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“Esta crisis debe hacernos recapacitar en la fragilidad de nuestra existencia y la inseguridad del futuro”

La epidemia del coronavirus ha traído consigo una larga lista de consecuencias y presagios económicos negativos.

AUTOR 814/Jonatan_Soriano BARCELONA 14 DE MAYO DE 2020 10:00 h
Economistas y analistas empresariales cristianos coinciden en que esta crisis también pide replantear nuestro modo de vida. / [link]Anna Dziubinska [/link], Unsplash CC

Después del impacto que ha generado la epidemia de la Covid-19 a nivel sanitario, la economía ha centrado los discursos políticos y los esfuerzos de cálculo de las instituciones internacionales. Las previsiones, las planificaciones y los consejos en el ámbito económico y en el marco de la crisis ocasionada por la propagación del virus, a menudo, se han dado acompañadas de palabras de ánimo. “Todos los países necesitan trabajar juntos para proteger a las personas y limitar el daño económico. Este es un momento para la solidaridad”, ha señalado la presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, entre muchas otras voces.



Pero el avance de la solidaridad a la que apela Georgieva está pendiente de negociación. Negociar, por ejemplo, si la comunidad internacional estará dispuesta y coincidirá en la cancelación de la deuda de los países africanos, y no solo la suspensión temporal de pagos, tal y como han solicitado este mes de abril algunos de sus líderes. O, también, negociar si las inyecciones de dinero por parte de la Unión Europea en los diferentes sectores económicos y países, se dará en calidad de subsidios o préstamos, a pesar de que el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, diga que “la parte de los préstamos debe tener en cuenta que no se puede alimentar una espiral de deuda”. 



[destacate]"En una economía globalizada, el estornudo de determinados países trae un catarro a muchos otros".[/destacate]Desde una perspectiva cristiana, cuestiones como la de la solidaridad o la deuda aluden también a una dimensión moral, y no puramente económica. Desde esa perspectiva es que Amable Morales, economista y tesorero de la Alianza Evangélica Española, considera que “el virus ha dejado al desnudo nuestras vergüenzas”. “Durante décadas hemos edificado dos grandes divinidades en el mundo occidental: la primera divinidad es el crecimiento, siempre descansando en el consumo que no debe detenerse para mantener la maquinaria engrasada. Y la otra divinidad contemporánea es el beneficio, a la mayor velocidad y a cualquier precio. Eso nos ha llevado a una globalización donde solo la rebaja de costes tenía importancia. Ni los derechos humanos, sociales o laborales; ni el reparto de la riqueza en proporción al esfuerzo involucrado, ni asegurar unos servicios públicos sostenibles de calidad y proporcionales a las necesidades de la población”, asegura.



¿Regreso al 2008?



Para muchos, quizá la reaparición de la palabra ‘crisis’ en muchas de las portadas de diarios generalistas ha recordado el dramático proceso que comenzó en 2008 con el colapso del sistema bancario. “La crisis de 2008 no fue una parón ‘en seco’, como esta, así que es muy difícil hacer comparaciones”, explica Jorge Saguar, consultor y analista empresarial, presidente de los Grupos Bíblicos Unidos y miembro del Grupo de Evangélicos en Economía y Empresa, Tres-e. “Si la causa no es financiera, sino sanitaria, por decisión de los gobiernos, es de suponer que, una vez alcanzado cierto control de los contagios y los fallecimientos, la capacidad y habilidad de los gobiernos para gestionar la salida, será clave para que veamos una recuperación sostenida”, dice, en alusión a la famosa ‘V’ de la que habla el mismo FMI, en sentido del dibujo que resulta de la caída y la recuperación temprana en los gráficos.



[photo_footer]Algunos países, dobre todo del hemisferio sur global, han pedido la cancelación de sus deudas./Annie Spratt, Unsplash CC[/photo_footer]



Tanto para Morales como para Saguar, hay un espacio para la equivocación en todo presagio. “Cuantificar los efectos es un ejercicio de adivinación es este momento, cuando nadie conoce con certeza ni la fecha en que se podrán reanudar las distintas actividades, ni los efectos de la pandemia en otros países, en una economía globalizada donde el estornudo de determinados países trae un catarro a muchos otros”, manifiesta Morales.



