El club de las “malas madres”, las de la “maternidad imperfecta”, suma cerca de 19.000 socias en una red de humor y fuerza para romper estereotipos
Hace menos de un año nacía el Club de las MalasMadres, una comunidad virtual que iniciaba su vida con 2.000 socias que reivindicaban con ironía y humor su condición de madres y mujeres imperfectas.
Unos cuantos meses después, el club tiene más de 18.500 madres inscritas que se ríen de sí mismas, rompen estereotipos en una sociedad que les exige una perfección tan imposible como absurda, descargan sentimientos de culpa y piden un tiempo propio.
Es, explica su creadora, Laura Baena, una comunidad emocional, que tras el humor esconde el grito de las dificultades, la realidad de las madres de verdad que trabajan en casa y/o fuera. Y también los placeres de la maternidad.
Con el éxito de la iniciativa, las malasmadres quieren convertirse en un grupo de presión que defienda un nuevo modelo social de madre, o más que nuevo, uno real.
“Un día yo... la nena tendría 3 o 4 meses, me fui de paseo con el cochecito, su saquito de piqué, sus lacitos, en el bolso no faltaba nada, los pañales, el cambiador, la colonia... toda esa ‘mierda’ que llevamos. A mitad de camino de casa de mi madre (unos 150 metros) me cruzo con una amiga y me dice después de unos minutos de conversación: ‘La niña con tu madre, ¿no?’. Y yo: ‘Qué va, si está a...’. No he corrido tanto en mi vida, era una loca corriendo cuesta abajo. ¡Me había dejado al bebé en la cuna!”. ¿Exagerada? Que se lo pregunten a aquella otra madre que recorrió 16 paradas de metro y dos transbordos con la bolsa de basura colgada del brazo.
Son los comentarios de las malasmadres en Facebook, donde cada noche el equipo de esta “comunidad emocional” cuelga una foto con una frase sobre un tema que dan pie a la reflexión, la risa, compartir puntos de vista. Los que se han contado al inicio de esta notica era sobre los “despistes”, despistes a veces inevitables cuando hay que encajar varios mundos.
La comunidad se ha multiplicado de forma natural y estuvo a punto de desbordar a su creadora. En verano, Laura Baena explica que tuvo que parar para pensar como gestionaba un grupo ya muy grande sin perder la identidad y utilizarlo para mejorar las cosas. Hoy son un equipo de cuatro personas fijas y 15 colaboradoras, se financian mediante las marcas que se publicitan –y que escogen si encajan con su ideario– y la tienda física y on line de productos malasmadres (camisetas, tazas, pulseras, bolsas...). Del mundo virtual han pasado también al real, se organizan talleres, charlas (principalmente en Madrid), y ahora Baena ha recogido en un libro (no es un ensayo, sino un libro visual), el trayecto de este año, que ha presentado en Madrid, Málaga, y Barcelona.
“Concilias un día, tres, cuatro... Hasta meses o años. Y un día de lluvia tropiezas y caes abatida. Intentas volar, pero no se despliegan las alas”. Así se escribe en el libro pero como se decía, este no es un ensayo ni las malasmadres un proyecto nacido de una cátedra. Emerge espontáneamente, de alguien que empezó a escribir un blog para desahogarse, una publicista que se convirtió en madre y se vio obligada a irse del trabajo. Ahora quieren aprovechar su fuerza para influir.
“Queridas mías, debo confesarlo, he intentado ser madre alfa –superwoman–, pero alarmada por la realidad de que no tengo ni la más mínima gana de seguir exigiéndome cosas (...), estoy en camino de una franca recuperación y espero convertirme final y definitivamente en una ¡madre alfalfa!”.
¡Libertad! ¡Libertad!. Este concepto de mujer “alfalfa” debatido en el Club de las Malasmadres riéndose de ellas mismas recoge las ganas de escapar de un ideario de mujer y maternidad más propio de la publicidad, o de cierta publicidad. Lucir perfecta, tener éxito en el trabajo, estar con los hijos proactivamente, hacer pasteles caseros, tener la casa limpia, planificar y ser feliz.
Esto, se indica, lleva a la frustración porque el mundo laboral da la espalda a la maternidad. Por ello, este club ha realizado una macroencuesta sobre conciliación para tenerla como herramienta para influir.
Un grupo como este es muy necesario, explica Sara Berbel, profesora universitaria y doctora en Psicología, porque amplía la visión de la maternidad, refleja la complejidad de las mujeres y ensancha su libertad. Hay una mitificación social de la maternidad, comenta, las revistas femeninas, la publicidad proyectan una imagen maravillosa y esto después choca con una realidad imprevista. Las mujeres se quedan solas con los hijos, ser madre es difícil y nadie les ha enseñado y a nivel laboral está castigada. Es más difícil encontrar trabajo, hacer carrera profesional y siempre flota el sentimiento de culpa.
La sociedad patriarcal coloca a las madres en un lugar etéreo y desde allá, subraya Berbel, no se puede luchar. El Club de las Malasmadres –que evidentemente son buenas madres– lucha contra este sentimiento de culpa, usa la incorrección política y reclama la implicación de toda la sociedad.
Con un año de andadura, algunas de las frases (tips) que se lanzan cada noche se han convertido en lemas de este colectivo de mujeres que tiene cerca de 80.000 seguidoras en Facebook . “Mi hijo será el único sobre la faz de la tierra que no podrá decir: como las croquetas de mi madre no hay otras”. Pero no es lo mismo que te pase a “ti sola”, recuerdan, que a otros cuantos miles de malasmadres.
Unos cuantos miles que se lanzaban este fin de semana a comentar la última propuesta: “Atención, abortada operación bikini: Ahora está de moda estar fofisana.... ¡Ah! No, sólo si eres hombre. ¡Qué listos que son!”.
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