El Gran Centro Comercial Virtual.
En la entrada anterior compartí mis impresiones durante el mes que estuve ausente de mi muro de Facebook. Claro, no dejé de leer cuanto se publicaba, sino solo de postear mis propios estados. Es por eso que además de cuestionarme por qué yo publicaba lo que publicaba y por qué los demás publican lo que publican, pues también me percaté de algunas cosas más.
¿CONTACTOS O AMIGOS?
Desde el surgimiento de las redes sociales el concepto de amistad ha experimentado una especie de mutación. Ahora llamamos “amigo” casi a cualquier persona que tenemos agregada a la red social. En lugar de reconocer que los amigos
“se cuentan con los dedos de una mano”, llamamos “amigo” a quien se digne a darnos un “like”.
No quiero sonar a resentido social, pero durante el mes que me ausenté y que no publiqué nada en mi muro, solo tres personas de los más de 2,300 contactos que tengo notaron mi ausencia y me escribieron para preguntarme dónde estaba. ¡Solo tres! Vamos, yo no digo que todos debieron haberme buscado, no. Pero notar esa realidad me recordó que Facebook nos vende un mundo de fantasía lleno de amigos y de espíritu de comunidad que muy pocas veces se experimentan en la vida real.
Si usted vio la película
“Red social” (
“The Social Network”, en algunas partes), que habla de cómo se originó Facebook, recordará que esta red que pretendía unir amigos inició dividiéndolos al punto que demandas millonarias enemistaron a quienes lo fundaron. Al día de hoy ellos no se hablan y son verdaderos enemigos.
Facebook es eso, es una comunidad de vitrina, la puedes ver pero no la puedes tocar. La puedes imaginar, pero no necesariamente es verdad. Hay un vidrio de separación que muy pocos logran traspasar a fin de experimentar verdadera amistad en el mundo real.
El Gran Centro Comercial Virtual no es el mejor lugar para encontrar amigos, estos mejor se encuentran en el círculo familiar, en el vecindario, la iglesia local, y por qué no, ¡hasta en el colegio y la universidad! Aunque es cierto que existen excepciones, es muy improbable encontrar allí verdaderos amigos que estén dispuestos a sacrificar la vida por uno (y viceversa).
LAS CANCIONES QUE PUBLICAMOS
Dentro de todo cuanto exhibimos en nuestras vitrinas personales están nuestras canciones favoritas que en su mayoría posteamos en forma de videos musicales. Yo sé que cada quien tiene sus gustos y preferencias; sin embargo, durante ese mes noté algo que en lo personal me preocupó. No solo porque lo vi en otros, sino porque yo mismo podría estar incurriendo en esto.
¿A qué me estoy refiriendo? A postear canciones superficiales que no dicen nada o que dicen cosas que otros ya han dicho hasta el cansancio.
Sinceramente era un tanto desilusionante ver que alguien posteaba una canción diciendo por ejemplo:
“¡Esta canción está marcando mi vida!” o
“Les comparto esta canción que sé que les va a ministrar” y al picar play escuchar, sí, una canción muy bonita, pero cuya letra no dice prácticamente nada.
Claro, las canciones que vi posteadas no eran malas en sí mismas, pero tampoco algo que contribuyera a nuestra mente, vida de fe y relación con Dios. Sí, emocionaban, pero si una letra no tiene un mensaje relevante que hable poderosamente dicha canción podrá ser cualquier otra cosa, pero no una buena canción.
Esto que comparto es un desafío para mí mismo, como compositor escribir con profundidad, relevancia y trascendencia no es algo que se consigue de la noche a la mañana, pero por algo se debe comenzar, ¿no? Por lo menos escuchando a buenos compositores que con el tiempo nos inspiren a imitar su profundidad tanto literaria, armónica y de contenido.
No voy a mencionar al intérprete ni la canción, pero durante el mes que vitrineaba en Facebook se publicó una canción cuyo coro no dice absolutamente nada, excepto una sola palabra que al estilo de mantra se repetía vez tras vez durante el 70% que dura la canción. Para rematar, un sitio web muy importante en cuanto a promoción de música cristiana la presentó como el
hit digno de radiarse.
¡Qué fácil! ¿No? Alguien monta una letra sencilla, con poca creatividad y que más parece copy-paste de otras sobre un extraordinario arreglo y una melodía conmovedora, y las radios comienzan a programarla como si se tratara de una gran canción.
¿Por qué los evangélicos nos conformamos con tan poco? ¿Ah?
Otra canción de reciente publicación y que comenzó a reproducirse en las vitrinas de Facebook es una que tampoco quiero dar el nombre ni sus intérpretes. Sinceramente a veces me canso de ser el aguafiestas de la red y de caerles mal a algunos que me leen, pero basta con decirle que la canción es mega-penta-tera-giga emocionante. La he escuchado dos veces y en unas de esas casi me desmorono en lágrimas por lo conmovedora que es. Pero siendo sincero: ¡está llena de clichés!
Escucharla me hizo recordar algo que me dijo mi amigo Godofredo González, pianista y director de la banda de Danilo Montero, cuando lo entrevisté para la sección
Conversando sobre composición, me dijo:
«Cuando yo escucho las canciones que nos dan quienes se acercan a nosotros con el interés que las tomemos en cuenta para algún proyecto de Danilo, pues me encuentro que muchos de los que componen están utilizando caminos trillados. Muchos cantos están faltos… Sin afán de ofender a nadie te puedo decir que mucha de la música que nos llega es muy superficial, le falta contenido. Esto es como una sopa a la que le han echado mucha agua. ¡Qué diferente es una sopa espesita! ¡Con pura sustancia! Necesitamos música con sustancia, adoración que cuando la escuchemos nos haga pensar
»
Lo preocupante de todo esto no es solo que algunos compositores, intérpretes y agrupaciones cristianas estén produciendo canciones con letras débiles, sino que el cristiano promedio ya se acostumbró a consumir este tipo de música. Revise las canciones que publican sus contactos y tal vez podrá evidenciar este fenómeno. La superficialidad de los compositores he permeado los gustos y preferencias del evangélico de a pie. La mayoría no ha notado el problema, les gusta lo que oyen y hasta las recomiendan escuchar por medio de sus muros.
Un gran porcentaje de evangélicos están adormecidos, anestesiados por la rítmica y la musicalización que escuchan, aletargados por canciones estilo
jingles publicitarios sin importarles que sus mentes queden sin fruto.
NUEVAS RESOLUCIONES
Sinceramente ausentarme de publicar en Facebook y vitrinear durante ese mes por lo menos me sirvió para reflexionar. Identifiqué lo falsos que podemos ser algunos en el mundo virtual, no solo con lo que publicamos, sino en nuestro concepto de amistad; además que me percaté que la superficialidad de cierta música cristiana no es motivo de alarma en la mayoría.
En lo personal he resuelto algunas cosas con respecto a mi cuenta de Facebook. En primer lugar, seguir compartiendo las nuevas publicaciones de mi blog. Cosa que he hecho desde que la abrí y que originalmente me motivó a estar presente en la red social. Segundo, postear cosas que a mi parecer sean relevantes y que puedan ser útiles a quienes las lean. Y tercero, cuidar mis motivaciones al publicar. Velar por no promoverme desmedidamente y sobre todo, cuidar de no proyectar algo que en la vida real no soy.
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