¿Amigo o Ladrón?

Me encantan los smartphones, me parecen un invento genial. Súper prácticos, divertidos, las variedades de aplicaciones no tienen fin. Yo tengo ahí afinador de guitarra, agenda, cámara de fotos, filmadora, ordenador, cronómetro, despertador, metrónomo, biblia, avisador de cuando terminan los anuncios en la tele, radio, centenares de canciones... me encanta. Y todo cabe dentro del bolsillo.

Es fascinante lo fácil que resulta comunicarse con un smartphone, entre tanto mensajito, grupos de guasá y demás. Es tan fácil que hay gente que cree que tienes la obligación de comunicarte. Yo flipo cuando a veces viene alguno y me dice: "¿qué pasa, que te mandé un mensaje hace media hora y no me has contestado" o "que te llamé y no me lo cogiste" . Como si yo tuviera la obligación de priorizar siempre el móvil en mi vida por el simple hecho de llevarlo encendido en cima. Vamos, el mundo al revés: el hombre al servicio de la máquina; en doscientos años estaremos como en Matrix, ahí entubaditos...

Poco a poco el móvil fue entrando en los hogares, y ahora es casi uno más, como el perro. Y eso me da qué pensar, porque si con el móvil estamos conectados con todo el mundo es muy fácil que perdamos las relaciones naturales dentro de la familia por priorizar comunicarse con los que no están allí dentro de la casa - una vez más, el mundo al revés.

Una familia es un grupo formado sobre relaciones. Comprar un piano no te convierte en pianista, así como vivir en una casa con las personas con las que compartes genes no genera una familia.

El smartphone (o el iPhone, me da igual, que para Dios no hay acepción de teléfonos) puede ser un gran amigo, aliado, de gran ayuda, apoyo, y enriquecer y facilitar muchísimo la vida de uno. O puede ser un ladrón sutil: de tiempo, de productividad, de relaciones, de libertad, y de familias. Depende de como y cuando lo uses y - sobre todo - de como y cuando NO lo uses.

En casa la prioridad de comunicación y relación tiene que ser de la familia. Conversas entre padres e hijos, cenas de matrimonios entre cuatro ojos, confidencias entre hermanos, las comidas con todos juntos en la mesa... Hasta hace muy poco tiempo, en toda la historia de la humanidad, el hogar ha sido este espacio especial e intimo de las familias. Por lo que leo en la Biblia, creo que es muy bueno que siga siendo así. Aunque tengamos un smartphone.

Y pienso que esta reflexión no va solo a los hijos, sino a los padres también. Tanto por el ejemplo, como por la responsabilidad.

Si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. (Lc 12:39). Que el cacharrito sea siempre un amigo que fortalezca la familia y enriquezca nuestras vidas, nunca un ladrón de nuestro tiempo, diálogos y miradas.