Tengan cuidado de cómo se comportan. Vivan como gente que piensa lo que hace, y no como tontos. Aprovechen cada oportunidad que tengan de hacer el bien, porque estamos viviendo tiempos muy malos. No sean tontos, sino traten de averiguar qué es lo que Dios quiere que hagan. Efesios 5:15-17 (Biblia, traducción lenguaje actual)
En la actualidad existen muchas maneras en las cuales invertir la única vida humana que viviremos. Observamos la manera en cómo hombres y mujeres invierten su tiempo y energías en alcanzar algún ideal o algunos de los muchos sueños, que según ellos piensan, con la realización de estos, alcanzarán el éxito y por ende la felicidad. Así vemos que la pasión de algunos es el dinero, saben cómo ganarlo, invertirlo y multiplicarlo. El Señor JESÚS contó una parábola en la que un hombre hace planes para el futuro: “Después me diré: ¡Ya tienes suficiente para vivir muchos años! ¡Come, bebe, diviértete y disfruta de la vida lo más que puedas!" Pero Dios le dijo: "¡Qué tonto eres! Esta misma noche vas a morir, y otros disfrutarán de todo esto que has guardado" (Lucas 12:19,20. La Biblia, traducción actual).
La pasión de otros en la vida es el poder. Ninguna ambición le satisface porque extender su poder no tiene límites ni fronteras, sino el dominar a los demás, y cuanto mayor tiempo mejor. Obtener un cetro y conquistar un trono es el supremo bien para ellos. Se cuenta que Alejandro el Grande, encontrándose al borde de la muerte, convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos: Primero que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los propios médicos de la época. Segundo que los tesoros que había conquistado, plata, oro y piedras preciosas fueran esparcidos por el camino hasta su tumba. Tercero que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos. Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro que cuáles eran las razones para pedir tales cosas, y Alejandro le explicó: “Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen ante la muerte, el poder de curar. Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen. Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos”. Sobre su tumba se escribió el siguiente epitafio: Una tumba basta para aquél a quien no bastó el mundo.
Otros se dedican a buscar fama; sueñan con poner sus manos en la calle de los famosos para dejar allí sus huellas. Quizás no tuvo el siglo XX dos artistas tan famosos como Marilyn Monroe y Elvis Presley. Al final de su vida Marilyn dijo: “He tenido mucha fama pero no he conocido ni un minuto de felicidad”. Priscila Presley, la viuda de Elvis dijo: “Elvis nunca llegó a comprender lo que debía ser su propósito en la vida (…) Vivía con esa agonía y sabía que no lo estaba cumpliendo. Por eso subía al escenario para no pensar en ello. Elvis no tenía idea por dónde empezar. En cierto sentido estaba perdido”.
Sinceramente, creo que existen muchas profesiones y vocaciones dignas en la vida, sólo afirmo que ninguna de esas actividades humanas es el sumo bien o el verdadero propósito de haber venido a esta vida; la humanidad debe estar agradecida a muchos hombres y mujeres de ciencia, a los autores de las grandes piezas literarias, a los forjadores de hombres y mujeres útiles como son los educadores, sin embargo, existe solamente una pasión que nos debe dominar, y que trae verdadero significado a nuestras vidas: la salvación de los hombres y mujeres que viven sin Dios y sin esperanza en este mundo. La pasión de JESÚS fue vivir Su preciosa vida “para buscar y salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Ese fue el propósito dominante que trajo a JESÚS del cielo a la tierra y lo condujo a morir en la cruz. De tal manera que dedicarse por entero a algo grande en esta vida, sin dar cabida a lo que Dios quiere de nosotros, estos es: aceptar Su regalo de la vida eterna, y después pasarlo a los demás, es desperdiciar nuestras vidas. Así que Biblia en mano, sigamos el consejo paulino: “No sean tontos, sino traten de averiguar qué es lo que Dios quiere que hagan”. ¡Que el Señor nos ayude!
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