Es como un tsunami que se lleva por delante todo lo que encuentra. El trabajo, la casa, la familia... Una espiral en la que no cuesta nada entrar -eso dicen los que están dentro- y mucho salir. Que zarandea a las personas y las despoja de sus posesiones y sueños. Las humilla y deja a familias enteras sin refugio en el que cobijarse.
Antes de entrar en esta pesadilla de la que dicen querer despertar tenían empleo, amigos, una vivienda, coche. No eran ricos, pero tenían para vivir. Sin embargo, de la noche a la mañana la suerte cambió.
Sin trabajo, sin un euro para poder hacer frente al pago de la hipoteca algunos pudieron devolver el piso y saldar la deuda con el banco, otros lo siguen intentando después de meses de conversaciones y unos pocos decidieron entrar en alguna de las miles de viviendas que, paradojas de la vida, los bancos mantienen vacías y pasaron a ser ocupas por necesidad.
En Cataluña barrios como el de Ciutat Meridiana o ciudades como Terrassa y Sabadell cuentan por centenares los desahucios que han sufrido sus vecinos desde el inicio de la crisis económica. Esta situación ha llevado a entidades sociales como Càritas, la Cruz Roja o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca a convertirse en el único apoyo para estas familias. En septiembre del 2011, Càritas puso en marcha un servicio de mediación de viviendas. Desde entonces, ha atendido a 2.253 personas y el goteo, lejos de parar, continúa.
TESTIMONIOS REALES
"Mejor vivir de prestado que tener que hacerlo en la calle, aunque esperamos que sea una situación transitoria y pronto podamos salir de aquí". La que habla es Ana Valderrama de 36 años. Desde hace unos meses vive en un bloque de viviendas de Catalunya Caixa que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca ocupó en Terrassa y destinó a personas desahuciadas que no tenían un techo en el que vivir.
En el edificio viven once familias a la espera de que un juez decida desalojarlos. De momento, todo está paralizado y el Ayuntamiento está en conversaciones con la entidad bancaria para resolver el problema.
Ana trabajaba como limpiadora y su marido Toni Cortés lo hacía en la construcción. Con dos hijas, las cosas no les iban del todo mal, después del piso se compraron un coche. Hasta que todo empezó a torcerse. El primero en quedarse sin empleo fue él. Luego le tocó su turno a ella. "El problema era dar de comer a las niñas o pagar la hipoteca. Lo tuvimos muy claro desde el primer día. Dejamos de abonar las mensualidades", dice.
Fue entonces cuando empezó la terrible pesadilla en la que aún se encuentran inmersos. Toni acampó durante dos semanas frente a la entidad bancaria -Banca Cívica- para solicitar la dación en pago. Catorce días durmiendo en la calle para reclamar al banco que se quedara con la vivienda y saldara la deuda. Al final lo consiguió, pero el desgaste psíquico fue enorme. Entró en una profunda depresión que casi se lleva su matrimonio por delante. Una vez el banco se quedó con la casa faltaba decidir qué hacer. ¿Dónde irían a vivir?
Sólo cuentan para pasar el mes con los 640 euros de la Renta Básica de Emancipación. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca les ayudó a ocupar el piso en el que ahora viven. Mantienen una deuda con la entidad bancaria de 15.000 euros que no pagan. "No tenemos casi ni para comer", explica Ana. Afortunadamente, la solidaridad existe y en el bloque es normal ayudarse unos a otros. Todos están pasando por lo mismo. Ellos continúan buscando trabajo, mientras intentan que sus hijas de 11 y 7 años no sufran.
