El verdadero ministerio de alabanza
Entre 2003 y 2005 serví como capellán de un colegio cristiano de más de 2 mil estudiantes. Como parte de mis asignaciones estaba coordinar los devocionales semanales y por ende, los equipos de alabanza que integraban los jóvenes de la institución.
Como mis responsabilidades eran muchas, no podía supervisar yo solo el trabajo de las tres bandas con las que contábamos, ya que hacerlo incluía reclutamiento de músicos y cantantes, planificación y supervisión de los ensayos y por supuesto, el desenvolvimiento sobre la plataforma a la hora de realizarse los devocionales.
Para eso el colegio contrató a mi amigo Oswaldo, que a sugerencia mía pedí para que formara parte del equipo del área de educación cristiana.
Un problema que como colegio cristiano teníamos era que usábamos las instalaciones de la iglesia de la par para realizar allí los devocionales estudiantiles. Lamentablemente en ese entonces los líderes de la iglesia y las autoridades del colegio experimentaron un divorcio en su relación. Por lo que la iglesia no prestaba el equipo de sonido ni los aires a condicionados cuando celebrábamos nuestras reuniones.
Por tal motivo el colegio contaba con un equipo completo de sonido (consola, parlantes, cables, etc.) e instrumentos musicales (piano, bajo, batería, etc) que semana tras semana movilizábamos desde la bodega y el cuarto de ensayo hasta el auditorio de la iglesia. Aproximadamente 200 metros.
¿Quiénes movían el equipo? Algunos jóvenes del ministerio de alabanza, algunos de quienes formaban parte del área de educación cristiana y yo.
Yo nunca he tenido problema con sudar la camiseta; sin embargo, lo que a mí, a Oswaldo y a los músicos nos daba problema eran los parlantotes que teníamos que transportar. Eran gigantescos, pesadísimos y tan viejos como Matusalén. Es más, hasta el día de hoy dicho colegio los sigue utilizando, je.
Quizá tardábamos 45 mns. entre mover, instalar y tener todo listo para los devocionales, y otros 45 mns. para repetir el mismo proceso pero al revés,y de este modo guardar todo ese “chuncherío” (decimos en El Salvador) donde debía de estar.
Aunque siempre colaboré de buena gana en la tarea, para mí hacer eso era una perdedera de tiempo debido a que mis responsabilidades laborales me obligaban a estar pendiente de muchísimas cosas. Aun así fueron contadísimas las ocasiones que no colaboré en dicho trabajo, francamente a pesar de ser el jefe mi conciencia se sentía mal de no ayudar en esa labor.
Como teníamos tres bandas, antes del devocional general íbamos aula por aula a sacar a los integrantes varones del ministerio de alabanza para que nos ayudaran a mover el equipo y los instrumentos. Eso sí, siempre procuramos que las mujeres no lo hicieran, solo los hombres. Pero a veces sin pedirles ayuda algunas se nos unían. Ni modo.
Cuando audicionábamos a los cantantes y a los músicos a inicio de año, les advertíamos que como parte de sus obligaciones tenían que ayudarnos a mover todo el equipo semana tras semana. Como los sacábamos de clases antes del devocional, pues algunos se alegraban con la idea; sin embargo, otros se escondían porque no querían mover nada. Ellos simplemente querían subir sonrientes a la plataforma y bajar como si fueran estrellas Pop después de tocar.
Francamente era triste ver la actitud de algunos que se negaban a colaborar. Algunos se quejaban diciendo: “¡Es que voy a sudar mucho y no quiero subir así a tocar!” Otros: “Eso lo deberían de hacer los ordenanzas del colegio, ¡no nosotros!” Ellos no entendían, primero, que necesitábamos ayuda; y segundo, que antes de ser grandes debían ser pequeños. Que los estábamos formando.
La solución al problema vino cuando el departamento de educación cristiana y el departamento extracurricular hicimos una alianza. A través de ella abrimos la posibilidad a los estudiantes de bachillerato que pudieran realizar sus horas sociales moviendo el equipo de sonido y los instrumentos semana tras semana (ida y vuelta eh) durante todo el año. Hacer eso les sería contado como servicio social, servicio sin el cual no podían graduarse al terminar el año.
Recuerdo el día que anunciamos esta posibilidad de servicio en uno de los devocionales. Tomé el micrófono y les pedí a los estudiantes que si aún no habían decidido en qué área desarrollar su servicio social, por favor consideraran realizarlo en “El ministerio de jalabanza”.
¡Tooodo mundo se puso a reír! Je.
