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“El perdón es un camino difícil en el que Dios obra”

Helle Telk vivió la emigración y el abandono familiar, pero en medio de estas circunstancias, experimentó el cuidado de Dios y su fidelidad. Nos cuenta su historia.

AUTOR 203/Daniel_Hofkamp PONTEVEDRA 17 DE NOVIEMBRE DE 2020 20:54 h
Helle Telk, conferenciante y escritora.

Tras experimentar el abandono, pocos podían pensar que Helle Telk saldría adelante. Siendo una niña muy pequeña, tras vivir la emigración a Argentina a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, fue internada en un orfanato en Buenos Aires. Contra todo pronóstico, allí experimentó el cuidado de Dios de formas asombrosas, como cuenta ella misma en su libro autobiográfico ‘Divina adopción’.



Helle Telk es en la actualidad una reconocida conferenciante internacional y lleva adelante un ministerio de enseñanza en varios países de América, y también ha estado recientemente en España, donde pudimos conversar sobre su vida, la importancia de la oración, y el milagro del perdón.





Infancia y abandono



P. Cuando escribes este libro para contar tu historia, es porque consideras que tienes algo importante que contar.



R. Hay muchas cosas importantes de contar, pero la más importante es que Dios se hizo cargo de mi vida. Yo fui abandonada cuando era pequeña, y desde muy niña Dios se hizo cargo, y yo me di cuenta que Dios era real, alguien muy poderoso que existía y me iba a ayudar a atravesar todos los momentos de mi vida, desde el orfanato hasta hoy.



Tomé a Dios como una persona tan cercana, tan querida, que me amaba y me daba aquello que mi familia no me daba. Me entusiasmaba ver que Dios estaba conmigo, respondía a lo que yo le pedía, las tristezas que tenía. Dios cumplía y me cubría, me daba cariño. Eso creo que es lo más importante del libro.



 



P. Tú fuiste criada en Austria y en 1948, cuando todavía eras una niña, sales en un barco para Argentina.



R. Sí. Mi madre vivió la guerra en Europa (la Segunda Guerra Mundial) y perdió su primer esposo en la guerra. Viajábamos en familia, con su segundo esposo, mi padre. Era difícil porque veníamos sin nada, llegábamos a Argentiina como tantas personas, a buscar un nuevo horizonte. Apenas llegamos a Argentina mis padres se separaron, y al poco tiempo, mi madre me puso en un orfanato. A los cuatro años entré al orfanato y estuve allí durante catorce años, lo cual marcó mi vida, en una forma positiva a pesar de las carencias que tuve que enfrentar: el no tener a mi familia, la carencia de amor, de cosas materiales, al estar en una situación de abandono por parte de mi familia directa.



 



P. Para un niño, sufrir el abandono de tu madre debe ser muy duro. ¿Cómo fue el proceso para ti de aprender a vivir con esta experiencia?



R. Los catorce años del orfanato lo sufrí. No pude superar la falta de una familia. Dios fue mi apoyo, pero el dolor y la no existencia de mi mamá era dura. A veces yo oraba y pedía a Dios que me diera nuevamente a mi madre. Pero sentía que Dios me decía que no, que había un plan para esta ausencia. Y por otra parte, Dios me daba tantas cosas buenas a la vez, me llenaba de tanta alegría, de forma que Dios me ayudaba a sobrevellarlo. Pero no sé si lo superé en su totalidad. El corazón y los sentimientos quedan afectados, y esa ausencia de mi madre era algo muy fuerte.





[photo_footer]El orfanato de Quilmes, en Buenos Aires./ elquilmero.blogspot.com[/photo_footer]



 



El cuarto de oración



P. En el orfanato encontraste amigas, cuidado de personas que se entregaban, y la importancia de la oración. Cuéntanos cómo era la relación que tenías con Dios.



