Al grabar el reportaje “Tú-vivir-¿cómo?” me preguntaba: ¿cómo debe de ser su sensación, cuando están rodeados de oyentes, y no pueden comunicarse con naturalidad con ellos?
Yo siempre he dicho que soy muy feliz porque disfruto muchísimo de las cosas y lo que hago, que no deja de ser más que un precioso regalo de Dios. Por eso, lo que para cualquier persona podría ser “un trabajo de clase más”, para mí es todo un mundo, un descubrimiento, una experiencia.
No es el primer reportaje que hago, el año pasado le hice uno a Miriam, una chica con espina bífida. Creo que ahí empezaron mis ganas de hacer este tipo de reportajes, en los que me relaciono con los demás y descubro sus vidas.
La idea de grabar “Tú-vivir-¿cómo?” la tuve a principios de año cuando, al revisar el plan de estudios de una asignatura, supe que tendríamos que hacer un reportaje de temática libre. Por esos meses los sordos de mi iglesia acababan de abrir un pequeño local de reuniones en Trinitat (Barcelona). David y Estrella son los pastores de ese grupo y son los que dirigen las reuniones. Cuando les planteé la idea, un domingo por la tarde, no dudaron para nada en decirme que sí. Me conocen desde que llegué por primera vez a mi actual iglesia, hace unos 12 años aproximadamente. A pesar de ello, eso no me tranquilizó mucho la noche anterior. Tumbada en mi cama y sin poder dormir, pensaba en si lo haría bien, si no sería incómodo hacer preguntas o en si finalmente podría acabar reflejando todo lo que quería reflejar en el reportaje. Pero tenía muy claro mi objetivo y creo que fue eso lo que me animó a despertarme al siguiente día con ganas de que empezara todo.
Siempre que he tenido la oportunidad de hacer trabajos “de cara al público” he querido relacionarlos con mi fe. Quiero usar mis trabajos como un puente que lleva a conocer a Dios y la salvación que nos regala Jesús. Así que esta vez mi objetivo no era diferente. Quería mostrar cómo Dios era el centro de una familia que con facilidad podría quejarse por sus condición de personas sordas. Cómo su amor era tan fuerte que podía cambiar vidas y transformar corazones llenos de odio en corazones llenos de amor. Eso lo pude ver tras la publicación del video. Me llenaba de gozo saber que al menos una persona no creyente había oído el testimonio de Estrella.
No me preparé ningún tipo de guión. Ellos solo sabían que iba a grabarles todo el día y que por la tarde les acompañaría a la iglesia. Quise que todo fuera “natural” y que nada estuviera preparado. Es un modo más sincero de contar las cosas.
Al principio quizá sí fue un poco raro como me temía, sobre todo porque yo no me podía comunicar directamente con ellos y necesitaba en todo momento a Pablo (el hijo mayor de la familia), no obstante, con algunos signos chapurreados que había aprendido a lo largo de estos años y una buena vocalización nos entendíamos. De hecho, cuando íbamos a hacer la compra y no grababa, David y yo mantuvimos un conversación acerca de la cámara con la que estaba grabando. David, tal y como cuenta Pablo en el reportaje, habla bastante bien pese a ser sordo. Recuerdo una vez, en una predicación en la iglesia, que incluso hasta se puso a cantar pronunciando las palabras tan bien como podía.
En cuanto al montaje del reportaje, como siempre pasa, al ser un trabajo de clase tienes un límite de minutos al que tienes que ceñirte. El mío era 15 minutos. Por ello, hay cosas que no salen en el reportaje, por ejemplo, cuando Estrella y yo estábamos abajo en el portal y ella tocó en el interfono para que alguien le abriera. Claro, ¿cómo va a saber que le han descolgado el interfono?, pues bien, puso la mano encima del altavoz y, cuando sintió las vibraciones de la voz de la otra persona, entonces pronunció “abre”.
Otra cosa que nos pasó mientras andábamos por la calle fue que una pareja quería pasar por delante de ellos porque andaban más rápido, y no entendían cómo David y Estrella no se apartaban pese a haberles pedido “permiso”. Avisamos a David y les dio paso y les sonrió. La pareja les devolvió la sonrisa.
Lo que quizá me daba un poco de miedo era que la gente no entendiera el título del reportaje. Pero sabía que no sería muy difícil entenderlo, sobre todo porque en mitad del video hablamos sobre la estructura de las frases de los sordos y los oyentes. Yo me imaginé a la gente en sus casa, viendo la explicación de Rut y diciendo “ahhh, por eso ha llamado así el reportaje!” (o eso espero).
Algo que sí me costó bastante fue la subtitulación. Imprescindible si quería que David y Estrella y toda la comunidad sorda pudieran ver y entender el reportaje. Pero cada vez que veía la subtitulación completa, veía un nuevo error. Tenía muchas ganas de tener el reportaje listo y así no había manera de terminarlo. Creo que al final no se me pasó ningún error (si hay alguno, mejor no me lo digáis).
Y ahora lo que más me marcó a lo largo del reportaje. Fue a la entrada de la Iglesia, en Trinitat. Todos los sordos hablaban entre ellos signando. Yo los saludé agitando la mano. Algunos jóvenes intentaron hablar conmigo pero aún así me sentí…sola. Sí, suena raro, pero sola. Nunca me había pasado estando con ellos. Quizá porque cuando lo he estado siempre ha habido alguien oyente con quien poder hablar. Pero es que saber que no podía comunicarme signando y que estaba yo ahí, parada delante de todos, sujetando mi cámara, sin saber cómo tener una conversación, me hizo entender muchas cosas. Y entonces intenté ponerme en su piel. ¿Cómo debía de ser su sensación cuando están rodeados de oyentes y no pueden comunicarse con naturalidad con ellos? ¿Se habrán acostumbrado? ¿Se sentirán solos como me sentí yo?
En mi iglesia (Gracia Abundante, de Sabadell) hay un grupo bastante grande de sordos. Para mí son un ejemplo. Una vez hicimos una reunión de jóvenes sordos y jóvenes oyentes. Ellos nos contaron cómo habían conocido a Jesús y yo ese día me fui a casa pensando en que, en comparación a ellos, no estaba haciendo nada para extender el Reino. La mayoría de jóvenes sordos de mi iglesia están ahí porque alguno de ellos empezó a evangelizar en clase. Algunos de ellos incluso iban a mi iglesia a escondidas porque sus padres eran musulmanes…
En realidad, ni David ni Estrella ni ningún otro sordo es distinto a nosotros. Ellos no entenderían la vida sin los signos y su identidad de personas sordas. Igual que nosotros no la entenderíamos sin nuestra identidad de personas oyentes. La cuestión está en saber adaptarse para convivir juntos. No quiero sentir más esa sensación de estar sola aún estando con ellos. No quiero que la sientan tampoco ellos aún estando conmigo.
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