EL REINO, LA TRIBU DE LAS TRIBUS
Las tribus urbanas son una muestra de la variedad que caracteriza al mundo postmoderno. La postmodernidad valora la diversidad y, en este punto, coincide con Dios, el diseñador y autor de toda la variedad que nos rodea en la creación y en el mundo espiritual. El Reino de Dios no anula y uniformiza las tribus o subculturas, antes bien, las redime y santifica con el evangelio, ya que el Reino se convierte en la tribu que acoge a todas las tribus, la tribu de tribus.
UN MUNDO DIVERSO
Vivimos en un mundo increíblemente diverso. La variedad y la pluralidad están a nuestro alrededor miremos donde miremos. La explosión de formas diferentes se da en la flora, la fauna, los innumerables paisajes de nuestro planeta y, en nosotros mismos los seres humanos.
La humanidad está compuesta por diferentes razas. Todos los seres humanos tenemos diversos aspectos y somos diferentes, no únicamente en lo físico, sino también en lo emocional. Lo normal es la diversidad y la diferencia, lo sorprendente es la similitud. Ante tanta variedad nos sentimos verdaderamente sorprendidos cuando encontramos dos personas parecidas en lo físico y en el carácter. Incluso afirmamos con cierta frecuencia ¡Qué diferentes pueden llegar a ser personas que pertenecen a la misma familia! ¡Nadie diría que son hermanos!.
De hecho, la creación de Dios es un auténtico canto a la diversidad. No debemos perder de vista que tanta diferencia forma parte del diseño original de Dios. Existe diversidad porque así, premeditadamente, el Señor lo quiso. De hecho, afirmaríamos que la uniformidad es antinatural, que es evidente que no forma parte del diseño primitivo de Dios y, que no sería osado afirmar que es el pecado la causa de esta tendencia tan humana y tan poco divina hacia la uniformidad, todos iguales, todos pensando lo mismo, sintiendo lo mismo.
No únicamente en el ámbito de la creación se manifiesta la diversidad, también se da en el ámbito de lo espiritual. De nuevo vemos que la variedad forma parte del diseño original de Dios. Afirma la Escritura que el Señor nos ha hecho un solo cuerpo ¡Cierto! Pero también indica que ha establecido diversidad de dones, diversidad de ministerios y diversidad de funciones. La unidad de Dios nunca mata la diversidad, antes al contrario, la remarca, la pone de manifiesto, la potencia. Romanos 12, 1 Corintios 12 y Efesios 4 son buenos ejemplos.
Pablo, escribiendo a las comunidades cristianas que se reunían en la ciudad de Corinto afirma que esta diversidad, de la que hablábamos anteriormente, es así porque el propio Espíritu Santo lo ha querido de esta manera. Es Él quien ha llamado a la gente y, según las palabras del apóstol, ha distribuido los dones según a Él le ha placido, le ha dado la gana.
FAMILIA, SACERDOCIO, NACIÓN Y PUEBLO
Otro apóstol, en este caso Pedro, escribiendo a las comunidades cristianas afirma, Pero vosotros sois una familia escogida, un sacerdocio al servicio del Rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios, destinado a anunciar las obras maravillosas de Dios, que os llamó a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa (1 Pedro 2:9)
La primera parte de este versículo describe lo que somos. Déjame que llame tu atención sobre la palabra nación. En el original griego el vocablo que se utiliza es etné, que nosotros traducimos en castellano como etnia. Una etnia es una comunidad humana que es definida por afinidades de diverso tipo, pueden ser raciales, culturales, lingüísticas, religiosas y un largo etcétera.
Pedro está afirmando que nos hemos convertido en una nueva etnia o tribu. Una etnia muy especial, formada, tal y como dice la Biblia por gentes de todo tipo de etnias. El Reino de Dios se convierte en la etnia de las etnias. La tribu en la que todas las tribus tienen cabida. Eso si, se trata de una tribu muy, pero que muy singular.
Esta nueva etnia no nos uniforma, recordemos que la uniformidad es ajena a la creación de Dios, antes bien potencia nuestra diversidad y la celebra como parte del diseño de Dios. En el Reino somos diversos en uno. Del mismo modo que una familia es diversa, todos nosotros somos hermanos diferentes de la gran familia de la cual Jesús es el hermano mayor.
La segunda parte del versículo describe a lo que somos llamados. Destinados a cantar, proclamar, anunciar, dar a conocer las grandezas del Dios que nos llamó. Ahora bien, ¿Qué significa esto en la práctica?
En Mateo 28:18-20 encontramos el pasaje que es bien conocido como la Gran Comisión. La palabra que aparece en el original griego es, nuevamente, etné. Somos llamados a hacer discípulos en todas las etnias. Nuestras Biblias lo han traducido como naciones y, al así hacerlo, han hecho confuso el sentido del versículo ya que parece que la Gran Comisión tenga un enfoque geográfico –naciones- en vez de tenerlo cultural o sociológico –etnias-.
