La Sala de La Palabra del teatro Liceo de Salamanca fue el escenario en el que el periodista, escritor y conferenciante internacional Juan Antonio Monroy recibió el Premio “Personalidad del año”. Se trata de una distinción concedida anualmente por la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos (ADECE) desde hace cuatro años.
El premio fue entregado por
Pedro Tarquis, como parte de la junta directiva de ADECE. Tarquis dedicó unas emocionadas palabras a quien describió como su “mentor”.
“Monroy ha sido, durante muchísmos años, un referente como periodista evangélico por su calidad, producción e integridad en mostrar el verdadero mensaje de Jesús en nuesdtra cultura”, dijo. “El premio se le concede recordando su defensa de la libertad religiosa, un derecho que no sólo reclamó para los suyos, sino para todos, y por saber transmitir el auténtico cristianismo desde y para la cultura de nuestro tiempo”.
Al recibir esta distinción,
Monroy agradeció el premio, a la vez que bromeaba sobre “la cantidad de distinciones” que está recibiendo como una señal “de que estoy llegando al final de la carrera”. Algo que sin duda desmentirá el público del auditorio, que le otorgó un sentido aplauso cuando recordaba, en la Sala de la Palabra, su pasión por la escritura y la comunicación.
UNAMUNO Y SU SENTIDO TRÁGICO DE LA FE
Antes, Juan Antonio Monroy había presentado la
primera conferencia pública del Encuentro de ADECE, que se desarrolló este fin de semana en la ciudad de Salamanca, y en el que el programa giró en torno a la figura de Unamuno.
En una sala repleta (con una capacidad de 200 personas sin que cupiese un alma, de hecho varios de los presentes lo vieron de pie) y ante la presencia de periodistas de varios medios de comunicación locales,
Monroy repasó la relación intensa del escritor vasco con la fe, a la que siempre acudía desde un sentimiento trágico y profundo.
El ponente comenzó rememorando algunos momentos importantes de la vida del literato: su infancia, su formación académica, su llegada a Salamanca como rector de la Universidad, sus cartas con protestantes, o su
creciente influencia y valiente contestación en momentos clave de la historia de España que le llevaron al exilio.
Al acercarse al pensamiento religioso de Unamuno, Monroy examinó lo que diversos estudiosos e intelectuales han razonado acerca del tema, para concluir que
encontramos a una persona difícil de encasillar, que tenía un manifiesto anticlericalismo – y por tanto, un “hereje” - así como una constante lucha interna entre la fe en el evangelio y la búsqueda de respuestas a las diversas circusntancias que vivía a nivel interior y exterior.
Ante todo, dice Monroy,
se percibe en Unamuno una sed de eternidad que muestra en la necesidad de que haya una esperanza más allá de la tumba para que la vida cobre sentido. Destacó Monroy repetidas veces
el epitafio que figura en la tumba del escritor salmantino de adopción:
“Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar. Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar”.
@MULT#DER#51232@Así,
Unamuno tenía “fe en la inmortalidad del alma, sin la que no podía vivir”, explica el periodista.La pregunta que mueve a Unamuno es la que “ha estado desde el principio de los tiempos en el corazón del hombre: ¿Para qué? Es la pregunta del Predicador en Eclesiastés”, recuerda Monroy, “que encuentra ecos y respuesta” en las palabras llenas de esperanza que Pablo escribe en Corintios sobre la resurrección.
Con el relato del apóstol finalizó la ponencia Juan Antonio Monroy, apuntando a que esa esperanza que movió a Pablo, y a Unamuno, también puede ser vivida por cada persona que quiera abrazar la fe en Jesucristo.
Esta próxima semana Protestante Digital ofrecerá el contenido íntegro de la conferencia en video.
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