El perdón auténtico de Dios no se puede ganar, pues es gratuito y está abierto siempre a todos.
Frente a lo que algunos creen, el monje Martín Lutero que en 1517 fijó las 95 tesis en Wittemberg no era todavía “protestante”. Sus posiciones eran mucho más moderadas que las de algunos precursores medievales de la Reforma e incluso que las de algunos teólogos pocos años anteriores a él. En 1517 Lutero era fiel a la iglesia de Roma, a sus doctrinas, a su sistema y al papa (ver tesis 7, 25 y 58). Las tesis cuestionan el valor de las indulgencias para la justificación, pero no el de las obras (44).
El purgatorio
El documento afirma claramente la existencia del purgatorio, un lugar de “cuasidesesperación” (16), si bien atenúa la doctrina tradicional. Para Lutero el temor del moribundo ante la muerte (así como su desesperación) «basta por sí solo […] para constituir una pena de purgatorio» (14 y 15). Las almas del purgatorio merecen un aumento de la caridad y una disminución del temor (17 y 18).
Lutero creía que esas almas se libraban de purgatorio por el “sufragio” o las oraciones de los vivos, pero no por «el poder de las llaves (que [el papa] no tiene en manera alguna)» (26).
Indulgencias ¿si o no?
Las palabras más duras de Lutero en sus 95 tesis van dirigidas contra las indulgencias, y en concreto contra la forma en que Tetzel las estaba predicando y vendiendo en Alemania. Lutero modula hábilmente el cuestionamiento de las indulgencias. En algunas tesis admite un valor limitado de las mismas (41, 43, 47, 49 y 64); en la 68 es más directo: las indulgencias «en realidad son muy poca cosa, comparadas con la gracia de Dios y con la piedad de la cruz» (68).
La tesis 37 plantea directamente el rechazo de las indulgencias: «Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos los bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias». Pero inmediatamente es contrarrestada por la tesis 38, que salva el núcleo del sistema al interpretar que las indulgencias tienen un valor como “anuncio”.
Lo que sí queda claro en el documento es que el creyente no necesita adquirir cartas de indulgencia para obtener el perdón de Dios. Es más, sustituir la gracia divina por las indulgencias comporta un grave peligro (32).
¿Cuestionamiento del papado?
Las autoridades eclesiásticas no solo se preocuparon por el impacto económico que podía tener el documento de Lutero, al desanimar a las personas a la compra de indulgencias. Esta práctica, como todo el sistema de doctrinas y usos de la Iglesia Católica Romana, se encuentra directamente vinculada a la figura del papa. Por eso un cuestionamiento de las indulgencias debía llevar en última instancia al cuestionamiento del papado. En cuanto a este punto, Lutero vuelve a ser hábil al alternar frases que defienden al papa con otras que cuestionan su autoridad.
Lutero afirma una y otra vez las buenas intenciones del papa, y carga la culpa sobre los predicadores de indulgencias, que tergiversan la voluntad papal (tesis 48, 50, 53, 55, 71, 72, 73, 74 y 80). No refuta el papado como tal, sino que afirma que sus funciones están más limitadas que lo que popularmente se acepta (5, 6, 8, 9, 52 y 58).
A partir de la tesis 81 Lutero pone algunos ejemplos de «burlas chistosas» que algunos laicos hacen ante la «predicación licenciosa de las indulgencias», una predicación que es tan escandalosa que provoca que «ni siquiera a los letrados les resulte fácil salvar la reverencia debida al papa». No es difícil ver que estas críticas que Lutero pone en boca de otros responden a su propio pensamiento. Es un recurso hábil mediante el que, con motivo de señalar ciertos excesos, lo que hace es plantear unas críticas que en realidad son demoledoras.
Las tesis 82-89 son auténticos hachazos en la base de ese sistema de perdón concedido por un simple mortal que son las indulgencias. Pero tras estos mandobles, en las tesis 90-91 Lutero se vuelve a cubrir las espaldas situándose como defensor del papa, quien, confía él, tiene la intención de predicar unas indulgencias conforme al evangelio.
León X y su entorno comprendieron bien que el texto de Lutero significaba un ataque directo a todo su sistema eclesiástico. La conclusión implícita de las 95 tesis es que Roma debe reformar el sistema de administración de perdón que ha construido, de lo contrario definitivamente será enemiga de Cristo.
