Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de manos, como dice el profeta:
El cielo es mi trono,
Y la tierra el estrado de mis pies.
¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor;
¿O cuál es el lugar de mi reposo?
¿No hizo mi mano todas estas cosas? Hechos 7:48-50“Esteban, momentos antes de ser apedreado.”
Gente, porque al final de lo que se trata es de las personas. De fondo música de Coldplay, unas señoras en una mesa hablando de sus cosas, problemas y familia. Otros en la barra con cerveza en mano hablando de futbol como no puede ser de otra manera, pero también de sus penas. Alguien sirviendo empanadas, tapas y café, grupos de gente compartiendo.
Me pido una napolitana mientras escribo. Me gusta este ambiente y creo que a Jesús también le gustaría. Me imagino perfectamente una comunidad reunida en este lugar, con la gente, porque al final de lo que se trata es de las personas.
También voy a la universidad. Entro en la clase. Sillas mirando hacia la cátedra, entra el profe y da su sermón, algunos prestan atención y otros pasan. Otros ni siquiera han venido, creen que ya se lo saben todo o que alguien le pasará los apuntes o que no merece la pena escuchar a un profesor que no se prepara como Dios manda y en realidad no tiene pasión por enseñar.
Me imagino perfectamente una comunidad reunida en este lugar, con la gente, de hecho nuestros locales se parecen mucho a una clase de universidad. Eso no es ni bueno ni malo, es lo que es. Una forma. Porque al final de lo que se trata es de las personas. Y de Jesús.
¿Jesús? Ah sí, el que se presentó en la boda y se convirtió en “el alma de la fiesta”, el que enseñaba desde un barco, sentado en una montaña, en lugares públicos, plazas y por las casas. Según parece, cuando entraba al templo no le acababa de gustar la disposición de las mesas ni lo que parecía, un mercado.
Pero Jesús también enseñaría en un mercado. Pero su casa, su casa tenía que ser y parecer una casa de oración. Ahora nosotros somos esa casa, y debemos parecer una casa de oración. Me gustaría parecer una casa de oración con mis amigos en este bar, y en la universidad y en mi hogar, y vale, también en la “iglesia”. Los acordes de la canción de Coldplay son ideales según mis gustos para orar tranquilo sin que nadie me moleste ni me distraiga. Voy.
Quiero hacer comunidad, no como el mundo, sino como soy. Dios me ha hecho así, entiendo mi cultura porque yo soy cultura. Aunque he aprendido demasiada cultura evangélica accesoria que me resulta muy difícil desaprender. Pero he de intentarlo por amor a Jesús en primer lugar y a la misión en segundo.
La Escritura, también puedo estudiar la Bíblia en este bar, y si alguien me pregunta mucho mejor.
En la “iglesia” nadie pregunta por qué leo la Biblia. A lo mejor presuponen que si la leo allí, es que la leo mucho. No me conocen. No quiero tener una doble moral, ser alguien distinto en el lugar sagrado y otro Alex en este local. No quiero ser un bipolar espiritual. Quiero sacralizar mi vida, quiero sacralizar este bar.
Quiero orar aquí. En la “iglesia” nadie me pregunta porqué oro. A lo mejor presuponen que si oro allí es que oro mucho. No me conocen. Si oro en este bar, podría hacerlo de otra manera. Quizá sin cerrar los ojos, no sabemos exactamente como oraba Jesús cuando estaba con gente, aunque cuando lo hizo alguna vez y la bíblia lo registra, lo hizo con los ojos abiertos y de pie. Gente, porque al final de lo que se trata es de las personas. Y de Jesús.
Quizá puedo orar escribiendo, como hacen muchos de los que redactaron partes de la Escritura, oraban mientras escribían:
Padre, ayúdame a ser luz en el bar, Amén.
Si quieres comentar o