¡Pues sí! Ellos jalarían el equipo y los instrumentos durante el año, ¿cómo le íbamos a llamar al ministerio? ¿“Ministerio Técnico de Logística y Protocolo”? Vamos, eso sonaba muy elevado. Por lo tanto, lo bautizamos: “Ministerio de jalabanza”.
¿SABE QUÉ SIGNIFICA “MINISTRAR”?
En mi opinión, el “Ministerio de jalabanza” es el verdadero “Ministerio de alabanza”. Si un músico o cantante no quiere servir en “jalabanza” no debería dársele el privilegio de ministrar la “alabanza”.
Recuerdo haber escuchado aquel famoso sermón de Marcos Witt, “Sé siervo”, allá por mediados de los 90´s. Por cierto, algunos de ustedes harían muy bien si lo buscaran en Internet para escucharlo. Allí Marcos relató cómo en sus inicios como ministro a tiempo completo lavó baños y limpió pisos. Más recientemente vi una entrevista donde Marcos respondió una pregunta de un periodista. Entre otras cosas dijo: “Antes de estar donde estoy hoy, por años cargué equipos de sonido e instrumentos musicales”, dando a entender que previo a ser conocido sembró años de trabajo.
Y tiene razón. Lamentablemente hoy en día nuestros integrantes de equipos de alabanza han aprendido diferente. A todos les gusta el título: “Ministro de alabanza” y hasta decir: “Me toca ministrar la alabanza”. Pero la mayoría no saben siquiera definir qué significa “ministrar”. ¿Lo sabe usted?
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, “ministrar” significa: “Servir o ejercer un oficio”.
En este sentido decir: “Ministro de alabanza” equivale a decir: “Servidor de alabanza” y decir: “Ministrar la alabanza” es decir: “Servir la alabanza”. El ministro es un servidor, alguien que sirve a Dios y a su pueblo a través de la música.
El problema de muchos integrantes de equipos de alabanza de la actualidad es que han olvidado ser “siervos” y qué significa “servir”.
Tristemente muchos de quienes cantan y tocan se han dejado engañar por el glamur del ministerio musical. Ven a Jesús Adrián Romero, Marcos Witt o Hillsong y quedan extasiados. Las luces y el sonido los seducen y entonces creen que subir a una plataforma, grabar un disco o viajar por el mundo es ser un “ministro de alabanza”. Ellos no se percatan que detrás de todo eso que ven hubo años de siembra anónima y silenciosa.
Señoras y señores, ministerio significa servicio. Lo cual implica que cuando en la iglesia se nos pida hacer algo distinto a cantar y a tocar, levantaremos la mano para ofrecer nuestro tiempo y esfuerzo para ayudar.
¿Cuándo fue la última vez que vio a los integrantes del ministerio de alabanza hacer algo distinto al canto y a la música? ¿Cuándo los vio ordenando sillas, limpiando pisos o aspirando alfombras? ¿Ah?
Muéstreme a un cantante o músico que en su iglesia nunca hace otra cosa que no sea cantar o tocar y le mostraré a un cristiano que ha olvidado su llamado de servir. Es más, me atrevo a decirle que si usted está en el ministerio de alabanza y no en el de “jalabanza”, realmente usted no está sirviendo a Dios en la alabanza.
LAS PALABRAS DE CRISTO
Le invito a que revise las siguientes palabras de Cristo. Cuando un par de sus discípulos se le adelantaron a los demás y le solicitaron al Señor ser quienes se sentaran a la izquierda y la derecha del trono, ¿sabe qué les respondió?
"Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos, porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos". (Marcos 10:42-45)
Solo este pasaje debería transformar nuestra percepción de lo que es servir en la alabanza.
Recientemente mi amigo Alex Navas me relató cómo le fue en un viaje que hizo a EE.UU. Un grupo de iglesias lo invitaron a ministrar en cierta ciudad y para su sorpresa, aunque todo salió bien, en ciertos momentos de su estadía le tocó ayudar en cosas que no necesariamente tenían que ver con ministrar desde la plataforma. “En una ocasión…” Me dijo, “me tocó ayudar a armar la batería porque no había nadie que lo hiciera. ¡Vieras qué bien me hizo hacer esas cosas que ya no hago, pero que hacía cuando apenas comenzaba!”
En conclusión, para estar en el ministerio de alabanza debemos cultivar la actitud del ministerio de “jalabanza”. Solo si tenemos disposición de “jalabanza” podremos ministrar verdaderamente la alabanza.
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