“En mi poesía reina el asombro”, dice Alfredo Pérez Alencart, y por eso esta antología –o 'antojolía', como le gusta llamar a esta obra– se nutre de ello. El poeta que abrazó Salamanca, sentimiento correspondido por su ciudad de residencia, presentará próximamente esta completa colección de sus obras en su otra patria, en Lima, el próximo 1 de agosto en el marco de la Feria Internacional del Libro. “Es una satisfacción que se presente en esta feria que es cada vez más trascendente”, comenta sin disimular su alegría.
Monarquía del asombro incluye poemas inéditos, pero también recorre la obra de Alfredo Pérez Alencart, que se inició como poeta de forma “tardía”, en el año 2001. Desde entonces, más de una decena de obras, además de traducciones a 20 idiomas, y la concesión del Premio internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi” (Caracas, 2009) y el Premio “Jorge Guillén” de Poesía (Valladolid, 2012), entre otros.
El autor viene prologado por el poeta Gonzalo Rojas (Premio Cervantes de Literatura Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana) entre otros, en los que se incluye Max Alhau (Premio “Antonin Artaud” de Poesía. Crítico literario de “La Nouvelle Revue Française”, “Europe” y “Autre Sud”).
Alau dice que Alencart es una voz la cual “se levanta en toda circunstancia: una voz fuerte que dice tanto lo épico como lo lírico. Esta voz se dirige hacia nosotros: recuerda el destino de todo individuo y contribuye a alabar la tierra, sea la tierra nativa de Perú o la tierra elegida de España. Además,
la voz de Pérez Alencart nos llega como un testimonio de lo sagrado y aun tiende a sacralizar lo profano (...) No olvidemos esta voz: escuchémosla, resonará durante mucho tiempo en nosotros mismos”.
PERUANO-SALMANTINO
@MULT#DER#61245@Una voz que comenzó a escucharse en España, pero que llega a otras partes del mundo, y sobre todo a América Latina. “Mi vida cultural y educativa se ha desarrollado en España, y de allí se ha ido irradiando poco a poco”, explica, para entonces recordar su amor a la ciudad donde vive: “A mí me gustaría terminar mis días en Salamanca. Yo la elegí y quise quedarme”.
Ahora, la visita a Perú será sin duda especial para el poeta, que reconoce esa herencia natal en su obra como territorio propio. “El poeta – explica en la entrevista concedida a Protestante Digital – tiene que demarcar su territorio, donde se siente mejor. Lo mío está en la amazonía peruana y en la sequedad de Castilla”.
NADA HUMANO (NI DIVINO) LE ES AJENO
La obra de Alfredo Pérez Alencart viene dedicada a su Jacqueline y a su hijo Alfredo, a quienes deja estos versos como herencia. “Los poetas y profesores tenemos pocos bienes materiales, y más los que tratamos de seguir la senda de Jesús”.
En su poesía hay lugar para el asombro de la naturaleza, como en
Cartografía de las revelaciones; o el sentimiento por lo sagrado en
Cristo del Alma, pero también poesía social, una denuncia que Alencart identifica enraizada en los evangelios y en los profetas bíblicos.
“Yo no vengo de familia evangélica”, cuenta. “Pero mis padres me educaron en la defensa del prójimo. Y cuando vi la Biblia, todo lo que yo tenía como algo empírico o jurídico en cuanto a la preocupación por el ser humano, por los trabajadores, lo encontré en Jesús y en los profetas antiguos”. Por eso “lo digo y clamo, líricamente”.
Recuerda ahora que
esta poesía de denuncia, publicada en España en 2006, fue tildada de “trasnochada”. Eran momentos de bonanza económica. Alfredo Pérez Alencart dice, desde entonces, que “no podemos envanecernos por estar en una etapa boyante. He vivido cómo aquí se les llamaba a los países de América Latina de forma despectiva los 'bananeros'. Y ahora eso es lo que nos llaman a nosotros... Realmente estamos unidos, maravillosamente, con América Latina. Tenemos que cuidarnos y ayudarnos”.
Y el poeta también
reclama a los creyentes y la iglesia que defienda la integridad del mensaje de Cristo,
con todas sus implicaciones. “Nos hemos vuelto muy acomodaticios. Cuando hablas del prójimo ya te tildan de rojo, de teología de la liberación...”, una actitud “retrógrada” que considera que transforma el cristianismo en un amuleto “para conseguir una comodidad y para calmar el espíritu o para mantener ciertas primicias materiales”. Por eso cree que “es tiempo de leer mejor, sin gafas distorsionadas, los evangelios”.
Sobre su experiencia espiritual, cuenta que conoció “al Dios verdadero algo tarde. Había pasado toda mi carrera de Derecho y renegaba del tema religioso”, y esto último no ha cambiado: “es bueno que los evangélicos tengamos cuidado de caer en demasiados ritualismos, porque sabemos a donde va eso”.
Por eso reivindica su verdadera patria: no Salamanca ni Lima, sino sobre todo el amor. “Y Dios es amor. Ha entrado en mi vida y sé que no hay marcha atrás”.
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