Hoy día muchas de nuestras viejas suposiciones e ideas muy consolidadas se han dado la vuelta, y muchos otros cambios bruscos vienen de camino. Los niños y adolescentes están creciendo en un lugar diferente. Tres tercios de la gente del planeta posee un teléfono móvil. Un nuevo mundo virtual ha surgido de la nada y se ha convertido en el lugar de atención de muchos de nuestros chicos. Los avances tecnológicos son imparables. La ciencia trabaja en nuevas dimensiones que ni siquiera podemos ver. El volumen de información se ha duplicado en la última década, se calcula que lo hará de nuevo en los próximos 18 meses. El volumen de información del mundo pronto se duplicará cada pocas horas.
En un entorno así es inevitable que el cambio llegue finalmente a la educación de nuestros jóvenes, y lo ha hecho. La gente ya no aprende de la misma forma, nuestra pedagogía está dando un giro radical a sus planteamientos. Pero hay una gran paradoja: el lugar donde se han producido los mayores cambios educativos no es en nuestras escuelas, ni en nuestras iglesias, ni siquiera en muchos casos en la familia, es en cualquier lugar menos en las grandes “instituciones educativas”. Los mismos jóvenes que vemos aburridos, apáticos y reacios en nuestras clases con frecuencia trabajan duro aprendiendo después en otros entornos (conocimiento informal entre iguales, Internet, YouTube, televisión, juegos, teléfonos móviles y otras muchas oportunidades emergentes). Es en ese mundo fuera de los medios clásicos donde muchos de nuestros chicos se enseñan a sí mismos y a los demás todo tipo de experiencias importantes y realmente útiles sobre su presente real y futuro. Existe un gran número de herramientas poderosas para ellos con este fin, y estas herramientas –y nuestros chicos al usarlas– se están haciendo más y más poderosos día tras día. Tras la escuela nadie dice a los chicos qué aprender o hacer. Siguen sus pasiones e intereses, convirtiéndose en expertos durante el proceso.
¿Problemas de atención?
Contrariamente a lo que puedas haber oído, o incluso observado, hoy día los adolescentes no tienen la incapacidad de concentrarse de que se les acusa. Muchos de los jóvenes que no se concentran en el estudio bíblico, el culto, el sermón o la reunión eclesial de turno se sientan horas, por ejemplo, completamente centrados en una película, en videojuegos o en internet. Así pues, no es la capacidad de atención lo que ha cambiado, sino más bien su tolerancia y sus necesidades.
Hoy los jóvenes tienen que elegir continuamente entre miles de reclamos producidos con miles de millones de euros: música, películas, anuncios, televisión, Internet y muchos más. Han aprendido a centrarse solo en lo que les interesa y en las cosas que les tratan como individuos más que como parte de un grupo o clase (como nosotros hacemos con frecuencia en la iglesia). En un mundo cada vez más poblado, la elección, diferenciación, personalización e individualización se han convertido para los jóvenes de hoy no solo en una realidad, sino en una necesidad.
Más y más gente joven ha mejorado profunda y permanentemente en cuanto al uso de la tecnología, conectando con sus iguales y el mundo como ninguna generación anterior lo había hecho. Ríos de información les llegan las 24 horas del día de los 7 días de la semana. Cada vez en mayor medida lo que quieren y necesitan está disponible en su bolsillo bajo demanda. “Si pierdo mi móvil, pierdo la mitad de mi cerebro”, comenta un adolescente.
¿Necesitan chicos así la iglesia? Cada vez más chavales creen que no, y abandonan. Pero los adultos, especialmente los educadores, aquellos que estamos cerca de ellos sabemos que eso es un enorme error, porque hay muchas cosas que los jóvenes de hoy pueden y deben aprender de nosotros. El problema, sin embargo, es que (de nuevo en palabras de un joven): “hay tanta diferencia entre cómo piensan los jóvenes y cómo piensan los líderes…”. Estamos fracasando cada vez más, a la hora de dar a los adolescentes lo que necesitan, en las formas que lo necesitan. Para lo que sí tienen poco margen de atención los chicos de hoy es para nuestros viejos métodos de enseñanza.
