Como bien dice Luis Marián en su artículo “
Mesías Pichichis” (excelente) la potente multinacional deportiva Nike, acusada de explotación de niños por numerosos grupos de defensa de los Derechos Humanos, lanza una campaña en la que el símbolo de la selección inglesa de fútbol, el delantero
Wayne Rooney, aparece como crucificado y coloreado de un rojo húmedo que parece sangre.
David Beckham, por su parte, aparece en un cuadro de la última cena en la publicidad de la cadena UKTV G2. Beckham aparece en el lugar de Jesús rodeado de sus doce "apóstoles" representados en la imagen por los jugadores de la selección inglesa, todos alrededor de la Copa del Mundo, en lugar del cáliz.
Y hace un tiempo
Ronaldo protagonizaba un anuncio en el que suplantaba al Cristo Redentor del Corcovado. No era la imagen de Jesús la que se elevaba sobre Río de Janeiro sino el futbolista brasileño.
Como simple resumen del contraste entre
Jesús y estas estrellas multimillonarias del fútbol, dice Luis Marián y nosotros con él que “hacerse millonario a base de darles golpes a un pedazo de cuero no tiene nada que ver con la decisión y condición de quien siendo rey se hace voluntariamente pobre sin impedir que le muelan a golpes con pedazos de cuero”.
No escribimos para quejarnos (más bien nos importa un pimiento mediático, hay que decirlo) sino para reflexionar sobre este uso publicitario de la imagen de Jesús. Algo parecido ha ocurrido –en menor escala- con la imagen del
Che Guevara: es utilizada para promocionar ideas y productos que “el Che” hubiese despreciado o rechazado.
Y es que la imagen de Jesús tiene un atractivo especial. Lo curioso es que -al igual que al Che Guevara se le despoja de sus principios más íntimos y básicos de la revolución al usarlo como icono de moda- a Jesús se le presenta como anuncio atractivo negando aspectos necesarios y esenciales de su figura.
El que más nos llama la atención es la falta de carácter.
Jesús amó hasta la muerte, y muerte de cruz (lo que los anuncios repiten vez tras vez en una clonación creativa de la misma idea). Pero Jesús es también el Dios del universo, creador del mundo, ante el que se doblará toda rodilla, y que actuará como Juez de las naciones y de todo ser humano. Precisamente él vino para ofrecer perdón con su sangre vertida en la cruz para que quien la acepte (y no como Rooney, pintada en la epidermis, sino impregnando el corazón) obtenga la salvación eterna de su alma, la eternidad con Dios.
El perfecto amor (dice la Biblia, y se refiere al amor de Dios) echa fuera el temor. Este es el Jesús inmolado. Pero también dice la Biblia que el principio de la sabiduría es el temor de Dios; es decir, el respeto, la consciencia de que Jesús no es un anuncio atractivo para comprar más y mejor, sino la respuesta a la tragedia del ser humano ante la vida y la muerte. A éste Jesús es preciso también que anunciemos. Al uno y al otro, porque al fin y al cabo Jesús Dios y Jesús hombre son la misma persona.
Este es el sentido de esta revista: anunciar a Cristo, y a Cristo crucificado y resucitado. Nosotros no podemos ocupar su lugar (como lo hacen en los anuncios Rooney, Beckham y Ronaldo). Al contrario, él vino a ocupar el nuestro, el que merecemos cada uno de nosotros por nuestras acciones y omisiones. Para vencer a la muerte, al egoismo, al odio, a la soledad, a la desesperanza… al abismo que separa a cada ser humano de Dios.
¿Le gusta nuestro anuncio? No se quede ahí, corra a adquirirlo. Abra su Biblia y lea Juan 3:16. Ahí están las instrucciones (
letra pequeña incluida) del propio Jesús para cerrar el trato. Es lo más atractivo del mundo, pero a la vez -asegura el propio Jesús- le va a usted la vida en ello.
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