Abel Ginés
Jesucristo (Dios) es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13:8). Si la Biblia es clara en este concepto, ¿cuál es el motivo o razón por el que no vemos milagros y prodigios como antes? Déjame que te haga una pregunta: ¿Y nosotros somos como aquellos hombres y mujeres que nos muestra la Biblia? Hombres y mujeres llenos de coraje, ímpetu y poder de lo alto, capaces de obedecer fuese cual fuese la situación.
Con este artículo lo que intento es poder llamar tu atención, y que juntos podamos volver a ser hijos de Dios, de una manera genuina, como aquellos que llamamos héroes de la fe.
Algunos se preguntarán por qué debemos volver a ser hijos de Dios de una manera genuina, y es simple, creo que no estamos teniendo la relevancia y repercusión que estos héroes de la fe de los que hablábamos tuvieron en sus épocas. No hablo de fama, ni de éxito, hablo de repercusión, de influencia sobre nuestros entornos más próximos. Hablo específicamente de si nuestro Dios es el mismo Dios de aquellos hombres y mujeres, ¿por qué no vemos milagros y prodigios como entonces veían?
Llegamos a la conclusión de que esto es debido a la falta de carácter, de ese carácter del que se nos habla a lo largo de toda la Biblia. Un carácter manso y humilde, donde no se anteponen ideas propias a las de Dios, sino que uno se doblega y dice SI Y AMEN a la voluntad de Dios, aquella voluntad la cual es buena, agradable y perfecta.
Es decir, somos carentes de ciertas cualidades que los héroes de la fe sí poseían. Y la pregunta del millón es ¿cuáles son esas cualidades? Entre otras muchas, las resumiremos en tres: relación con Dios, no racionalizar la voluntad de Dios y obediencia.
Nos centraremos en dos de los casos que más me impresionan: la apertura del Mar Rojo y el caso conocido como "el sacrificio de Isaac".
Vemos a Moisés bajo la gran responsabilidad de guiar a un pueblo al completo, desde los niños hasta los hombres, con todos sus animales y pertenencias, ya que acababan de ser expulsados del lugar donde habían estado viviendo. Dado este momento, Moisés pide dirección a Dios y Dios contesta.
Aquí encontramos lo que todos conocemos como diálogo, Dios es un Dios que habla, y que quiere tener una relación contigo, simplemente está esperando a que nosotros nos acerquemos a Él, ya que Él lo ha dado todo por nosotros. Y cuando Dios habló a Moisés, Dios los mandó hacia el mar, donde no tuvieran salida, siendo conscientes de que Faraón iría tras ellos.
Y ahí viene el momento de no racionalizar la voluntad de Dios. Aunque parezca imposible, aunque no veas la salida, ni la manera de alcanzar la meta, el Dios en el que has depositado tu fe, es un Dios que lo imposible lo hace posible. No limitemos su poder a lo que nuestras mentes finitas puedan llegar a comprender sino que pasemos a la tercera cualidad, simplemente obedezcamos Su voluntad y entonces veremos que Dios sigue siendo Dios, y aquél Dios de los imposibles sigue siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos. Al obedecer la voluntad de Dios, todos los israelitas pudieron ver su poder y gloria, pasaron el Mar Rojo en seco y sus enemigos murieron en él.
Vemos también el otro caso del que hablaba, un hombre mayor, el cual había sido padre de un niño a los cien años, por una promesa de Dios. Llega el momento en el que Dios habla con Abraham y le pide en sacrificio a su hijo, de primeras ya podemos ver una estrecha relación, donde hay sensibilidad a la voz de Dios y no solamente para lo que nos puede parecer agradable.
Abraham no cuestiona en ningún momento la voluntad de Dios, es más, se levantó muy de mañana, dice la Biblia, para prepararlo todo, y comenzar el viaje hacia el monte de Moriah. Estando allí preparó el lugar con leña y ató a su hijo, y en el momento de ejecutar la acción que Dios le había encargado, Dios lo detuvo y proveyó para el sacrificio en aquél lugar.
Vemos tanto en una historia como en la otra donde Dios se glorifica, porque sus siervos/hijos fueron sensibles a su voz, es decir, tenían una relación con Él, no racionalizaron su voluntad por extraña o inverosímil que pareciera, sino que simplemente obedecieron y de esta manera, dejando a Dios al control de todo, pudieron ver que Dios seguía siendo Dios.
Y a esto es a lo que quiero retar a todo aquél que pueda leer este artículo, a relacionarse con Dios, a no racionalizar su voluntad por rara que sea, sino simplemente a limitarnos a obedecer. Porque de esta manera podremos ver su poder, su gloria, sus milagros y maravillas.
¿Por qué sabéis qué?
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