Marcos Zapata, terapeuta familiar y pastor, explica cómo afrontar casos de abusos a niños buscando su protección y restauración.
Pocos asuntos hay tan complicados de afrontar como el abuso sexual a menores, tema tabú en muchos ámbitos de la sociedad. También en las iglesias evangélicas, donde no podemos ser ajenos a un fenómeno que ocurre también entre familias de fe.
Es una de las ideas que expresa Marcos Zapata, pastor evangélico en la iglesia Buenas Noticias en Lugo, y terapeuta familiar con una amplia experiencia de atención y asesoramiento en casos de abuso a menores, en la entrevista concedida a Protestante Digital.
“Es necesario hacer visible lo invisible”, explica Zapata al comprobar el silencio que se produce en torno a este asunto. Por una parte, por que es “un tema difícil” al que solemos preferir no atender; sin embargo es algo que sufren miles de personas en su infancia.
“Se calcula – dice Zapata – que sólo se conoce un 2 por ciento de los casos que se producen. El abuso infantil puede afectar a un 20 por ciento de la población. Es un problema muy importante porque además de ese porcentaje pequeño, sólo un 15 por ciento denuncia el abuso”.
Esa ley del silencio condena a muchas personas a una vida atada. “Se trata de una situación vergonzante para la familia y por eso no se denuncia. Pero no se suelen tener en cuenta los problemas psicológicos y relacionales que conllevan”, explica Zapata.
FORMAS DE ABUSO SEXUAL
Aunque se suele pensar en abuso sexual como una acción física, el baremo que manejan los expertos es más amplio. “Se considera abuso sexual el exhibicionismo. También la explotación sexual infantil. Hay conductas que son de abuso infantil, que no requieren un contacto profundo”, detalla Zapata. Cuando se exige al menor hacer tocamientos, siempre con propósitos sexuales.
Una de las tendencias que más crece en los últimos años es la del abuso a través de las nuevas tecnologías. Se produce una “erotización traumática: exponer a un niño a un evento erótico antes de que pueda procesarlo adecuadamente”. Esto sucede a menudo con la pornografía, tan accesible en esta era de las comunicaciones.
Otra forma de abuso se produce cuando personas adultas seducen a los niños para que interactúen con ellos sexualmente. En todo caso, se detecta siempre una “una relación de poder” entre el abusador y el menor.
EXTENSIÓN
El fenómeno del abuso sexual a menores no está directamente relacionado con algún problema económico o un diferente estrato sociocultural. “Se producen menos denuncias entre clases con mayores recursos, pero no menos abusos”, afirma Zapata. Tampoco las creencias son una salvaguarda. “Ocurre en hogares católicos, evangélicos o ateos”, explica el pastor.
“Por mi labor pastoral he intervenido en varios casos de niños que han sido abusados en el contexto evangélico. Lo cual es muy doloroso. Hace poco el nieto de Billy Graham dijo que hay un problema grave con respecto al ocultamiento del abuso sexual en las iglesias”, recuerda Zapata, que explica que es en contextos de confianza donde se dan la mayoría de los casos.
LA FAMILIA, DE ENTORNO SEGURO A INFIERNO
Una de las realidades más difíciles de soportar para el menor abusado es que este suele producirse por parte de una persona de su confianza. “Se calcula que el 75 por ciento del abuso es del ámbito más íntimo del niño”, explica Zapata.
A nivel mundial “casi un 25 por ciento de los niños sufre una agresión sexual antes de los 18 años. Así que pensar que el contexto familiar es de protección es un error grave”.
EL ABUSO, ¿CÓMO DETECTARLO?
Una de las dificultades para padres o personas cercanas al niño es ser capaces de detectar una situación de abuso si el niño lo está ocultando. Un ocultamiento que Zapata explica como algo muy común, “por diferentes circunstancias el menor puede no querer contar lo que le ha pasado”.
Es difícil trazar un “perfil” del abusador, sin embargo sí suelen ser personas “seductoras, que tienen una relación de autoridad con los niños. Suelen ser personas muy cariñosas, muy manipuladoras, se ganan el respeto de los padres... Usan la seducción, no tanto la fuerza. Además si son padres y han abusado de sus hijos, lo harán de sus nietos. Si no hay una corrección eso va a seguir”.
