PeaceMaker

No sé si como yo serás hijo único también, pero aunque lo seas vamos a imaginar por un momento que tienes un hermano o hermana menor.

Empiezas por decirles a tus padres que se gasta el dinero de su paga en chucherías y no guarda nada.
Más tarde confiesas algunos secretos que se supone no deberías contarle a vuestros padres.
Al final le has cogido gusto a esto de recordarles castigos que le han puesto y ya no recordaban. Tus comentarios son precisos, justo en el momento adecuado para causar daño. Cada vez afinas más, recuerdas más cosas y las sueltas en mejores momentos.
Sin ser del todo consciente empiezas a disfrutar creando problemas y “mal rollo” con lo que dices.
Como mucho te llaman criticón, pero con dejarlo de hacer un tiempo, parece solucionarse. Aunque ya es tarde, te gusta y no lo puedes dejar.

¿Tarde? Párate a pensar la cantidad de recursos que gastamos siendo de esta manera. Tienes que memorizar una cantidad importante de datos, retenerlos y estar atento al momento adecuado para lanzarlos, con los recursos atencionales que ello conlleva. Tu organismo tampoco procesa bien esta “mala leche”, pues está demostrado el daño que hace pensar en negativo de forma continuada.

Ahora piensa conmigo, de verdad se te da bien recordar cosas, pues utilízalas con un buen propósito. Recuérdale a tu hermano que no ha fregado los platos cuando le tocaba hacerlo, antes de que lleguen vuestros padres, y no después. Utiliza esta habilidad para mejorar relaciones. Seguro que a largo plazo te sentirás mejor, disfrutarás de este poder tan positivo y de buenas relaciones, en lugar de circos.
Aunque por naturaleza somos malos y por tanto tendemos a esto, si hacemos caso al mandamiento de Dios y luchamos para ser pacificadores seguro que obtendremos grandes beneficios. Estamos llamados a ser “hacedores de paz”, buscando el bienestar de las personas a través del apoyo mutuo.
Cuando estudias este concepto, tan defendido por la psicología grupal, te das cuenta de lo positivo que se deriva de ayudar a otros aun cuando se hace buscando el beneficio propio.

Los creyentes contamos con un terreno muy ventajoso y nada hostil para practicarlo, las iglesias. En las que se espera que la vida en relativa comunidad propicie esta práctica.
A la vez que poseemos un claro ejemplo en Jesús, como mediador entre nosotros y nuestro Padre. Él, no nos acusará por el mero hecho de divertirse, sino más bien todo lo contrario. Estuvo dispuesto a morir por nosotros para darnos jabón y recordarnos que nos tocaba lavar los platos antes de que nuestro Padre llegase.

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”(Mateo 5:9)