El margen de error en toda previsión



Para este 2020, el FMI prevé que la economía mundial caiga un 3%, casi lo mismo que creció el año anterior. En el caso de España, la afectación en la economía podría alcanzar el 8%, según la institución, situándose un 0,5% por encima del decrecimiento medio en la Eurozona, y el desempleo superaría el 20%. “Lo cierto es que las previsiones pueden cambiar mucho en función de lo que se tarde en producir la desescalada del confinamiento. La experiencia y el buen criterio al adaptarse a los cambios de escenario a medida que evolucione la pandemia, serán las únicas guías en esta situación”, remarca Saguar.



[destacate]"La idolatría al crecimiento y al beneficio ha incrementado la brecha entre países".[/destacate]También Morales apunta que “la absoluta incertidumbre de la situación, y especialmente las muchas incógnitas sobre la vuelta a la ‘normalidad’, realmente convierten en un ejercicio de adivinación cualquier respuesta” a la pregunta de hacia qué escenario nos dirigimos. “Ni la visión optimista, que descansa en la hipótesis de una salida temprana del parón económico actual, ni el análisis bastante catastrófico, que supone que el alargamiento del confinamiento económico se extienda hasta el punto de dañar irreversiblemente el mismo tejido productivo, tienen base en datos objetivos”, apunta Morales, que también relaciona la evolución de las medidas a la aparición de la vacuna, para la que todavía quedarían meses según los cálculos. 



“El FMI, como otros muchos organismos nacionales e internacionales, se ha equivocado muchas veces en sus previsiones. Y de hecho la propia pandemia es una clara demostración de lo incierto de las previsiones económicas de futuro. Hace 4 meses las estimaciones sobre el crecimiento mundial y por países eran las bases ‘sólidas’ para las negociaciones de presupuestos, compromisos y programas políticos en casi todo el mundo. Y en poco más de 4 semanas todas esas previsiones han volado por los aires”, afirma. 



Y es que el efecto de la pandemia sobre la economía global “no tiene nada que ver”, como indica Saguar, con los signos que se detectaban a finales de 2019 y que reflejaban que “el ritmo de crecimiento estaba descendiendo notablemente en algunas economías ‘locomotora’ y eso podía significar un período de estancamiento”. 



El virus ha confrontado todo un modelo de vida



El efecto del virus en la economía, según observa Morales, va acompañado de un toque de atención moral. “La idolatría al crecimiento y al beneficio ha incrementado la brecha entre países ricos y pobres y ha multiplicado el número de los millones de personas que no alcanzan una vida digna, ni tan siquiera a una alimentación de subsistencia, incluso dentro de los llamados países ricos”, dice. “La pandemia seguramente ha acelerado sorpresivamente lo que en cualquier caso nosotros mismos hemos estado alimentando para un futuro más o menos cercano. Por esa obsesiva reducción de los costes de producción, muchos países han desmantelado buena parte de su capacidad industrial, y ahora se ven abocados a la falta de suministros y respuesta por lo que pueda ocurrir en otra esquina del planeta”, añade.



[photo_footer]El regreso a la actividad comercial está siendo desigual entre los diferentes países./Jorge Percival, Unsplash CC[/photo_footer]



“Esta crisis debería hacernos recapacitar sobre la fragilidad de nuestra existencia y sobre la imposibilidad humana de asegurarnos nuestro futuro, incluso el inmediato. Como cristiano pongo todo mi esfuerzo para planificar adecuada y responsablemente mis actos y decisiones, pero finalmente tengo que descansar y confiar en la soberanía del Dios al que reconozco como creador y sustentador del universo”, reitera.



[destacate]Es el momento de que "bastantes iglesias repiensen la importancia que se le ha dado a los lugares de culto".[/destacate]Además de apelar a una reflexión a nivel de sociedad que lleve a “conclusiones honestas”, Morales añade que “deberíamos reflexionar y decidir sobre el modelo de gestión pública que queremos, para corregir las evidentes carencias y debilidades con las que los modelos de las últimas décadas nos han dejado para enfrentar esta crisis”. “El modelo de la divinización del crecimiento y el beneficio, ya sabemos dónde nos coloca. Y aunque pudiera parecer que todo esto es solo aplicable a nuestros políticos, recordemos que en los países democráticos son nuestros votos los que finalmente conceden a personas la gestión de los recursos y objetivos públicos. La Europa que nació y se fortaleció bajo los valores cristianos lleva años caminando alejada de esos principios, y personalmente creo que mucho de lo que estamos cosechando es el resultado de ese abandono y negación”, enfatiza. 



