El Gran Centro Comercial Virtual.
Recuerdo la primera vez que escuché la palabra “vitrinear”. Resulta que mis amigos del colegio y yo a veces no teníamos a dónde ir después de clases. En una de esas uno de ellos dijo:
“¡vamos al centro comercial!” Por esa época no existían tantos
Malls como los hay ahora en la ciudad, por lo que en aquel entonces si alguien iba a visitar uno era porque realmente tenía algo que comprar, sino para qué ir. Cuando todos expresamos nuestro desgano por no tener dinero, al instante nuestro brillante amigo dijo:
“¿cómo que a qué iríamos? ¡Vamos a vitrinear!”
Jamás había escuchado la palabra pero desde ese día la incorporé a mi vocabulario. Por cierto, hace poco descubrí que realmente existe el concepto. Según el diccionario “vitrinear” es:
“ir observando lo que se ofrece en las vitrinas para hacer una compra conveniente o como pasatiempo”.
LAS VITRINAS DEL FACEBOOK
Facebook es una especie de Gran Centro Comercial Virtual y cada contacto representa vitrinas donde cada quien exhibe ideas, estados de ánimo, fotos y algunas veces: canciones. Como muchos yo visito el Facebook Mall todos los días, no solo para promover las entradas de mi blog, sino para “vitrinear” y ver qué se está exhibiendo en los muros.
A mediados de febrero pasado decidí no exhibir nada nuevo desde mi muro, quise dejarlo estático y no estar pendiente de los likes durante un mes. Eso sí, durante esos días que me ausenté dediqué algunos minutos diarios para “vitrinear”.
Me desilusioné. No solo por lo que vi en otros, sino por lo que descubrí en mí.
Como observador externo percibí la obsesión que algunos tienen de auto promoverse y de convertirse en el centro de atención de la red. Para algunos Facebook ya no es cuestión de nada más compartir aspectos de la vida diaria, familiar o estudiantil; mas bien, es un escaparate para catapultar la propia imagen, exhibir las capacidades y disfrutar los elogios que otros dan a su apariencia física, intelectualidad y logros.
Por ejemplo, hay personas que cambian su foto de perfil varias veces al día. Distinta pose, distinto gesto y algunos hasta distinta ropa. Ver eso me hace preguntar: ¿será que hemos caído en la trampa de querer atraer la atención hacia nosotros mismos? ¿No nos basta cambiar de foto una vez por semana sino que tenemos que mostrarnos distintos todos los días? ¿Podría calificarse como auto adoración e idolatría esta obsesión por querer ser vistos?
Si con nuestra imagen pasa, qué decir de las cosas que publicamos. En lo personal me parece bien que se posteen versículos bíblicos y hasta pensamientos relevantes que podrían inspirar a quienes los lean; sin embargo, a veces me pregunto si detrás de esta tendencia no habrá un deseo de aparentar espiritualidad cuando en realidad no la hay.
Por ejemplo, quienes solemos postear versículos de la Biblia, ¿lo hacemos porque realmente estudiamos a diario la Escritura o como una forma de alardear que la leemos todos los días? ¿Lo hacemos para contribuir a la vida de los demás o para que crean que amamos el Libro de Dios?
Claro, si alguien verdaderamente ama la Escritura y de repente un texto le impresiona, vamos, que lo postee y comparta con todos. Pero postear textos sin que antes hayan calado en nuestro corazón o postearlos sin la más mínima intención de abrazar el hábito de estudiar la Biblia, no estoy convencido de que tenga una noble intención.
Con las frases célebres pasa algo similar. El otro día una amiga posteó un pensamiento muy ingenioso. La verdad quedé impresionado. Pero como la frase no indicaba debajo al autor pensé que ella lo había ideado. Así que por curiosidad la contacté vía inbox y le pregunté si dicho pensamiento era suyo o de alguien más. Me confesó que era de alguien más pero no había puesto al autor. Al descubrir que ella tenía la costumbre de hacer eso, le dije:
“si publicas una frase así de ingeniosa y no es tuyo, deberías poner el autor o por lo menos la fuente de donde la tomaste. Si no haces eso podrías estarle dando a entender a la gente que tú lo ideaste y por lo tanto, que eres una gran pensadora o una gran intelectual. Es decir, podrías estar transmitiendo una imagen de ti que no necesariamente es real. ¡Ten cuidado!”
