Jonás fue un profeta que debido al odio que guardaba en su corazón por aquel pueblo que le hizo tanto daño, Nínive, tuvo una de las reacciones frecuentes que encontramos en un ser humano cuando aún no ha perdonado y guarda dolor en su corazón.
Estudiando el libro de Jonás pude darme cuenta qué tan parecidos hemos sido en algún momento de nuestras vidas a este profeta. El libro de Jonás no es simplemente la historia de una ballena que se tragó a un hombre, es lo que primero piensas cuando te preguntan qué sabes de Jonás. En realidad es un libro que nos deja una gran enseñanza y, sobre todo, en el que podemos ver la inmensa misericordia y gracia de Dios por todas las personas. Señalo todas las personas porque no me refiero solamente a los creyentes, sino también a los no creyentes, a aquellos que están necesitados de Dios porque están sumergidos y perdidos en el pecado.
Jonás fue un profeta que debido al odio que guardaba en su corazón por aquel pueblo que le hizo tanto daño, Nínive, tuvo una de las reacciones frecuentes que encontramos en un ser humano cuando aún no ha perdonado y guarda dolor en su corazón. Y esa actitud es la de total indiferencia e insensibilidad ante su peor enemigo. Esto llevó a Jonás hasta el punto de negarse y esconderse de Dios para no cumplir con su misión. Nínive era aquel pueblo que se convirtió en su peor enemigo. Fue entonces cuando inesperadamente Dios le da una misión a Jonás, y es allí cuando debe tomar una decisión.
Al leer y profundizar en el libro nos damos cuenta que Jonás no tomó la decisión correcta. Lo que me lleva a una pregunta: ¿Y tú? ¿Qué harías si Dios te manda dar un mensaje de salvación a tu peor enemigo?
Cada día vemos en las noticias el reflejo de la maldad humana que va en aumento (violaciones, maltratos, asesinatos, guerras...). Pero aun con todo estamos llamados a perdonar y a amar a nuestro enemigo[i]: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Y también a predicarles el evangelio de salvación que les permitirá arrepentirse y cambiar. También: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”[ii].
No somos Dios para decir quién puede o no arrepentirse, porque no hay acepción de personas para con Dios (Romanos 2:11). Así mismo nuestros enemigos tienen derecho a ese arrepentimiento. No es nuestra tarea el decir quien tiene derecho a arrepentirse y quién no, pero desafortunadamente con frecuencia nos encontramos en las Iglesias a personas que se han autoproclamado jueces y se disponen a decidir quién puede arrepentirse y quién no, lo cual es un trabajo que le corresponde a Dios: ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales? (Jonás 4:11).
Eso fue lo que le paso a Jonás: Dios le dio la misión de llevar el mensaje de arrepentimiento al pueblo de Nínive pero, claro, Jonás no quería hacerlo porque ese pueblo era su peor enemigo. ¿Acaso Dios no nos enseña a amar a nuestro prójimo? ¿A amar a nuestro enemigo? ¿Cuál es el ejemplo que nos dejó Jesús, el hijo de Dios? ¿Y sino para que murió en la cruz? Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8).
Y como dijo un profesor mío en la Facultad en una de sus predicaciones: ‘Es un mensaje sencillo, pero muchas veces los mensajes sencillos son los que más nos cuestan de recordar’. Por lo tanto, el mensaje sencillo del evangelio lo podemos resumir en estos versículos: ‘Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas’ (Mateo 22:37-40).
Es realmente de eso de lo que trata el evangelio. Y aún es más. Así que decidamos perdonar, amar a nuestro enemigo y compartir el evangelio, que de lo demás se encargará Dios. Y evitemos que nos pase como le pasó a Jonás, que su desobediencia le trajo consecuencias, y así mismo nos puede pasar a nosotros si no obedecemos al mandamiento de Dios.
Por eso una vez más decidamos amar a todos sin hacer acepción de personas, incluyendo a nuestro enemigo. Pero tú pensarás que no es fácil amar cuando te han hecho cosas que, desde nuestro punto de vista humano, nos llevan a decir: ¡esto no tiene perdón! Sí, es verdad, no lo niego, no es fácil. Pero eres tú el que decides. Como también decides si te arrepientes o no.
Por ello, personalmente encuentro que el libro de Jonás nos lleva a reflexionar en este sentido, pues la verdad solo Dios que es amor en esencia sabe cómo juzgar y perdonar. Y a nosotros lo que nos corresponde es obedecer a Dios, y si Dios te manda a perdonar, perdona, si te manda a amar, ama. Son las mejores decisiones que podemos tomar en nuestra vida como seres humanos, no sea que desobedezcamos, huyamos y Dios nos tenga que buscar y traernos de nuevo hacia Él por medio de una ballena. Y tú, ¿cuánto te pareces a Jonás?
Yamileth González Ortiz – Estudiante de Teología – Córdoba (España)
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