El historiador inglés Paul Johnson lo explica en la
Historia de los Judíos (800 páginas en la edición de bolsillo de Ediciones B, por 12 euros en numerosas librerías), una obra en la que
se detalla la evidencia de una gran inundación en Mesopotamia que dejó una huella imborrable en la región. Entre ellas,
“la figura salvadora de Ziusudra, presentada en la Biblia como Noé, proporciona la más antigua confirmación independiente de la existencia real de un personaje bíblico” a juicio del autor.
En la monumental obra, Johnson explica que el concepto de “un universo moral superpuesto al físico” determina la narración del que él considera el “primer episodio histórico de la Biblia”. La descripción del diluvio universal en Génesis 6 tiene apoyo en otras narraciones mesopotámicas, por lo que
no se duda de que existió una inmensa inundación en la zona.
En 1872
George Smith, del Museo Británico, descubrió una narración del Diluvio en las tablillas cuneiformes encontradas por Austen Henry Layard en 1845-1851 en Quyunyik (Nínive) en la biblioteca del palacio de Senaquerib, lo que se vio confirmado por otras tablillas encontradas en el palacio de Assurbanipal.
En realidad, ésta era una versión asiria tardía, interpolada al final de una narración épica muy anterior llamada Gilgamesh, que se refiere a un antiguo gobernante sumerio de Uruk, en el IV milenio a.C. Antes de los asirios, tanto los babilonios como los lejanos sumerios conservaron recuerdos de un gran diluvio.
En la década de 1920,
sir Leonard Woolley descubrió y excavó Ur, importante ciudad sumeria de los milenios IV y III a. C., mencionada en la Biblia hacia el final de su parte prehistórica. Mientras investigaba los estratos arqueológicos más antiguos de Ur, Woolley se empecinó en hallar pruebas de la existencia de una inundación de enormes proporciones. Descubrió un depósito aluvial de 2,40 metros y lo situó entre los años 4000 a 3500 a.C.
Después de reseñar los diferentes sitios que habían sido explorados a principios de 1960, sir Max Mallowan llegó a la conclusión de que, en efecto, se había producido una inundación gigantesca.
LAS TABLILLAS DE SIPPAR
Después, en 1965, el museo Británico realizó otro descubrimiento en sus depósitos:
dos tablillas referentes al Diluvio, escritas en la ciudad babilónica de Sippar, durante el reinado del rey Ammisaduqa, 1646-1626 a.C.
La importancia de este último descubrimiento consiste en que nos permite centrar la atención en la figura del propio Noé, pues nos relata cómo el dios, habiendo creado la humanidad, se arrepintió y decidió destruirla mediante la inundación, pero Enki,
el dios del agua, reveló el plan de la catástrofe a cierto rey-sacerdote llamado Ziusudra que construyó una embarcación y así sobrevivió.
Para el historiador, es indudable que Ziusudra existió en realidad, fue rey de la ciudad babilónica meridional de Shuruppak alrededor de 2900 a.C., y así consta en la primera columna de la lista de los reyes sumerios.
En la propia Shuruppak se hallan pruebas de que existió una inundación gigantesca, aunque la fecha no se corresponde con la inundación de Ur que ofrece Woolley. La figura salvadora de Ziusudra, que se correspondería con la presentada en la Biblia como Noé, proporciona la mención más antigua de un personaje bíblico.
FOLKLORE FRENTE A HISTORIA BÍBLICA
Existe, no obstante, una diferencia fundamental entre la explicación bíblica del Diluvio y la narración épica babilónico-sumeria. A diferencia de Ziusudra,
Noé es una persona moral, araigada firmemente en la escala de valores que el Génesis reconoce desde el principio mismo.
Además, mientras la versión de Gilgamesh relata episodios aislados y carece de un contexto moral e histórico unificador, la versión judía percibe cada hecho como un trasunto de cuestiones morales y testimonio colectivo de un plan providencial. Es la diferencia entre la literatura secular y la religiosa, y entre el medo folklore y la historia consciente y determinista.
Por otra parte, el relato del diluvio bíblico anticipa elementos importantes de la religión judía. Está presente la minuciosidad de un Dios detallista, en la construcción y carga del arca. También el concepto del hombre virtuoso.
El relato también contiene la tendencia judía a subrayar el valor supremo de la vida humana, a causa de la relación del hombre con Dios, que aparece en el fundamental versículo 6 del capítulo 9 del Génesis:
“El que vertiese sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque Dios hizo al hombre a su imagen”. Éste es uno de los postulados fundamentales de la fe judía, y resulta significativo que aparezca en relación con el diluvio, el primer hecho histórico para el que se ha encontrado una confirmación no bíblica.
Los pasajes que tratan del diluvio también contienen la primera mención de una alianza y la más antigua referencia al país de Canaán.
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