A partir de allí comenzó a poner las fuentes de donde tomaba sus pensamientos.
Postear pensamientos o frases no solo podría implicar proyectar supuestamente que somos intelectuales, sino también la imagen de que somos ávidos lectores. Cuando veo en las vitrinas de Facebook frases ingeniosas me pregunto lo mismo que cuando veo textos bíblicos: ¿por qué publicamos este tipo de cosas? ¿Será que lo hacemos porque tenemos el hábito de la lectura o porque queremos aparentar que leemos? ¿Publicamos frases para contribuir a la vida de las personas o es porque nos gusta que los demás piensen que leemos a buenos autores?
Yo no digo que hacer todo esto sea malo en sí mismo, lo que me cuestiono es la motivación de por qué hacemos lo que hacemos. ¡Principalmente la mía!
De paso, en las vitrinas de Facebook hay una fuerte tendencia de predicadores, músicos y cantantes de publicar todo cuanto hacen, al punto que me preocupa evaluarme a mi mismo y evidenciar que a veces yo también he caído en ese bache. Hoy más que nunca nos hemos acostumbrado a exhibir nuestras buenas obras ante otros. Personalidades que conocemos, iglesias donde predicamos y conciertos en los que participamos, ¿por qué hacemos esto? ¿No dijo el Señor que tuviéramos cuidado de
“hacer nuestra justicia delante de los hombres para ser vistos de ellos” (Mateo 6:1)? ¿No nos dejó ejemplo a seguir cuando después de sanar a algunos les decía:
“no lo digas a nadie” (Mateo 8:4)? ¿Por qué publicamos cuanta cosa hacemos y no mejor las guardamos para nosotros mismos?
Probablemente algunos no debamos esperar más ciertas recompensas porque quizá ya las recibimos en forma de “likes”.
¿FACEBOOK O MASKBOOK?
Textos bíblicos, frases y todo cuanto hacemos no es lo único que posteamos, también reflexiones morales y hasta enseñanzas espirituales. Y aunque voy a sonar duro con lo que voy a decir, hay publicaciones de este tipo que he visto en Facebook que sinceramente rayan con lo hipócrita.
No voy a decir nombres ni a señalar a nadie porque si tuviera que hacerlo tendría que poner el mío primero y además, apuntar el dedo hacia mí mismo; sin embargo, hay evangélicos que postean estados reflexivos cuando es sabido que ellos no actúan conforme a eso que escriben y ante lo cual reciben tantos likes. Estoy hablando de “cristianos” (entre comillas) habituados al pecado, mal hablados como nadie y llenos de vicios.
No solo me estoy refiriendo a evangélicos que publican vulgaridades o que maltratan a su prójimo con comentarios fanáticos en pro de un partido político o de su equipo favorito de fútbol; si no a personas que afirman ser “cristianos” pero a hurtadillas llevan una doble vida.
Lo que me llama la atención de estas personas es que postean reflexiones muy inspiradoras como si ellos realmente las vivieran. Citan la Biblia, mencionan el nombre de Dios y hasta dan la impresión de haber estudiado teología. Vamos, yo sé que no está bien juzgar injustamente, pero me estoy refiriendo personas que aparentan ser piadosas cuando en la vida real no lo son.
Se parecen a esas tiendas que de vez en cuando se instalan en los centros comerciales y ofertan grandes productos, pero en realidad son estafas. Aparentan brindar calidad, pero la verdad es que son un fraude.
Durante ese mes en que fui un simple espectador y que usé para vitrinear dentro del Gran Centro Comercial Virtual vi muchas cosas. Algunas de ellas me motivaron a que a mediados de marzo rompiera la inactividad de mi muro compartiendo el siguiente poema:
Muros
Noel Navas
Muros, los muros de la apariencia.
Fingimos saber de ciencia,
de política y de experiencia,
pero los muros son de apariencia.
Muros, sin cemento y sin ladrillo.
Muros que ante todo han sido
fachadas de interiores corroídos
aunque ante todos tengan brillo.
Muros, muros de fingimiento.
Donde supuestos sentimientos
reflejan nuestros sueños
pero por dentro no somos eso.
Muros virtuales, muros de Facebook
aparentan ser reales, aparentan ser ciertos
pero si todos supiéramos la verdad
quedaríamos boquiabiertos.
En fin.
En esto de las redes sociales he aprendido que
“Facebooks vemos, ¡corazones no sabemos!”
Continuará…
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