Mientras millones de jóvenes, sobre todo en Estados Unidos, están renunciando a sus empleos para cambiar su estilo de vida, cristianos dedicados al discipulado laboral recuerdan que “el trabajo hecho para Dios puede convertirse en adoración”.
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Son muchos los medios generalistas que en las últimas semanas publican historias de jóvenes adultos que han decidido abandonar puestos de trabajo estables y con una remuneración asegurada para vivir un estilo de vida diferente, a partir de ahorros y dedicando su tiempo a aprender un nuevo idioma, dar clases de pintura o cultivar sus propias verduras y hortalizas, entre otros ejemplos.
El fenómeno tiene, sobre todo, acento estadounidense. En el país norteamericano, solo en agosto de 2021, 4,3 millones de trabajadores jóvenes (entre 20 y 34 años) renunciaron a sus empleos, según la Oficina de Estadísticas Laborales. A ellos se les sumaban ya 3,9 millones en junio y otros 3,9 millones de julio. Para septiembre, la Administración calculaba que una cuarta parte de la mano de obra joven no podía contarse como fuerza de trabajo, es decir, cerca de 14 millones de personas. Y en noviembre de 2021 dimitieron otros 4,5 millones de trabajadores menores de 34 años.
Lo que muchos han llamado como la ‘Gran Dimisión’, en referencia al concepto atribuido al profesor de la Escuela de Negocios Mays, de la Universidad Texas A&M, Anthony Klotz, es en realidad una expresión de frugalismo: el ideal de desarrollar un estilo de vida sobrio pero óptimo, que permita vivir con acceso a las comodidades básicas pero sin extravagancias y con independencia económica. “Si antes los jóvenes profesionales tenían que aguantar y tragar con todo, esta generación se atreve a plantearse nuevos horizontes. Quizás puede ser también debido a una menor tolerancia a la frustración, que les lleva a soportar menos las presiones de los lugares de trabajo complicados”, explica el coordinador nacional de los Grupos Bíblicos Graduados (GBG) y miembro del Comité Nacional del Movimiento Lausana en España, Jaume Llenas.
Hasta ahora, los datos publicados por la Seguridad Social no permiten pensar en una réplica del movimiento de Estados Unidos en España. En el 2021, fueron 87.327 los españoles que presentaron su baja voluntaria, lo que representa un 10% del total de puestos perdidos en todo el año pasado.
[destacate]“Esta generación no está siendo capaz de ver las consecuencias de sus errores como oportunidades, y los transforman en fracasos”.[/destacate]Nuestros jóvenes no se plantean con tanta facilidad dejar el mercado de trabajo para emprender aventuras personales o para instalarse por su propia cuenta”, puntualiza Llenas. Sin embargo, dice, se pueden reconocer algunas similitudes con el panorama estadounidense. “Hay profesiones como enfermería, medicina e incluso la hostelería, donde cada vez está siendo más difícil encontrar profesionales”, subraya. “Hace poco hablaba con una psicóloga que trabaja para un gran grupo hospitalario y que se está planteando el mismo horizonte que los ‘zylenials’ de Estados Unidos, establecerse por su cuenta porque las condiciones de trabajo son muy poco favorables. Entre los factores que contribuyen a este fenómeno estarían las condiciones laborales cercanas a la explotación, la falta de perspectivas reales de promoción y el trato poco valorado por parte de los empresarios o de los jefes inmediatos”, añade.
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Para el coordinador nacional de los Grupos Bíblicos Estudiantiles (GBE) y el responsable de Alianza Joven, Jonatan Espinosa, el escenario está alimentado por “expectativas idealizadas” que no se han acabado cumpliendo. “Muchos jóvenes en esta franja de edad, han sufrido la realidad de la sobreformación. Están en puestos de trabajo muy por debajo de su cualificación académica. Las generaciones anteriores les inculcaron la importancia de la cultura del esfuerzo, pero se ven frustrados al no recibir la recompensa de su formación”, apunta. “A esto hay que sumarle, una generación donde la madurez en los diferentes ámbitos de la vida ha llegado más tarde, y esto se traslada al ámbito laboral. Percibo que es una generación que cae en el ‘adiós’ laboral, pues no están siendo capaces de ver las consecuencias de sus errores como oportunidades, y los transforman en fracasos”, remarca.
[photo_footer]El fenómeno de la 'Gran Dimisión' tiene que ver con la cosmovisión general de la persona, más allá de sus ideas sobre el trabajo. / Mario Gogh, Unsplash.[/photo_footer]
Entre las imágenes de jóvenes desplazándose en su Vespa por las calles de Roma para ir a su clase de italiano, o las de urbanitas convertidos en granjeros de una finca en la montaña, hay elementos de carácter sociológico a tener en cuenta. “Los jóvenes han desarrollado la visión de su trabajo vinculado a su identidad como personas”, advierte Espinosa. “Se definen según el título o descripción de su trabajo. Es por ello que muchos están en un constante deseo de escalar, de mejorar, o de tener un título o puesto mejor, pues así se sentirán mejores consigo mismos, pues han ligado completamente lo que hacen, la ocupación en el puesto de trabajo, con lo que son, su identidad”, afirma.
