El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Un estudio analiza las reacciones que producen ciertas piezas musicales, encontrando que personas de diferente cultura, raza y contexto expresan sensaciones similares.
Investigadores de la Universidad Técnica de Berlín (Alemania) y de la Universidad de Montreal (Canadá) han llevado a cabo un experimento que demuestra que las reacciones ante algunos aspectos de la música son universales.
Para ello, los científicos han estudiado cómo afectan ciertas piezas musicales a una tribu aislada de pigmeos Mbenzélé –que habita en la selva congoleña, sin electricidad y sin acceso a radio o televisión– y a un grupo de modernos del centro de Montreal.
Según el estudio, publicado en la revista Frontiers in Psychology, los dos grupos mostraron sensaciones distintas ante las piezas musicales de ambos tipos, pero la respuesta subjetiva y fisiológica de animación o calma provocada por toda la música fue la misma.
El equipo llegó a esta conclusión tras reproducir 19 piezas musicales cortas (11 occidentales y ocho pigmeas), de entre 30 y 90 segundos, ante un grupo de 40 pigmeos del Congo y 40 canadienses de Montreal.
Debido a que todos los pigmeos Mbenzélé cantan regularmente con fines ceremoniales, los canadienses seleccionados para el estudio fueron todos músicos aficionados o profesionales.
CANCIONES ESCOGIDAS
La música occidental elegida estaba pensada para producir una gama de emociones que iban de la calma a la animación, la felicidad, la ansiedad o la tristeza. Se incluyó música orquestal y extractos de tres películas populares: Psicosis, Star Wars, y La lista de Schindler.
Los cortes musicales pigmeos eran piezas vocales polifónicas que son bastante optimistas y tienden a llevarse a cabo en contextos ceremoniales para calmar la ira, expresar consuelo tras una muerte, desear buena fortuna antes de una expedición de caza, o incluso a apaciguar a un niño que llora, señalan los autores.
Los investigadores utilizaron los emoticonos con caras sonrientes o con el ceño fruncido para que la gente expresara si la música les hacía sentir bien o mal.
También pidieron a los participantes que valoraran si la música les hizo sentir tranquilos (emoticón con ojos cerrados) o animado (con los ojos abiertos). A medida que los participantes escuchaban la música, se tomaron varias mediciones, tales como el ritmo cardiaco, la respiración, y la cantidad de sudor en las palmas de las manos para dar a los científicos una visión más completa de las respuestas.
“Nuestro principal descubrimiento fue que los oyentes de estos dos grupos tan diferentes se sintieron animados y calmados por las piezas musicales de una manera muy similar”, señala Hauke Egermann, que trabaja actualmente en la Universidad Técnica de Berlín, pero hizo parte de la investigación como becario posdoctoral en la Universidad McGill de Berlín.
“Esto es probablemente debido a ciertos aspectos de bajo nivel de la música como el tempo, el tono y el timbre, pero necesitamos investigar más estos matices”, añade.
LA IMPORTANCIA DE LA CULTURA
El coautor indica que la principal diferencia entre ambos grupos fue que los canadienses describieron sentir una gama mucho más amplia de emociones al escuchar la música occidental que la descrita por los pigmeos, tanto con la música occidental como con la suya propia. “Ello se debe probablemente a los diferentes papeles que juega la música en cada cultura”.
“Las emociones negativas se asocian como una perturbación de la armonía de la selva en la cultura pigmea”, dice Nathalie Fernando de la Facultad de Música de Universidad de Montreal, que ha estado recogiendo y documentando la música de los Mbenzélé durante 10 años.
“Si un bebé está llorando, la madre Mbenzélé cantará una canción feliz y si los hombres tienen miedo de ir de caza, también cantarán una canción feliz. Esta cultura utiliza la música para ahuyentar todas las emociones negativas, por lo que no es realmente sorprendente que estos pigmeos tiendan a mostrar que toda la música que oyen les hace sentir bien”, aclara la investigadora.
Los autores señalan que la gente ha estado tratando de averiguar durante mucho tiempo si la forma en que reaccionamos ante la música se basa en la cultura o en algunas de las características universales de la música en sí. “Ahora sabemos que hay un poco de ambas cosas”, concluyen.
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