Sara Moreno
Tina, una laboriosa hormiga, pasaba las horas de sol a sol buscando comida y trabajando arduamente. Realizaba una buena tarea, y las demás hormigas admiraban su ímpetu y perseverancia. Nunca volvía a casa sin cargar algo de provecho.
Un día de mucho calor Tina salió a realizar su búsqueda, pero se encontró con una situación complicada. No había nada cerca, andaba y andaba pero nada encontraba.
Muchas de sus compañeras, sin poder soportar el calor, volvieron al hormiguero esperando a un día mejor. Pero la valiente Tina no se daría por vencida, decidió salir del terreno que conocía, aquella zona en la que se sentía segura.
Andó, y andó,...
Por el camino se sorprendió con los nuevos parajes y el tacto del terreno que nunca había andado. Incluso la brisa le pareció más fresca. Entonces, frente por frente se encontró lo que tanto buscaba. Un cuscurro de pan caído en el suelo.
- ¡Ay! ¡Que pena que mis compañeras no estén! No puedo llevarlo todo yo sola.
Cerca había un trozo disgregado. Lo cogió como pudo y volvió sobre sus pasos. Cuando ya llevaba una buena parte del camino se encontró con una gran piedra que antes no estaba ahí. ¿Qué podía hacer? Subirla era complicado, estaba muy empinada. ¿Y rodearla? Quizás al hacerlo perdería la dirección del camino.
Nerviosa, comenzó a andar de un lado a otro. Cuando ya su desesperación estaba llegando a cierto límite, de repente la piedra se empezó a elevar al cielo, tan alto que la dejó de ver. ¿Qué había pasado? Sin entenderlo, se encontró con el camino despejado y feliz volvió a retomarlo.
Al poco tiempo comenzó a sentirse muy cansada... Con el estrés vivido sus fuerzas habían decaído. Cada vez iba más lenta hasta que llegó el punto en que tuvo que parar.
Algo abultado bajó suavemente del cielo y se puso enfrente de ella. Se escuchó una voz:
- Tranquila pequeña, he visto tu camino y el esfuerzo que has estado haciendo. Esta es mi mano, sube, yo te llevaré. Confía en mi.
Tina escuchó muy sorprendida, jamás pensó que algo así le sucedería, pero a la vez le invadió una gran paz. Despacito, tímidamente, escaló la mano. Cuando estuvo en medio notó como se elevaba y desplazaba suavemente. Era tan tierno el lugar... Nunca se había sentido más relajada y cuidada.
La mano bajó y ella fue al suelo.
- Gracias...- dijo emocionada - no se como pagarte... Solo tengo este trocito de pan para darte. Pero creo que será poca cosa para ti...
- Ahora baja por el hormiguero y comparte con tus compañeras lo que te ha ocurrido - dijo la voz de arriba - Comparte tu alegría y el alimento que llevas.
Sin dilación Tina obedeció. Sus compañeras estaban preocupadas por su tardanza y le recibieron corriendo. Escucharon su historia, ¡pero ellas también querían ver esa mano!
Salieron todas juntas, pero ya no estaba, sin embargo encontraron a la salida ese gran trozo de pan que Tina no pudo cargar.
Quizás solo te haya parecido la historia de una hormiga, pero ¿y si Tina fueras tú? ¿Y si te dijera que esa mano es Dios?
Muchas veces nos olvidamos de que Dios está cuidándonos, pero Él sabe lo que necesitamos.
Confiemos en Él.
"Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros." 1º Pedro 5:7
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