Familias saludables (3)
Tal y como avanzamos en el anterior artículo abordaremos cinco pasos claves de forma sencilla y MUY PRÁCTICA nos ayudarán a desarrollar una mejor comunicación en la familia.
I.- DEDICAR TIEMPO EL UNO AL OTRO
En esta época en la que siempre vivimos a mucha velocidad y estamos tan ocupados, nos encontramos cada vez con más áreas de la vida que exigen la dedicación de nuestro tiempo.
No es extraño que le dediquemos el tiempo necesario a los compromisos menos importantes que al de estar con la persona más importante en la vida: tu esposo/a.
Frecuentemente escuchamos a parejas, en consejería matrimonial, que dicen: “No me tiene en cuenta”. Lo que en realidad están diciendo es: “Siento que no me valora cuando no me pregunta lo que pienso o lo que siento”. Es importante comenzar hoy mismo a dedicar regularmente un tiempo para que el matrimonio pueda dialogar.
Separar un tiempo significativo cada día para poder hablar y compartir sin la tiranía de otras obligaciones es esencial. También será un ejemplo para los hijos, si los hubiere, de cómo ha de ser la comunicación en sus propias vidas. Cada hijo requiere de un tiempo especial para poder oírles y escucharles.
Esto, tan sencillo, es la tarea más difícil mantener en el tiempo para la mayoría de las familias. Sin embargo las familias fuertes han integrado esta característica a su propia esencia.
II.- HABLA POR TI MISMO
Debes ser consciente de tus propios pensamientos y sentimientos, así como debes ser responsable de comunicarlos a los demás en tu familia, especialmente a tu cónyuge. ¡Nadie puede hablar por ti, excepto tú mismo! Usa los mensajes en primera persona: “Me siento triste porque…”; “Creo que necesitamos asumir la situación de esta manera porque…”; “Realmente me siento lastimado en este momento”; “Permíteme que te diga cómo veo yo este asunto”, “Así es como me siento”.
La comunicación se nubla cuando comienzas a decirle a tu pareja o a tu hijo lo que él o ella piensa y siente, o cómo debiera pensar o sentir. Esto frecuentemente crea una reacción defensiva por parte de la otra persona si siente que tú interpretación es una acusación o una interpretación injusta. Tu pareja o uno de tus hijos, podría percibir tu interpretación de otras maneras, por ejemplo: que no te interesa lo suficiente como para que le prestes atención.
En ocasiones cuando hablo con un joven adolescente y le hago preguntas directas acerca de su vida, encuentro que a su lado esta un padre o una madre que hacen “lectura de pensamiento” y contestan por él.
- “¿Qué estás estudiando?, pregunto dirigiéndome al joven.
- Está haciendo primero de ESO. Contesta la madre.
- ¿Cómo te va el curso?, dirigiéndome nuevamente al joven.
- Es un vago, podría esforzarse más en matemáticas, pero no hay manera. Vuelve a contestar la madre.
Esta escena de la que habrán sido testigos muchos de los lectores, lo que provoca es una reacción defensiva en el hijo, que se enoja, se cierra, se siente ignorado… Por desgracia me encuentro con mucha lectura de pensamiento en todas las líneas de relaciones familiares: entre esposos, entre padres hijos, entre hijos y padres, y entre las distintas generaciones presentes en la familia.
La buena comunicación procede de expresar claramente tus propios sentimientos y pensamiento a la otra persona con palabras, tono de voz, lenguaje corporal o acciones, todo lo cual puede comunicar tus sentimientos y pensamientos. Sólo recuerda lo siguiente: “Habla sólo por ti mismo”.
III.- COMPRENDE AL OTRO
Hay que comprender que las percepciones de los demás miembros de tu familia son diferentes a las tuyas.
Nunca veréis las cosas de la misma manera. Los esposos, porque provienen de familias diferentes y forma de vida diferentes; los hijos, porque pertenecen a una nueva generación que procesa la información de forma nueva.
Diferente no significa equivocado; no significa malo; sólo significa que no es igual. Tal vez existan ocasiones en que se de acuerdo para estar en desacuerdo. Tal vez debamos decir: “Bueno, creo que verdaderamente tenemos puntos de vista diferentes”.
Está bien que en ocasiones tengamos maneras diferentes de ver la vida. Es más, sería extraño que esto no sucediera. La buena comunicación se alcanza cuando valoramos las diferencias que tenemos y tomamos el tiempo necesario para comprenderlas. Cuanto respetas las percepciones de uno de los miembros de la familia, el mensaje que le comunicas es el siguiente: “Lo que eres y piensas es importante para mí”. Las parejas que se valoran mutuamente alcanzarán el crecimiento a través de la enseñanza y el aprendizaje recíprocos. Los que no valoran las percepciones del otro comunican el siguiente mensaje: “Tú no tienes nada para enseñarme, mi forma de proceder es siempre la correcta”.
Frecuentemente, la comunicación deficiente es producida por nuestros intentos de probar que tenemos la razón. Pregúntate a ti mismo si prefieres tener la razón o ser feliz. A veces no se pueden lograr ambas cosas. Si no te interesa escuchar el punto de vista de alguno de los tuyos, simplemente no valoras lo que piensan ni lo que sienten.