Si el papado hubiera iniciado una reforma que llevara a la abolición de las indulgencias, quizá el movimiento de protesta que encabezó Lutero se habría mantenido en el tono moderado de las 95 tesis. Pero la autoritaria reacción de Roma no hizo más que catalizar el movimiento, y favorecer la concentración de fuerzas antipapales. La exigencia de reforma se convirtió en una auténtica revolución.
Las indulgencias en la Iglesia Católica Romana hoy
En 2016 el jesuita Juan Masiá escribió el artículo Lutero no protestaría contra la indulgencia revisada por Francisco. Efectivamente, quizá al Lutero de 1517 la bula Misericordiae Vultus no le habría parecido escandalosa. Lo que ocurre es que las 95 tesis y la protesta contra las indulgencias solo fueron una semilla de la Reforma. La revolución bíblica apuntada en las tesis siguió adelante.
Si analizamos la bula de indulgencia de Bergoglio, veremos que afirma «la mediación de la Iglesia» y de «los Santos y los Beatos cuyo número es incalculable»; establece como condición la confesión de todos los pecados a un cura y añade una lista de las catorce obras de misericordia necesarias para obtener la indulgencia, dejando claro que la salvación es por obras y no por fe.
Por otro lado, Masiá no expone todo lo que Bergoglio ha publicado sobre las indulgencias, que es bastante más que lo que recoge esa bula. Por ejemplo, el papa convocó en 2015 el Año Jubilar Ignaciano concediendo indulgencia plenaria para los católicos vivos y para «las almas de los fieles que están en el Purgatorio».
Una de las cinco condiciones que Bergoglio estableció para ganar la indulgencia del año jubilar fue que el fiel atravesara una de las numerosas “puertas santas” determinadas por su iglesia. Además el Jubileo de la Misericordia ha multiplicado prácticas como la exposición de reliquias de “santos” para ganar la indulgencia plenaria (un ejemplo).
La ICR mantiene otra tradición mediante la que todos los días extiende indulgencias: las misas en sufragio por los seres queridos fallecidos. Quienes suscriben esas celebraciones están pidiendo a Dios que recorte a sus difuntos el tiempo en el que estarán penando en el purgatorio, una práctica que Lutero atacó en las tesis 82 y 83.
¿Ha cambiado la teológia católica?
El Concilio de Trento prohibió que las indulgencias se pudieran comprar con dinero, pero el perdón de Dios continúa “comprándose” con obras. Si en la ICR hubiera el más mínimo sentido de reforma, se comenzaría por abolir las indulgencias y negar la existencia del purgatorio, y se continuaría por muchos otros puntos. Nada de ello ha ocurrido.
Obviamente, el papado no es una institución suicida, y ha ido adaptándose a los tiempos, mediante el uso de un lenguaje más evangélico, con énfasis en el amor incondicional de Dios y en la ética personal y colectiva. Pero en realidad sigue habiendo infinidad de aspectos que conectan el papado de hace 500 años con el actual. La teología y las prácticas que Lutero comenzó a combatir en 1517 se mantienen en lo fundamental intactas. Es más, desde el siglo XVI la ICR ha involucionado, según el punto de vista bíblico, en cuestiones como el culto a María y la papolatría (promulgando la infalibilidad papal, a la que por cierto Bergoglio ha apelado al menos en dos ocasiones).
La auténtica misericordia de Dios
De acuerdo con el papa, las indulgencias “se ganan” o “se lucran”; pero en realidad el perdón auténtico de Dios no se puede ganar, pues es gratuito y está abierto siempre a todos.
De modo que las 95 tesis de Lutero son de máxima actualidad para la Iglesia Católica Romana. Apelan a una revisión no solo de la teología, sino de la relación personal del creyente con Dios, despojada de mediaciones humanas, institucionales y sobrenaturales que, más que innecesarias, son en realidad obstáculos para acceder a un Padre directamente accesible a cada persona en Jesucristo.
Por ello, las 95 tesis también apelan al cristiano de cualquier confesión. Esbozan unas líneas y abren un camino que todo creyente y toda comunidad tienen que transitar. Cada cual debe escribir sus propias tesis, basándose en la Biblia y aplicándolas a su experiencia personal y eclesial. Y creo que todos podríamos incluir la tesis 62 en la que Lutero sintetizó su idea clave, motor de toda auténtica reforma: “El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y de la gracia de Dios”.[i]
Simón Itunberri – Profesor de enseñanza secundaria – España
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