Santiago 1:16-17 Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces...
Cuando uno de mis hijos tenía un año y medio, trepó a mi regazo y me dio un fuerte abrazo mientras yo estaba sentado en el sofá. A cualquier padre le encantan los abrazos de sus hijos así que le devolví el abrazo con mucho cariño.¡Ay, mi hijo, cuánto te amo!le dije mientras le mecía. Pero de repente la onda expansiva de una bomba fétida llegó a mi nariz cambiando mi cara de felicidad en una expresión de asco. Era en este momento que le levanté para asegurarme y vi... (Aviso importante: la continuación de este artículo puede herir seriamente tus sensibilidades y ganas de tener niños. Voy a la historia mas asquerosa de la que he sido testigo en mi vida, con una buenísima aplicación espiritual, claro está, pero si no puedes aguantar cosas asquerosas, te recomiendo que saltes ahora mismo a otro artículo. Si sigues leyendo, no me podrás culparme de nada, ¿trato hecho?)... que mi hijo precioso tenía caca saliendo del pañal entre las piernas, por la barrigita, por la espalda; es decir, ¡¡por todos lados!!Parecía como si hubiera salido un explosivo de su trasero hacía unos segundos y al levantarle vi que ahora yo también estaba cubierto de caca.
En este momento me ocurrió lo que siempre ocurre en situaciones de crisis: me entró el pánico. Me puse de pie y corrí por todo el salón gritando del asco sin saber qué hacer. Mi mujer, que siempre tiene la mente más clara en momentos así, gritó:¡A la bañera!¡Qué idea más buena! Corrí por el pasillo hasta el baño con mi hijo colgando de los brazos, alejado de mi cuerpo. Pero de repente el brazo de mi hijo rozó mi perilla y restregó su caquita por mi boquita. ¡Aaaahhhh! Llegué al bañó y le lanzé... bueno no, claro, le deposité suavemente en la bañera. Después fui rápidamente al lavabo para quitarme la caca de la cara, de los brazos, y del resto del cuerpo, pero en ese momento escuché un grito de pánico de mi mujer:¡No, no, no, no, NOOO!Me giré justo a tiempo para ver... (lo que tienes que entender ahora mismo es que mi hijo había comido un montón de pasas ese día. Sí, un montón, y probablemente eran la causa de la gran explosión.) Te digo lo que vi. Mientras me estaba lavando, mi mujer le había quitado el pañal en la bañera, y mi hijo que se había fijado en el pañal, había atisbado una pasa. Una pasa allí mismo en medio del pañal que aparentemente había pasado por su sistema digestivo sin ningún cambio. Mi hijo estiró la mano y cogió esa pasa cubierta de caca y la levantó hacia su boca. Lo estábamos viendo a cámara lenta mientras mi mujer y yo gritábamos y estirábamos los brazos hacia él intentando detenerle, pero él nos miró tranquilamente con una sonrisa y depositó la pasa en la boca. Nos quedamos allí, mi mujer y yo, de piedra, en estado de shock, mientras mirábamos a nuestro hijo masticando esa pasa cuando de repente puso cara de asco. Escupió la pasa dejando una senda de baba marrón que secorría por la barbilla. ¡Madre mía!
¿Alguna vez te ha ocurrido algo tan asqueroso que el cuerpo no sabe reaccionar? Te digo que es imposible observar lo que habíamos presenciado y quedarte quieto. Mi mujer y yo empezamos a saltar, chillar y correr por todos lados gritando:¡Se ha comido la pasa! ¡Se ha comido la pasa!Dos horas después cuando estábamos de vuelta en el sofá y por fin pensé que nos habíamos tranquilizado, mi mujer me miró y me dijo:Se ha comido la pasa.Y de nuevo estábamos corriendo por la casa en un intento inútil de deshacernos del asco
Ahora, ¿por qué te he contado esa historia tan asquerosa? Dímelo tú. ¿Éramos padres malos por intentar prohibir a nuestro hijo que comiese esa pasa? Él nos podría haber mirado y habernos dicho:Mamá, Papá, esta claro que esta pasa me va a dar muchos nutrientes, minerales y vitaminas que son esenciales para un crecimiento sano de un bebé como yo. ¿Cómo podéis negarme un bocado tan sabroso y nutritivo? Está claro que no me amáis, y por eso voy a comerme esta pasa.Te pregunto otra vez, ¿Éramos padres malos? Claro que no. Nuestro hijo sólo vio una pasa deliciosa, pero nosotros vímos lo que realmente era: ¡Era una pasa de caca!
Lo mismo pasa con Dios. Tu pecado es una pasa de caca, ¿vale? Asúmelo. A ti te parece una preciosidad como le parecía la pasa a mi hijo. Sabes que el pecado te va a traer un montón de placer y eso es la única cosa que te importa en el momento. Pero si podrías parar sólo un momento para ver el pecado con los ojos de Dios y confiar en Él, verías que ese placer te va a privar de una relación íntima con Dios y que te va a causar un montón de problemas que aún no ves. Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva viene del Padre. Mientras un pecado sea para ti una cosa preciosa que Dios te prohibe, nunca tendrás victoria. La victoria vendrá cuando por fin veas ese pecado a través de los ojos de Dios y lo odies porque por fin ves que te está destruyendo. Entonces entenderás que esa tentación es igual de asquerosa que una pasa de caca y dirás:Dios, aunque sería muy placentero disfrutar de esa tentación, no lo haré porque sé que tú, por el amor, me has dicho que lo evitara. Tienes muchos otros placeres preparados para mí. Disfrutaré de ellos y de tus bendiciones, entonces.
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