Si leemos la Gran Comisión con su sentido original, etnias, y recordamos como habíamos definido las etnias, el mandamiento de Jesús cobra una nueva dimensión. Somos llamados a hacer discípulos, no necesariamente en un grupo racial o nacional, sino en las etnias o tribus que pueblan nuestros países. Somos llamados a llevar a cabo la misión, no únicamente a países, sino también a todas las subculturas dentro de nuestra cultura, es decir, a todas las etnias, a todas las tribus. La Gran Comisión adquiere en el mundo postmoderno una dimensión social y cultural, mientras que en el mundo moderno tenía una dimensión geográfica.
No estamos diciendo nada que no estuviera ya presente en la Biblia. El apóstol Pablo lo indica con total claridad cuando escribiendo a los Corintios manifiesta que se hace gentil para ganar a los gentiles y judío para ganar a los judíos. Me hago, afirma, como uno de ellos para ganarlos para la causa de Cristo (1 Corintios 9:20).
La lectura contemporánea de este pasaje sería, para ganar a los raperos, surferos, rastafaris, emos, okupas, maquineros, rockeros, internautas, montañeros, etc., etc. Me hago uno de ellos. Siempre, eso si, sin comprometer los principios y valores del evangelio que, hemos de afirmar de forma tajante, no es lo mismo que los principios y valores de la cultura evangélica. No confundamos el evangelio con los evangélicos.
Dios no quiere destruir las culturas de las tribus o etnias para imponer una cultura evangélica, tradicional y uniforme. Él desea transformar, redimir y santificar esas culturas. El evangelio debe encontrar la manera de hacerlo y de expresarse en medio de ellas. Piénsalo, eres llamado a ser un misionero enviado a tu etnia particular, a tu tribu, a tu entorno, a tu ambiente.
JESÚS SE HIZO UNO DE NUESTRA TRIBU
Juan 20:21 reflejan unas palabras importantes de Jesús, Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros. Jesús es nuestro ejemplo de cómo debe ser nuestro comportamiento hacia las etnias y su deseo de redimirlas con el evangelio.
El mismo evangelio de Juan, en el capítulo 1 versículo 14 nos indica, que Jesús se hizo ser humano y vivió en medio nuestro. Literalmente el griego afirma que plantó su tienda de campaña en medio de nuestro campamento. La encarnación es el modelo a seguir para poder plantar el evangelio y hacer discípulos en todas las etnias. Recordemos de nuevo las palabras de Pablo, él entendió perfectamente el concepto, hacerse como uno de ellos.
De la encarnación de Jesús podemos sacar tres principios –no métodos- de trabajo.
El primer principio es
la presencia. Vivió en medio nuestro y como uno de nosotros. Era conocido como Jesús, el de Nazaret, el hijo de José y de María. Antes de comenzar su ministerio público se empapó y vivió a fondo la cultura de su etnia durante 30 años. Fue un judío hasta la médula, amante de su nación, respetuoso con sus costumbres, participante de la vida cultural, religiosa y festiva de su propia gente.
El segundo principio es
la identificación. Jesús se hizo como tú y como yo. Su humanidad fue real, no fue un mero disfraz, no fue una pretensión de ser humano. A excepción del pecado, vivió y experimentó todo aquello que un ser humano puede vivir y experimentar, incluyendo la más humana de todas las experiencias, la muerte. Se despojó totalmente de su divinidad, tal y como indica Filipenses capítulo 2, y en su condición de total y absoluta humanidad se humilló hasta identificarse con los más bajos y más miserables de todos, los cobradores de impuestos y los pecadores.
El tercer principio es
dar a conocer a Dios. Juan, en su evangelio, en el capítulo primero, nos indica que nunca nadie ha visto a Dios, sin embargo, Jesús, su hijo, nos lo ha dado a conocer. Jesús nos habló y nos dio a conocer a Dios de una manera que era relevante para nosotros, de una forma que pudiéramos entenderlo. Jesús nos muestra cómo es Dios y con su vida hace creíble el compromiso de amor que Dios tiene hacia nosotros.
¿Cómo somos enviados nosotros? Nosotros, que formamos parte de la etnia que acoge a todas las etnias, somos enviados como Jesús lo fue, a hacer discípulos en todas las otras etnias. No para uniformarlas, antes bien, para redimirlas con el evangelio. No para hacerlas evangélicas, sino para que el evangelio se exprese a través de ellas.
Como Cristo plantó su tienda en medio de su etnia, del mismo modo debemos plantar nuestras tiendas en medio de las etnias de nuestra sociedad.
La encarnación, ser como uno de ellos, es nuestro modelo de misión a las etnias de nuestras sociedades. Identificándonos con ellas, teniendo presencia en medio de ellas y dando a conocer a Dios de manera que sea relevante para esa etnia, es decir, usando sus símbolos y códigos de comunicación
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