SOLO CON DOS HIJAS
Para Antonio Zamora lo vivido estos últimos meses es difícil de describir. Nunca hubiera imaginado que podía sufrir tanto y ser tan fuerte para superarlo. "Me dicen hace cinco años que me pasaría todo esto y no me lo hubiera creído. Era imposible que me pasara a mí", dice aún sorprendido por el duro varapalo que le ha dado la vida. En pocos años se quedó sin trabajo, sin casa y se separó de su mujer. Todo de un plumazo casi sin darse cuenta. Ahora empieza a levantar cabeza. Ha encontrado trabajo después de muchos currículos y entrevistas, pero "sé que soy un ocupa y no estoy orgulloso de ello", asegura. Vive con sus dos hijas de 17 y 14 años en Sabadell, en un bloque de Catalunya Caixa que llevaba seis años vacío y que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca ocupó en esta ciudad. Con los 800 euros que cobra ahora ha solicitado un piso de alquiler de protección oficial. Antes, sin trabajo, era imposible solicitarlo. Espera que se lo den pronto.
Su historia sigue el mismo patrón que otras muchas. Llevaba trabajando 22 años en la misma empresa, que empezó a funcionar mal y decidió tomar la indemnización e irse antes de que las cosas se pusieran peor. Con el dinero abrió un bar con su mujer. "El primer año las cosas fueron bien. El segundo empezó la crisis y las deudas y el impago. Sólo tenía dinero para pagar facturas y nada para comer", recuerda afectado. Con una hipoteca de 210.000 euros la situación se hizo insoportable. Su mujer no lo aguantó y se separaron. Él se quedó las niñas, que se han convertido en su mejor antidepresivo, en la fuerza que le obligó a continuar luchando y pedir al banco la dación en pago. Lo consiguió y ahora no tiene deudas. "Para vivir tranquilo sólo quiero ahora que me den un piso de alquiler", comenta optimista, al tiempo que recuerda que estos meses le han enseñado que no "se tiene que tener miedo a nada porque de todo se sale".
INMIGRANTE LEGAL “ESTAFADO Y UTILIZADO”
Pedro Panlador no lo tiene tan claro. Este colombiano que llegó a Catalunya hace diez años con contrato se siente estafado y utilizado. "Me he dejado la piel en España y ahora que ya no hay trabajo me lo quieren quitar todo", se lamenta. Compró el piso con su pareja en el 2006. Tenía muchos planes. Ahorrar, formar una familia... Todo eso es ya pasado y ahora su único objetivo es que el banco se quede con el piso que compró. Está muy involucrado en la Plataforma y ayuda a los que llegan por primera vez a las reuniones que se hacen semanalmente. "No quiero que nadie pase por lo mismo que yo", explica.
Trabajaba como encargado en una empresa de automoción que hace unos años cerró. "Estábamos ahogados y el banco me dijo que estudiaría la dación en pago. Salí del piso y me fui de alquiler gastando lo poco que tenía y después de meses la entidad me dijo que no la aprobaban. Acampé casi durante un mes frente a la entidad y conseguí reunirme con el director", relata. Aún después de todos sus esfuerzos la condonación de su deuda continúa estudiándose. Quiere volver a empezar en su país. Regresar sin deber nada a nadie y quizás allí tener los hijos que aquí, en esta situación, sería una locura tener. "A veces pienso que menos mal que los niños no llegaron. No sé cómo podríamos haber superado todo esto", sostiene.
Su piso se subastó hace unos meses. Continúa viviendo en él. No tiene ningún otro sitio a donde ir. Su deuda con el banco asciende a 250.000 euros. "Aunque trabajara toda una vida sería imposible reunir este dinero ¿Qué no lo ven en el banco? No lo voy a poder devolver nunca", se lamenta Pedro de 40 años.
Ahora cuando lleva dos años y medio en paro, Pedro mantiene muy pocas esperanzas de que su situación vaya a mejorar a corto plazo. "Hemos solicitado una vivienda de protección oficial, pero no podemos continuar en esta situación. No se lo deseo a nadie", se lamenta. Y reta: "Imagínese que usted se va a un país a buscarse un porvenir y se queda en bancarrota con una deuda imposible de asumir".
Si quieres comentar o