El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
No es un libro cualquiera, pero no sólo atendiendo su contenido, sino a la evolución tecnológica a la que el texto se ha ido adaptando desde su primera escritura.
Pocos libros pueden considerarse un long-seller como la Biblia. Desde hace más de quinientos años, siendo uno de los primeros libros impresos de la historia, el libro que siguen los cristianos es probablemente el que ostenta el mayor número de récords en cuanto a difusión, traducción y lectura.
Parte de la razón por la cual se ha mantenido vigente es que ha estado accesible en la tecnología prominente de cada época, desde las tablas de piedra hasta las tabletas digitales.
LA PALABRA EN PIEDRA, PAPIRO Y PERGAMINO
La historia de la Biblia nos remonta a tecnologías de escritura lejanas en el tiempo. En el mismo texto bíblico se hace referencia a algunas de ellas. Por ejemplo, las tablas de la ley con los diez mandamientos estaban escritas en piedra, una de las formas de escritura utilizadas en la antigüedad.
Pero, sin duda, el antecesor del papel que tenemos hoy fue el papiro, que comenzó a ser utilizado en Egipto en el 4.000 antes de Cristo.
Los rollos de papiro fueron el soporte más habitual para los escritos bíblicos. Eran fabricados a partir de la planta con el mismo nombre, con un proceso artesanal en el que se debía machacar las fibras provocando una unión sólida, duradera y porosa, que permitía a continuación la escritura.
En la tradición judía tuvieron una gran importancia los escribas: personas del estamento sacerdotal que, además de exponer la ley al pueblo, se dedicaban a conservar y copiar los manuscritos que hoy conocemos como el Antiguo Testamento. En la época de Esdras vemos al pueblo reunido escuchando la exposición de la ley, que era leída por el sacerdote, siendo esta la forma habitual en la que las personas entonces interactuaban con el texto.
En el pueblo judío el aprendizaje de la lectura y la escritura estaba extendido. Una muestra de ello es que el mismo Jesús sabía leer y escribir; de hecho acudió a una sinagoga donde dio lectura a uno de los textos de Isaías.
En aquel momento el papiro convivía con los pergaminos. Éstos se elaboraban a partir de pieles de animales, un adelanto técnico del que también hicieron uso en la época bíblica. Para Pablo el uso de pergaminos era habitual y por eso el apóstol le pide a Timoteo específicamente que se los traiga a Roma cuando lo visite.
En la iglesia del siglo I, siempre se tuvo en alta estima la lectura y el estudio de las Escrituras. En Hechos, tenemos una mención clara a cómo de cercana era la relación de los de la iglesia de Berea con “las Escrituras”, las cuales “comprobaban y estudiaban asiduamente”.
Tenía entonces mucho mérito realizar este estudio de las Escrituras, las cuales no estaban separadas por capítulos ni versículos, y el texto estaba dispuesto en un rollo, en una continuidad absoluta y probablemente sin muchas separaciones.
LA PALABRA EN UN LIBRO
La tecnología del libro se va desarrollando inicialmente en la Edad Media, cuando aparece el códice y el libro deja de ser un rollo continuo. Su aparición está en torno al siglo III, y a pesar de su antigüedad, sigue siendo el formato más popular y el antecesor del libro físico, tal y como lo conocemos hoy.
Habría que esperar hasta el siglo XIV y XV para que comenzara la verdadera revolución. Por una parte, se popularizó el uso del papel, más barato y fácil de producir; poco después llegaría el invento de la imprenta, que da comienzo a la era industrial del libro.
En todas estas etapas, la Biblia fue siempre a la vanguardia de la tecnología. Entre los primeros libros impresos por Gutenberg estaba la edición de la Vulgata, la Biblia en latín, de la cual se conservan dos copias en España, una en Burgos y otra en Sevilla.
La difusión industrial de la Biblia permitió que ésta llegase de forma progresiva a todos los estamentos sociales. Para el reformador Lutero fue una prioridad que las personas pudieran escuchar y leer la Biblia en su idioma, y por eso trabajó arduamente para traducir la Biblia al alemán, siendo uno de los pioneros de la inmensa labor de traducción que hace hoy de la Biblia el libro traducido a más idiomas en el mundo.
LA PALABRA EN EL ORDENADOR
El avance tecnológico ha continuado en los últimos 200 años, abriendo paso para que la Biblia aparezca en otros formatos: audible, dramatizada, y recientemente digitalizada.
En los últimos 30 años se produce la revolución informática, y ahora la Biblia está presente en millones de pantallas de ordenadores, tablets o móviles.
Es en estas últimas plataformas en las que se producen adelantos significativos, no sólo en la difusión de la Biblia, sino también en las posibilidades de estudio. Una de las empresas que desarrolla nuevas herramientas para ello es Software Bíblico Logos, que recientemente ha lanzado la sexta versión de su popular Biblia Interactiva.
Además de proveer una gran colección de libros que ayudan al estudio de la Biblia, Logos 6 presenta nuevas funcionalidades. Por ejemplo, con el “explorador de Salmos” permite estudiar la estructura poética de cada salmo, o realizar una búsqueda con diferentes criterios (temáticos, por autor, etc).
Otra de las herramientas que destaca Logos 6 es el visualizador arqueológico. Con esta funcionalidad no sólo se puede conocer información de valor histórico, sino también interactuar con las imágenes, lo que permite ver el estado actual de un lugar concreto – por ejemplo, la ciudad de Jerusalén – y en la misma imagen una reproducción de la Jerusalén de tiempos bíblicos.
Asimismo, este software incluye una herramienta de gran utilidad para aquellos que deseen estudiar pesos y medidas, con un comparador que traduce las indicaciones que aparecen en la Biblia con las medidas y pesos actuales.
Así, sea como los antiguos en pergaminos, o en la actualidad en las variadas pantallas de las que disponemos, tengamos igualmente herramientas valiosas para la difusión y el estudio de un libro que no pasa de moda.
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