R. Había un cuarto de oración. Desde pequeña, una de las celadoras, Angélica, que fue muy buena conmigo, ella me llevó al cuarto de oración, y me dijo: “Helle, escucha bien lo que te voy a decir, presta atención: si entras a este cuarto y pides a Dios todo lo que necesites, Dios te lo va a dar”. Y yo le dije: “¿Me estás diciendo que Dios me va a dar todo lo que le pida? Yo no tengo mamá, papá, ropa, ¡no tengo nada!”. Y ella me dijo: “¡Absolutamente!”. Yo la quería, ella era un referente para mí, así que le creí y decidí vivir con esa seguridad. Yo confié en que Dios respondía las oraciones, y así lo vivimos. Con otras chicas del orfanato entrábamos a orar, y Dios respondía. Es tan hermoso ver con tus ojos que Dios hace milagros y maravillas. Lo puede hacer en cualquier lugar. A veces incluso pensábamos en qué pedirle a Dios. Un día se nos ocurrió pedir jerseys grises nuevos bordados. Así que fuimos tres o cuatro chicas al cuarto de oración y oramos, se lo pedimos a Dios. Esa misma semana, dos o tres mujeres se acercaron a la directora y le dijeron que estaban preparando jerseys grises nuevos bordados. Esa fue la ropa más bonita que teníamos, mi favorita.





[photo_footer]Helle, con nueve años.[/photo_footer]



P. Esa fe de niña también te acompaña a medida que vas creciendo. ¿De qué forma se fue forjando tu fe a medida que crecías en este entorno?



R. La fe en el orfanato era activa. Yo veía resultados, y actuaba. La verdad es que a veces como no vemos, nos cuesta seguir creciendo en la fe. Pero a mí me alentaba ver lo que Dios hacía, y sentía que iba como subiendo escalones de fe, que es lo que creo que debe hacer el cristiano. A veces nos estacionamos en ciertos escalones y parece que nuestra vida no tiene esa vibración de la respuesta de Dios, que es lo que te ayuda a crecer en el día a día.



 



Una vida nueva



P. A los 18 años llega el momento de salir del orfanato, y entonces también experimentas la mano de Dios.



R. Cuando llegó el momento de salir con 18 años, yo tenía mis sueños y quería experimentar el mundo fuera del orfanato. Pero no tenía nada. No sabía a dónde ir. Así que fui de nuevo al cuarto de oración, como tantas otras veces en mi vida. ¡Dios fue tan fiel conmigo! Así que oré para que Dios me diera un lugar donde estar. Esa misma semana, desde la dirección me llamaron porque había una familia estoniana -como mis padres- que había ofrecido su casa para que yo me quedara allí hasta que me casara. Era una familia cristiana. Así que a los dos días salí y ya tenía donde estar.





[photo_footer]Helle con su padre y sus hermanos./ elquilmero.blogspot.com [/photo_footer]



P. ¿Cómo fue tu experiencia en esas primeras semanas fuera del orfanato?



R. La salida del hogar me costó. Era difícil para mí, porque no tenía experiencia de vivir en familia. Yo hasta entonces había vivido una vida muy estricta, y de repente tenía que gestionar yo misma esa vida. Pero los valores que yo había recibido en el hogar eran muy importantes. En cuanto a cosas prácticas, había muchas cosas que no sabía, por ejemplo a maquillarme, pintarme las uñas, manejar dinero, a tratar con la gente, por eso era un poco difícil. Además comencé a trabajar nada más salir. Me acuerdo que en el trabajo incluso se burlaban de mí. Pero lo logré, salí adelante.



 



P. Poco después conoces a tu esposo Osvaldo y formáis una familia. ¿Cómo se vive esta situación?



R. Fue difícil para mí. Casarme y tener hijos, sin haber tenido la experiencia personal de haber vivido en familia, es algo complicado, difícil de explicar para quien no lo haya vivido. Me costaba demostrar amor al no haberlo recibido, a mi marido o a mis hijos. Pero sí sentía a Dios que estaba conmigo, y yo le pedía amor a Dios para darle a mi familia. También había personas, familia que me fueron ayudando. Yo aprendo de todo lo que voy viendo.





