, las mismas palabras van teniendo muy diferentes significados. La clave es ser conscientes de que las decisiones que tomamos van a definir quiénes somos, aunque las palabras sigan siendo las mismas.
Porque al final las personas que nos rodean nos juzgarán no en base a apariencias, costumbres, ritos o anuncios, sino por las palabras que de verdad vivimos y nos comprometen.
No en vano Jesús pudo decir: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Marcos 13:31). Porque su palabras eran verdad y de una transparencia total, sin dar lugar a dudas.
Y desde luego, lo mejor es ser personas (e instituciones) de palabra, y que ésta sea clara y fuerte. Porque si nos equivocamos siempre estamos a tiempo de rectificar. Pero la ambigüedad no tiene rectificación posible.
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