Qué quieren los adolescentes de hoy
¿Qué es lo que quieren estos jóvenes de la iglesia? Recientemente se hizo un trabajo de investigación con unos mil alumnos actuales de todos los estratos económicos, sociales, intelectuales y de edad, en todo el mundo, lo que expresaron es notablemente coherente y puedo ayudarnos a entender qué cosas deben cambiar en nuestra pedagogía eclesial y cómo podemos realmente ser transmisores de la Palabra:
1. No quieren charlas teóricas.
La coherencia entre los hechos y las palabras es altamente valorado.
2. Quieren que se les respete, se confíe en ellos y que sus opiniones se valoren y se tengan en cuenta.
No quieren ser meros espectadores, sino partícipes de aquello que hacemos. ¿Qué grado de participación les otorgamos en la iglesia, su funcionamiento o sus decisiones?
3. Quieren seguir sus pasiones e intereses.
Cada generación necesita crear su propia cultura. Ya sabemos que el corazón es engañoso, pero seamos buenos guías para ser críticos con aquello que les dan y no tanto personas que censuran todo aquello que hacen.
4. Quieren crear, usando las herramientas de su tiempo.
Estamos ante una de la generaciones más creativas de la historia. Permitamos que ese potencial sirva para hacer crecer y potenciar el Reino, la Iglesia, la vivencia de la fe.
5. Quieren trabajar con sus compañeros (iguales) en trabajos de grupo y proyectos (y evitar que los vagos viajen gratis).
La importancia de preparar buenos proyectos educativos, buenas actividades que fomentan la cohesión de grupo y que potencian el sentido de comunidad.
6. Quieren tomar decisiones y compartir el control.
Insistimos en la idea de hacerles partícipes no sólo oidores.
7. Quieren conectar con sus iguales para expresar y compartir sus opiniones, en clase y alrededor del mundo.
Tengamos en cuenta la vivencia global, aprovechemos para fomentar los viajes en misiones de corto plazo o los proyectos de servicio o encuentros más allá de nuestra iglesia local.
8. Quieren cooperar y competir entre sí.
Podríamos revalorizar el estudio bíblico inductivo, las actividades grupales, las dinámicas de grupo y todo aquello que implique competencia y cooperación en un buen ambiente.
9. Quieren una educación que no sea únicamente relevante, sino conectada con la realidad.
Haz que la Palabra sea no solo atractiva sino principalmente práctica. Trabaja la aplicación en tu enseñanza tanto como las formas. Muchas de nuestras actividades juveniles son muy llamativas, son relevantes a la cultura de los jóvenes pero totalmente desconectadas de la realidad, del día a día o vida cotidiana, de las luchas y decisiones que un joven enfrenta en cada momento. Tal vez hace falta menos conciertos y más discipulado (que no es lo mismo que estudio).
Naturalmente es posible ver esta lista como un conjunto de expectativas narcisistas o irreales por parte de los estudiantes. Pero hacerlo sería un gran error. A algunos les puede parecer que esta serie de expectativas es incompatible con la transmisión de la Palabra y el mensaje bíblico. Esta también sería una conclusión equivocada.
Los chicos de hoy quieren aprender de manera diferente al pasado. Quieren formas de aprender que tengan significado para ellos, métodos que les hagan ver –de inmediato– que el tiempo que pasan en su educación tiene valor, y formas que hagan buen uso de la tecnología que saben que es su derecho de nacimiento.
Nuestros jóvenes ven que viene un nuevo mundo –su mundo-, un mundo en el que lo que ellos creen que debería ser importante lo es realmente. El mundo al que se encaminan es diferente e importante para ellos, y ya saben más sobre algunos aspectos de él que nosotros.
Pero el mundo del que vienen también es importante para ellos, y nosotros sabemos más de él que ellos. Necesitamos enseñar a los chicos a respetar el pasado pero a vivir en el futuro.
Y por eso necesitamos ser socios. El cambio clave y el reto para todos los líderes eclesiales del siglo XXI es conseguir estar cómodos, no con los detalles de la nueva tecnología, las nuevas formas de expresión o la pedagogía, sino más bien con un nuevo y mejor tipo de pedagogía: la coasociación. Pero de esto hablaremos en un próximo artículo.
Israel Martorell
Juventud para Cristo
Artículo adaptado del original de Mark Presky, “Nuestro mundo cambiante” autor del libro “Enseñar a nativos digitales” publicado por Editorial SM.
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