“En el caso de una violación, es un caso agresivo, como el del hombre que secuestraba a niñas en Ciudad Lineal. Pero esto es la excepción y la minoría. Suele ser gente que es capaz de tener estas dos caras”, explica Zapata.
Los niños pueden mostrar síntomas de algún abuso en su comportamiento. “Niños que tienen poca autestima, niños que buscan afecto. Que tienen una actitud muy pasiva. O niños que tienen dificultades para ser asertivos, es decir, para mantener con seguridad un “sí” o un “no” sobre alguna situación”, añade el terapeuta.
PROCESO DE NEGACIÓN
La persona que ha sufrido abuso sexual siendo niño puede llevar secuelas traumáticas para toda su vida. “Hay personas que lo niegan. Y cuando luego son padres, y tienen niños de la misma edad que cuando ellos fueron abusados, despiertan a la barbaridad que sufrieron. Chicos y chicas, de 30 a 35 años, contando su situación de abuso y por qué callaron. Afortunadamente – explica Zapata - se están generando espacios para que lo puedan hablar”.
Otro aspecto clave para entender esta negación y silencio está en que el abusador suele ser una persona de confianza para el niño. “Los niños dan razones, algunas de peso, para no contar las cosas que les ha pasado. El abusador tiende a decirles que son partícipes. Otras veces han sido amenazados. Otras veces temen las consecuencias para su familia, aún para su abusador. Es terrible para un niño”.
Pero esta negación “tiene el problema de que, tarde o temprano, la persona puede estallar”. La persona abusada sufre “una aniquilación emocional y psicológica que puede inferir en sus futuras relaciones. Los niños que tienen tendencia a sumisión o baja autoestima lo desarrollarán. Tienden a ser víctimas de cualquier otro tipo de abuso, no sólo el físico, sino también, por ejemplo, del laboral”.
DECISIONES DIFÍCILES
Ante una situación de abuso, hay dos caminos. “Cuando una familia conoce el abuso, pueden callar y plegarse, con lo que la familia se convierte en un infierno. En ese caso se generan personas que se convierten en sumisos y vasallos, y ves un sesgo emocional en la familia; y se reprimen las emociones”.
“La otra opción – explica Zapata - es la ruptura, lo que requiere denuncia. Al principio sufren mucho, pero luego son personas más saludables”.
Para Marcos Zapata, es necesario dar este paso. “Aconsejo siempre la denuncia previa. Atendí tres casos este año. Donde hubo la denuncia, los niños han salido muy bien hacia adelante”.
RECURSOS PARA IGLESIAS
Desde la Comisión de Familia de la Alianza Evangélica Española se está trabajando en una Guía Pastoral contra el abuso sexual, un material que estará disponible próximamente y que Zapata espera que sirva para que las iglesias evangélicas tomen la iniciativa en la prevención de estas situaciones.
“Quiero que en las iglesias seamos capaces de prevenirlo. Que salga en nuestros contextos y que podamos enseñar a nuestros niños sobre ello también. Qué consecuencias tiene sobre el niño, con el adulto. Cómo trabajar con las personas que lo han sufrido, etc.”, explica Zapata, que coordinó la Guía pastoral contra la violencia de género en 2011.
“Será una herramienta eficaz y sencilla para que en nuestras iglesias no estemos de espaldas a esta lacra social y podamos ser vanguardia en este tipo de actuaciones”, añade.
Finalmente, Marcos Zapata recuerda que “es posible” trabajar con personas que hayan caído en abuso, sin embargo “solo bajo una premisa, que es la denuncia. No se puede trabajar el abuso sin denuncia previa”. Advierte además que “es un error gigantesco” no denunciar, porque “la denuncia protege a nuestros hijos. Se le da un mensaje al niño, de que es una víctima. Se puede trabajar una vez que hay denuncia”.
En este aspecto cobra importancia la fe. “He visto situaciones de reconciliación dentro de la iglesia. Hijas que confrontaron a sus padres y estos se pusieron en programas de recuperación”, porque “al pie de la cruz hay restauración cuando hay un verdadero arrepentimiento; cuando se tiene conciencia del mal que se ha hecho y se aborrece lo que Dios aborrece”.
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