IV.- ESCUCHA CON ATENCIÓN
Escucha, no sólo que se está diciendo, sino el mensaje total que está transmitiendo. Recuerda que menos de la mitad de tu mensaje puedes comunicarlo verbalmente, a través de las palabras y del tono de voz, como decíamos en la entrega anterior. También es importante prestar atención a los mensajes corporales no verbales, pues esos mensajes a menudo te darán pistas con respecto a lo que siente la otra persona de tu familia. Cuando se está en la etapa de noviazgo es muy común estar sintonizado con los mensajes no verbales de tu prometido/a. Después del matrimonio se necesita dedicación para mantenerse bien sintonizado, pues con el correr del tiempo tenemos la tendencia de asumir que sabemos lo que nuestro cónyuges están pensando y sintiendo.
Da un paso hacia atrás y considera las formas que tenemos de escucharnos. La mayoría de nosotros tenemos tres formas básicas de escucharnos: atentamente, pasivamente y selectivamente.
El escuchar atentamente implica dedicar tu completa atención a alguien. No sólo escuchas lo que se está diciendo, sino que estás consciente de la forma en que se dice, el tono de voz que se utiliza y el lenguaje corporal expresado. De esta forma estás escuchando el mensaje total que la otra persona está enviando, valorando lo que te está diciendo.
Cuando escuchas atentamente, el escenario está dispuesto para que se desarrolle la buena comunicación, de esta manera ya estás enviando un mensaje al otro se ha dispuesto el tiempo necesario para intercambiar planamente los pensamientos y sentimientos. Escuchas el mensaje completo en lugar de intentar planificar lo que vas a decir cuando te toque hablar. Uno de los elementos más difíciles de lograr es escuchar atentamente y sin embargo, es el más necesario en el proceso de la buena comunicación. Precisa práctica, paciencia y respeto, por lo que ese que amas tenga para decir.
Un
oyente pasivo tal vez oiga las palabras que se están diciendo, pero no sintoniza el resto del mensaje perdiendo de esta forma, la mayor parte del mismo. Se da poco valor a lo que está queriendo decir y a la persona que lo está diciendo. Cuando tu atención está dirigida a tu ordenador, o a la televisión, o a otras cosas, no tienes la capacidad de comunicarte con efectividad. Si la otra persona está involucrada en otra actividad, no es un buen momento para conversar.
Todos nosotros, en un momento u otro, somos selectivos con respecto a lo que escuchamos. Oímos sólo que deseamos y el resto lo desechamos. Durante el noviazgo es muy posible que los novios no tengan en cuenta palabras o información que no se desea oír. Posiblemente se le da poca o ninguna importancia a ciertas cosas que se digan y que asignes gran valor a otras palabras o frases. Al llegar al matrimonio se mantiene ese patrón de escucha y surgen problemas. Oyen, pero no escuchan.
Un ejercicio interesante para escuchar en forma selectiva sería preguntarles a unas cinco o diez personas, que acabaran de escuchar la misma predicación, el tema del que había tratado el orador. Es muy probable que cada una haya escuchado algo un poco distinto a lo que el otro percibió. Existe una gran posibilidad de que cada uno haya olvidado aquello que le resultó difícil o doloroso de escuchar. De esto se trata el escuchar selectivamente.
Si una pareja se encuentra que repetidamente está luchando con que uno o ambos están escuchando sólo una porción de lo que la otra persona está diciendo, lo mejor es detenerse y tomarse el tiempo necesario para descubrir cuál es la raíz de esta forma selectiva de escuchar al otro. Esto ayudará a comenzar la apertura del proceso de comunicación.
V.- COMPRUEBA QUE ENTIENDES LO QUE EL OTRO DICE
Este proceso se logra cuando le permites saber a tu compañero lo que tú le oíste decir, así como al preguntarle si le entendiste correctamente. Esto permite al otro corregir cualquier malentendido. El comprobar reduce la “lectura de la mente” y las malas interpretaciones, una trampa en la que suelen caer muchas familias que piensan que se conocen lo suficiente como para interpretar lo que el otro quiso decir, obviando lo que sí dijo. Recuerda, tú sólo puedes hablar por ti mismo. Si tú lees la mente estarás hablando por tu pareja o por tu hijo.
La comprobación también permite a la otra persona saber que las has estado escuchando atentamente y que le asignas suficiente valor como para asegurarte de haber entendido el tema que se está tratando.
CONCLUSIÓN: UN PROCESO
El tiempo, la honestidad, la claridad, el respeto, la valorización y el amor de uno con el otro, te ayudarán a ti y al resto de tu familia a desarrollar el arte de la comunicación. La comunicación es una destreza que puede ser aprendida y mejorada pera que lleva tiempo.
Recuerda, cuando aprendiste a conducir un automóvil. Es probable que hayas arrancado y detenida varias veces con grandes sacudidas, que hayas actuado con torpeza y que además tuvieras necesidad de mucha concentración en lo que estabas haciendo. El aprendizaje de la comunicación saludable y efectiva lleva tiempo, práctica y mucha paciencia. Las parejas que han logrado relaciones saludables, felices y funcionales, se han tomado el tiempo necesario para desarrollar una buena destreza en la comunicación.
¿Valoras a tu esposa/o y lo que tenga para decirte? ¿Valoras los puntos de vista de tus hijos? ¿Te tomas tiempo necesario para decirle a tus padres tus pensamientos y tus sentimientos? ¿Qué tipo de oyente eres tú: atento, pasivo, selectivo o una combinación de los tres? ¿Cómo calificarías tu actual nivel de comunicación en tu familia?
La elección es tuya y lo que decidas al respecto afectar al tipo de familia que tendrás.
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