[destacate]“Lo que va a hacer que nuestro trabajo sea provechoso y significativo va a ser la gestión de nuestro carácter”.[/destacate]Llenas reitera en que “una parte importante del problema es educativa y de expectativas ante la vida”. “Estamos delante de una generación que ha sido educada en una cultura de una excesiva autoestima”, dice en referencia al término boosterism, del psiquiatra británico Glynn Harrison. “Hemos hinchado el ego de una generación donde muchos niños han recibido medallas por llegar el último. Vivimos en una era en la que los ‘padres helicóptero’ han estado sobrevolando la vida de su pequeño para ahorrarle cualquier tipo de problema. Cuando llegan al mundo real, donde nadie da medallas por quedar el último, el choque es muy importante, la frustración es muy dura. Enfrentar una vida laboral competitiva, después de ese tipo de educación, se hace difícil”, considera.
“Es obvio que el trabajo ha experimentado enormes transformaciones por la aplicación de las TIC [Tecnologías de la Información y la Comunicación], y va a seguir cambiando a un ritmo aún más acelerado”, expresa Llenas. “Pero para poder afrontar este mundo de cambios incesantes, no solo es necesario un conjunto de aptitudes técnicas, sino un conjunto de actitudes. De alguna manera, los problemas van a estar siempre ahí, pero lo que va a hacer que nuestro trabajo sea provechoso y significativo va a ser la gestión de nuestro carácter”, dice.
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Aparte del análisis sociológico, el fenómeno del frugalismo y la ‘Gran Dimisión’ exige también una consideración a nivel axiológico. En este sentido, el modelo de cosmovisión en el que encaja la idea del trabajo resulta imprescindible para comprender el escenario actual y plantear una respuesta realista. “La Biblia ofrece una visión sobre la identidad completamente radical. Busca que entiendas que no eres lo que haces, sino lo que eres. Y no lo que eres en una visión distorsionada del ‘yo’, sino lo que eres en alguien, y ese alguien es Cristo. Saber que no somos lo que hacemos, sino que somos quien Dios dice que somos, es tremendamente liberador y te permite vivir en todos los ámbitos de la vida, incluso en el laboral, con esperanza y libertad”, asegura Espinosa.
Para Llenas, esa formación del carácter tiene que ver con “lo que el Espíritu Santo está tratando de producir en la vida del creyente”. “La Biblia nos muestra que trabajamos en un mundo caído. Este mundo caído nos hará trabajar con esfuerzo y no nos producirá solo productos y servicios agradables, sino ‘espinos y cardos’. Todo trabajo, por bueno y agradable que sea, tiene espinos y cardos. Tiene el potencial de destruir al propio trabajador. Todo trabajo tiene esta tensión entre su bondad como forma de traer prosperidad al planeta, realización al trabajador y gloria a Dios, y por otro lado tiene un aspecto de vacío y de autodestrucción. Tenemos que aprender a vivir en esta tensión. No existe el trabajo que no tenga espinos y cardos. Mantener un correcto equilibrio entre estos dos polos nos permite tener un trabajo que afrontamos con realismo y con ilusión. Nuestro trabajo hecho para Dios puede convertirse en un acto de adoración, en la mejor forma de traer gloria a Dios”, subraya Llenas.
[destacate]“Todo trabajo, por bueno y agradable que sea, tiene espinos y cardos. Tenemos que aprender a vivir en esta tensión”.[/destacate]“Cuanto más formado esté el carácter de Cristo en nosotros, mejor preparados estaremos para enfrentar los espinos y los cardos de nuestros lugares de trabajo. En el Nuevo Testamento, Pablo habla varias veces a los esclavos, que trabajaban bajo un régimen de explotación muy radical. El énfasis en cada mensaje que les lanza a los esclavos es que trabajen para el Señor. Que Jesús sea su único Señor, que no tengan una lealtad dividida entre el dueño humano y el Señor. Esto forma carácter y produce una clase de trabajo excelente, que trae gloria a Dios”, añade.
Y para ello, cree “urgente” que “las iglesias hagan discípulos para cada esfera de la vida”. “El peor problema de la pastoral del trabajador es su inexistencia para un porcentaje mayor al 90% de los cristianos, generación tras generación. No puede ser que la iglesia no esté capacitando a los trabajadores para el lugar en el que van a pasar la mayor parte del tiempo despiertos de su vida y donde van a estar en contacto natural con el mayor número de no cristianos. Si hay un lugar para el que tenemos que preparar a los miembros de nuestras iglesias es para el lugar de trabajo”, dice Llenas, que recuerda que desde GBG están enfocados en el apoyo a la iglesia en este ámbito y que tienen diferentes recursos abiertos al público.
Espinosa habla de una “teología del trabajo” y subraya la necesidad, “como iglesias y cristianos”, de profundizar en el mensaje bíblico sobre la vida laboral. “Dios quiere usarnos como restauradores de un mundo roto, donde no hay separación entre lo sagrado y lo secular, donde no hay separación entre lo que hago en mi puesto de trabajo y mi fe cristiana”, enfatiza.
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