Aún recuerdo, siendo pequeña, cuando en la guardería decidieron llevarnos a clases de natación. Yo debía tener unos tres años. Empezamos todos en el nivel inicial y, al ser tan pequeños, pasábamos todo el tiempo jugando con el agua, con los manguitos y flotadores, para familiarizarnos.
Mi profesora se dio cuenta enseguida de que yo no necesitaba el flotador, pues mi madre me había enseñado durante las vacaciones a mantenerme con la cabeza fuera del agua sin hundirme. Me tomó de la mano y me llevó al grupo de los niños más grandes, y allí les estaban enseñando a bucear. Cuando lo vi tuve miedo: se sumergían agarrándose de una barra metálica vertical para llegar a lo profundo de la piscina. Me dio miedo porque yo no sabía hacer eso y no me veía capaz, así que le solté la mano a mi profesora, le dije ‘’No quiero’’, y recuerdo que me fui al carril de la piscina donde estaban los de mi clase con los manguitos.
Mi profesora me había dado la oportunidad de ir al siguiente nivel, pero la rechacé porque tuve miedo. Creo que en la vida todos estamos aquí no sólo para vivirla, sino para crecer, para subir niveles, para llegar a algo más, a algo mejor. Si tenemos un sueño, un proyecto, una aspiración en la vida, lo normal es que queramos alcanzarlo.
Muchas veces pensamos que sí, que algún día nos pondremos las pilas y ya empezaremos a lo que haga falta. Pero llegar a algo, a alguna meta, no siempre es fácil y requiere, muchas veces, asumir riesgos, también esfuerzo, e ir más allá de lo cómodo.
Desde el momento en que decidimos o visualizamos que tenemos que hacer algo o queremos llegar a algo, nos retamos a nosotros mismos. El reto consistirá en superar dificultades, miedos, y en trabajar para alcanzar eso. Durante la vida podemos pasar por malos momentos, situaciones que vienen en nuestra contra, dificultades, mientras, a la vez, también tratamos con nuestro carácter y lo que tenemos dentro de nosotros mismos. No es fácil, e incluso a veces es duro. La vida, sin embargo, es cuestión de crecimiento, de ir superando etapas, de enfrentarse a los problemas y seguir adelante.
Dice el salmo(i): “Dichoso el que habita en tu templo, pues siempre te está alabando. Selah. Dichoso el que tiene en ti su fortaleza, que sólo piensa en recorrer tus sendas. Cuando pasa por el valle de las lágrimas lo convierte en región de manantiales; también las lluvias tempranas cubren de bendiciones el valle. Según avanzan los peregrinos, cobran más fuerzas…”.
Teniendo a Dios de nuestro lado, la perspectiva de nuestra vida debería cambiar en relación al sufrimiento, a la superación de las circunstancias. Incluso deberíamos estar gozosos, si Dios es lo primero en nuestras vidas. Cuando pasemos por momentos difíciles, si Dios es nuestra fuerza, esa situación será transformada en bendición, en crecimiento. Porque todo ayuda a bien a los que aman a Dios(ii).
El Señor nos da oportunidades en la vida para crecer, pero está en nosotros el decidir enfrentar, aceptar esos retos que nos encontramos en la vida. Dios se encargará de transformarnos o transformar cada situación para nuestro bien si nuestros ojos están en Él.
Cuando superamos una dificultad y ésta queda ya atrás, es como si subiéramos al siguiente nivel: avanzamos en la vida y vamos de fortaleza en fortaleza, nos vamos haciendo más fuertes en el Señor.
¿Vamos a dejar que el miedo o la dificultad nos paralicen a la hora de seguir adelante para seguir creciendo? Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece(iii).
i Salmo 84:4-7
ii Romanos 8:28
iii Filipenses 4:13
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