En este sentido, el último Foro Económico Mundial de Davos ya realizó un reconocimiento expreso, al menos por parte de la organización, de la necesidad de reinventar el sistema económico para que “las empresas aprovechen sus competencias básicas” pero en un esfuerzo conjunto “con otras partes interesadas para mejorar el estado del mundo”. Para eso, señala Saguar, hay que actuar con “previsión, generosidad e instrucción”. Sin perder de vista que una parálisis tan grande del consumo no es positiva, que “ahora es necesaria la intervención de los bancos centrales aportando liquidez a los estados y las empresas para que puedan hacer frente a gastos corrientes”, y que, en España, “los presupuestos anuales que se hubiesen aprobado hasta febrero, seguramente quedarán desfigurados por esta pandemia, por lo que toca preparar una economía de mínimos”, Saguar llama a las iglesias a “hacer una previsión de los gastos prioritarios, esforzándonos por conocer las necesidades, cuidando de las personas en primer lugar, y apelando al aumento de la generosidad entre los hermanos”. 



La crisis y la responsabilidad de las iglesias



“Aunque la mayoría de las iglesias están habituadas a manejar presupuestos muy austeros, es importante animar a los hermanos a pensar primero en los obreros del Señor y en los hermanos más necesitados, a quienes la parada de la economía pueda sorprender en peor situación”, remarca Saguar. 



[photo_footer]Muchas iglesias y organizaciones cristianas han doblado sus esfuerzo solidarios ante la epidemia. / Remar[/photo_footer]



Este consultor y analista empresarial aboga por la creación de mecanismos como fondos comunes entre iglesias que den respuesta ante las necesidades más apremiantes, tanto de la comunidad como de sus vecindarios. “Este puede ser buen momento para que las iglesias de cada ciudad o comunidad autónoma se unan para crear fondos de comunión práctica y ayuda social. No solo las iglesias locales van a pasar por necesidades diferentes, según barrios o poblaciones en que se encuentren. Algunos vecinos a quienes se lleva dando testimonio muchos años, también pasarán por penurias y situaciones que requieran estar disponibles para ellos”, dice.



[destacate]"Esta crisis trae a las iglesias una nueva manera de manifestar la misericordia".[/destacate]Morales hace extensiva a las iglesias la reflexión que reclama a nivel de sociedad y asegura que estas “deberían recordar cuál es el propósito de su ministerio y las prioridades en el uso de sus ofrendas”. “La ayuda a los necesitados, el sostenimiento de los obreros y misioneros y el apoyo a la extensión del Evangelio”, apunta.



Es el momento, dice Morales, de que “bastantes iglesias tengan que repensar acerca de la importancia que hayamos podido dar a los templos y lugares de culto, con inversiones y deudas ingentes que ahora podrían limitar el cuidado de esos tres objetivos preferentes”. 



Tanto Morales como Saguar no dejan de lado que toda planificación económica va acompañada de un mensaje práctico que impacte la vida de las personas. Por eso, recuerda Morales, el mensaje cristiano “es el mismo para todas las personas en todas las circunstancias: hacer entender a todos que ‘mejor es confiar en Dios que confiar en el hombre’”. “Esta crisis nos trae a la iglesia una nueva manera de manifestar la misericordia hacia las personas cargadas de temor, inseguridad, dolor y necesidades, para llevarles a contemplar la persona y obra de Cristo”, dice.



Parte de ese hacer ya puede verse a través de la oración, señala Saguar, “no solo para interceder por quienes sufren y van a sufrir los efectos de esta pandemia, sino por el tipo de sociedad que somos con o sin pandemia, con crisis de valores, auge del nihilismo postmoderno, individualismo y explotación o las implicaciones en la salud de la biosfera”. “Desde las iglesias y en cada familia de creyentes hemos de clamar a Dios por nuestra sociedad, participar y servir con nuestras profesiones y oficios, estar en las calles y en la actividad económica de manera justa, excelente y generosa. Justa, para combatir la desigualdad, excelente para favorecer el progreso y generosa para invertir repartiendo”, reivindica. 


 

 


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COMENTARIOS

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Gandulfo Narváez
15/05/2020
12:03 h
3
 
Contenido de calidad, se agradece Sr. Soriano. Saludos
 

Daniel Hofkamp
14/05/2020
09:30 h
1
 
Muchas gracias Amable y Jorge por este análisis.
 
Respondiendo a Daniel Hofkamp

Joel
14/05/2020
15:18 h
2
 
Ídem!
 



 
 
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