[photo_footer]El libro escrito por Helle Telk, Divina adopción.[/photo_footer]



P. Hablas de la importancia del diseño de Dios para la familia.



R. Sí, defiendo la familia al 100%, la familia como Dios la creó. Defiendo que los padres crien a sus hijos en sabiduría, leyendo la Biblia, con valores espirituales, enseñarles quién es Dios, alimentar la parte espiritual. Muchas personas fracasan en su familia porque no alimentan la parte espiritual, no saben como criar a sus hijos. La familia que creó Dios debemos defenderla y luchar por ella.



 



El camino del perdón



P. ¿De qué forma trabajó Dios en tu corazón al enfrentar el reencuentro con tu madre, que te había abandonado?



R. Por más de cuarenta años no vi a mi madre. Pero cuando ya era mayor y estaba disfrutando, con cierta estabilidad en mi vida, Dios me mostró que debía buscar a mi madre y reconciliarme con ella. Al principio me costó mucho, yo le decía a Dios que no quería. En mi familia no se hablaba de mi madre, mis hijos no sabían nada de su abuela. Pero yo tenía todo cerrado en un cofre con llave, pero iba a llegar el momento de abrirlo con la llave del perdón. Decidí hacerlo porque sentí que era algo que también iba a ser bueno para mí. Lo hablé con mi esposo, mis hijos, y decidí ir hacia delante y buscar un encuentro con mi mamá.



La llamé y tuvimos un encuentro, y no fue fácil. Estaba con su nuevo esposo y un hijo. Tras la cena juntos, le dije a mi madre que estaba allí para perdonar el pasado, y quise contarle todo lo que Dios había hecho conmigo durante todos esos largos años en los que no nos habíamos visto.



Comenzamos allí una relación nueva, casi excelente, que nos llevó a vivir cosas preciosas.



 



P. No es fácil ejercer el perdón, tal vez lo que más nos cuesta de lo que nos dice la Biblia.



R. Es un camino que hay que recorrer, es largo. Pero como dice la Biblia, si no perdonamos a los que nos hacen daño, Dios tampoco nos perdona. Me pesaba este versículo. Hay otro que dice que a quien perdonamos, Dios le perdona. Este versículo me gustaba. Así que es un camino, pero cuando decides perdonar, inmediatamente empiezas a sentir alivio. Fuimos transitando por años esta situación, había mucho que perdonar. Hubo que hacer mucho esfuerzo, un trayecto largo, pero Dios iba obrando tanto en ellos como en mí a través del perdón.





[photo_footer]Helle Telk junto a su esposo, Tito Colombo, en su visita a Galicia. /Walter Hofkamp [/photo_footer]



P. ¿Qué puedes decir al ver tu vida en perspectiva?



R. Yo tomé a Dios por mi necesidad imperiosa de aferrarme a algo. Cuando mi padre falleció y estaba sola, se me hacían los sueños añicos. Así que yo le dije a Dios que tenía que estar a mi lado. Y Él lo hizo. Dios es la solución a cualquier problema.



Cuando mi madre falleció estuvimos muy cerca de ella, compartíamos momentos de oración. El perdón abrió puertas. Tuvimos el privilegio de escuchar que tanto Ricardo como mi madre iban al cielo porque habían aceptado a Cristo. Para Dios nada es imposible, aunque estés atravesando lo más difícil de tu vida. Para Dios todo es posible.


 

 


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COMENTARIOS

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Alfredo
18/11/2020
10:08 h
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Excelente testimonio. Cristo deja claro que es imprescindible perdonar, no es una opción. Dios hubiera podido escoger muchas otras maneras para perdonarnos pero escogió dejarnos el Sacramento de la Confesión . Distinguir para no confundir.
 



 
 
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